LA NACION

La huella de Mascherano

Símbolo de la selección, a los 36 años y tras ganar 23 títulos, anunció su retiro del fútbol

- Claudio Mauri

Un obsesivo del fútbol, alguien que a los 10 años, en su San Lorenzo natal, ya se había propuesto hacer todo lo que estaba a su alcance para ser jugador profesiona­l, se despidió una tarde en un partido cualquiera, después de haber protagoniz­ado infinidad de momentos trascenden­tes a lo largo de una carrera de más de 17 años en primera división.

A los 36 años, siete meses antes de que venciera su contrato con Estudiante­s de La Plata, se retiró Javier Mascherano, el jugador que tiene el récord de presencias con el selecciona­do argentino, con 147 partidos, a partir de 2003, cuando debutó antes en el equipo que dirigía Marcelo Bielsa que en la primera de River.

Esa plusmarca con la Argentina y una trayectori­a que tuvo su núcleo en el exterior lo convierten, a los ojos del hincha de nuestro país, en un futbolista de selección, más que de un club. Esa identifica­ción se profundizó con el subcampeon­ato en el Mundial 2014. Y la imagen que mejor representa esa simbiosis es su apoteósica barrida a los pies de Arjen Robben en las semifinale­s. En pleno auge de las redes sociales, esa acción dio origen a los #maschefact­s, con Mascherano personific­ando al héroe que resuelve las dificultad­es más complejas.

Esa hipérbole era descriptiv­a de sus rasgos como volante central: sacrificad­o, comprometi­do, valiente, inagotable en el esfuerzo, cerebral para atender las necesidade­s del equipo. Un puente que conectaba a la defensa con el ataque. Masche siempre estaba para facilitarl­e la tarea al compañero, para socorrer a un defensor o cuidarle las espaldas a los más talentosos. Por esas virtudes fue el preferido de directores técnicos de las más variadas escuelas.

De chico, en la pensión de esa academia formativa que es Renato Cesarini, aprendió la dureza del desarraigo, a acostumbra­rse a no dormir en su cama. Ya había recibido propuestas para incorporar­se a Newell’s y Rosario Central, pero en el libro “Los 15 escalones del liderazgo”, Mascherano cuenta por qué eligió la escuela dirigida por Jorge “Indio” Solari: “Vi el predio, conocí a su gente, y descubrí que el trato era mucho más humano que en los clubes grandes. Era algo mucho más formativo, hecho más a pulmón. Me gustó”.

Ya se estaba incubando el profesiona­l de cuerpo completo: “A los 13 años renuncié a todas las tentacione­s. Dejé de salir, de divertirme, de perder el tiempo haciendo cosas de chicos. Ese entusiasmo por entregarme a lo que me apasiona me marcó desde mi niñez”.

Con esa conciencia, el impacto de su llegada a River no lo desestabil­izó: “Todo lo que aprendí en Renato me sirvió mucho. Los valores que me enseñaron fueron fundamenta­les para entender cómo funciona el compromiso grupal”.

La camiseta celeste y blanca fue su otra indumentar­ia oficial, su segunda piel, desde las categorías menores. Pasó por la Sub 15, Sub 17, la Sub 20 y tiene en su palmarés un logró único en la Argentina: es doble medalla dorada olímpica, en Atenas 2004 y Pekín 2008. También fue sparring del selecciona­do de Bielsa en 2002.

Sin debutar en la primera de River, ya empezaba a vislumbrar que su futuro podía estar en grandes clubes del exterior. Con 17 años rechazó una oferta de Ajax, que incluía un proyecto familiar con trabajo para su padre en Amsterdam.

En River debió esperar detrás de Leonardo Astrada y Cristian Ledesma. Debutó ante Nueva Chicago: “Entré en los últimos 10 minutos, pero para mí fue muy importante. No estuve nervioso ni sentí la presión”. Ya al partido siguiente fue titular ante Independie­nte.

Emigró de River con un título local. Le esperaba un largo recorrido en exterior, siempre con el cordón umbilical del selecciona­do que lo tenía periódicam­ente en nuestro país. Salió junto a Carlos Tevez hacia Corinthian­s y de ahí dieron el salto a Europa, donde empezaron a curtirse en un West Ham que luchó hasta la última fecha para salvarse del descenso.

En el selecciona­do tomó la posta que dejaron Diego Simeone y Matías Almeyda. En Perú 2004 disputó la primera de sus cinco Copas América y en Alemania 2006, el primero de sus cuatro mundiales. Cinco subcampeon­atos lo muestran con uno de los pasajeros de una generación para la que la gloria siempre fue un destino que se corría un poco más hacia adelante cuando estaban por ponerle los dos pies encima.

Esa frustració­n la mitigaba con un recorrido rutilante en los clubes, sobre todo cuando Pep Guardiola lo invitó a dejar Liverpool y ser parte de su proyecto en Barcelona. Se reconvirti­ó en zaguero central porque asumió que “Busquets era el mejor volante central del mundo”. La jugada le salió perfecta: en el club catalán obtuvo 19 títulos, incluidas dos Champions Leagues; hizo un postgrado futbolísti­co en su afán de conocer la evolución y las variantes del juego, y cimentó una amistad con Lionel Messi que lo transformó en su alter ego dentro del selecciona­do. De hecho, cuando Masche abandonó la selección, Leo ocupó la centralida­d que dejó su amigo.

La despedida de ayer por la tarde se empezó a perfilar en su paso por el fútbol chino. El físico ya no le permitía cubrir la cancha como lo hacía siempre. Tiró de sus pergaminos para ir al Mundial de Rusia, donde la realidad se le reveló muy cruda.

Era el momento de pegar la vuelta y aceptó la puerta que Juan Sebastián Verón le abrió en Estudiante­s. La pandemia fue oxidando lo poco que quedaba del motor. “Siempre viví mi profesión al máximo y desde hace un tiempo me cuesta”, dijo en el atardecer del domingo. De corazón y piernas estuvo hecha la carrera del especialis­ta en tirarse a los pies del rival para sacarle la pelota, una y otra vez.

Hace un tiempo que me cuesta y no quiero faltarles el respeto ni a Estudiante­s, que fue el club que confió en mí para mi vuelta a la Argentina, ni a mis compañeros ni a esta profesión que me lo ha dado todo”

“Tiene que ver con sensacione­s, sentimient­os, cosas que uno fue sintiendo en este último tiempo..., con esa ilusión que uno tuvo, de ser futbolista, y va apagándose”. javier mascherano

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Dolores ripoll / pool Javier Mascherano, líder hasta el final; “Lo correcto es terminar hoy. He vivido mi profesión al 100%, di lo máximo”, explicó tras su último partido en Estudiante­s
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Afp un póster y, a la vez, una síntesis del corazón de mascherano: icónica imagen a los pies de Robben

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