LA NACION

Double Fantasy. Se cumplen 40 años del último disco de John Lennon

Grabado en sociedad con Yoko Ono, el álbum salió pocas semanas antes del asesinato del músico; habían pasado cinco años de silencio discográfi­co del mítico ex-beatle y tuvo una buena recepción de la crítica

- Alejandro Lingenti

Costó mucho armar el equipo necesario para la grabación de Double Fantasy. El último disco de John Lennon en vida (luego de su asesinato se publicaría Milk & Honey, un álbum aparecido en 1980 que originalme­nte había sido pensado como continuaci­ón del trabajo de la pareja) era un proyecto conjunto con Yoko Ono, la enemiga perfecta para casi todos: fans acérrimos e intolerant­es de los Beatles, prensa sensaciona­lista e incluso músicos y productore­s que siempre observaron las incursione­s musicales de la artista japonesa como un simple capricho, algo que ella se encargaría de desmentir con un puñado de trabajos propios que muchos de los que la despreciar­on muy probableme­nte ni siquiera escucharon: con caracterís­ticas diferentes, tanto Yoko Ono/plastic Ono Band (1970) –muy celebrado por el díscolo crítico Lester Bangs– como los menos populares Fly (1971), Feeling the Space (1973), It’s Alright (I See Rainbows) (1982) y Starpeace (1985) son grandes discos que además no han envejecido con el paso del tiempo.

Luego de cinco años de silencio discográfi­co que Lennon aprovechó para dedicarse más de lleno a la crianza de Sean –su único hijo con Yoko–, la vida familiar y algunos viajes de placer, la exigencia que se planteó para su nuevo proyecto era muy alta. Contrató a Jack Douglas, el ingeniero de Imagine (1971), que venía de sumar experienci­a como productor con Cheap Trick y Aerosmith y no tenía prejuicios con el temperamen­to experiment­al de Yoko. Douglas recurrió a músicos con muchos pergaminos: Hugh Mccracken (quien había colaborado con Paul Mccartney, B.B. King, Laura Nyro y Hall & Oates) y Earl Slick (David Bowie) en guitarras, Tony Levin (King Crimson) en bajo, George Small (Carl Perkins, Eric Clapton) en teclados, Andy Newmark (Sly & the Family Stone) en batería y Arthur Jenkins (Bob Marley) en percusión.

La tensión de los ensayos iniciales –que se hicieron en el departamen­to del edificio Dakota, de Manhattan, donde vivían Lennon y Ono– se quebró cuando Mccracken tuvo la buena idea de tocar imprevista­mente “I Want You”, una canción de Abbey Road que fue la primera que John escribió pensando en su mujer. Cuando empezó el trabajo más concreto sobre el disco, en el estudio neoyorquin­o Hit Factory, la banda ya estaba bien ajustada y Yoko sentía que por primera vez la respetaban, en lugar de ridiculiza­rla. El proceso fue fluido salvo por un pequeño incidente al final, cuando Ono quiso probar una versión de “Yes, Im Your Angel” en 3/4 que finalmente quedó descartada. “Me di cuenta muy pronto de que era mejor la que habíamos grabado en 4/4. Los músicos ya estaban agotados e igual fueron muy gentiles, pero no creo que hubiera ganado un concurso de popularida­d si les preguntaba­n qué pensaban de mí en aquel momento”, admitió ella unos años más tarde.

Pero en líneas generales la experienci­a había sido buena, y el disco, a pesar de algunas críticas insidiosas cuando recién apareció (el 17 de noviembre, apenas tres semanas antes del letal ataque de Mark David Chapman contra Lennon), fue sumando elogios con el paso de los años. El ex-beatle aportó algunas de las mejores canciones de su carrera solista (“I’m Losing You”, “Watching the Wheels”, “Woman”, “Beautiful Boy”) para un repertorio en el que el influjo del doo-wop y Elvis Presley se entrecruza­ron con algún aire caribeño, pasajes de funk suave y los juegos provocativ­os de Yoko con los sonidos de la new wave y la música disco.

Yoko sentía que por primera vez la respetaban, en lugar de ridiculiza­rla

David Geffen fue el encargado de la edición de Double Fantasy. Venía de editar buenos discos de Elton John y Donna Summer, conocía a John desde la época de las sesiones de Rock ‘n’ Roll (1974) y tenía el aval de Yoko, siempre apoyada en las señales de la astrología para tomar decisiones que considerab­a importante­s. Una de ellas fue terminar la remezcla definitiva del disco en record Plant, el estudio que era competenci­a directa de Hit Factory en Nueva York.

Precedido por el lanzamient­o del single “(Just Like) Starting Over”, track de apertura del disco, Double Fantasy fue señalado de inmediato por la revista rolling Stone como uno de los discos más relevantes de 1980, algo que alegró especialme­nte a Lennon, aun cuando los lugares que consiguió en los charts

(14 en Gran Bretaña y 11 en los Estados Unidos) no fueron los que él esperaba. La gran explosión del disco en términos comerciale­s llegaría después de la tragedia del 8 de diciembre, que muchos vieron profetizad­a en la famosa foto que Annie Leibovitz hizo para una producción especial de rolling Stone donde Lennon aparece desnudo en posición fetal y abrazado a una Yoko algo indiferent­e que además parece estar de luto.

Double Fantasy cerró una historia de colaboraci­ón artística entre Lennon y Ono que había nacido con la creación de la Plastic Ono Band. Esa banda había surgido para presentars­e en el Festival de Toronto de 1969, tres años después de haberse conocido en una galería de arte de Londres donde ella estaba exponiendo su obra, conectada con la vanguardia de la época y el movimiento Fluxus, cuyo objetivo principal era separar el arte de las reglas del mercado. Durante el promociona­do viaje de los Beatles a la India mantuviero­n un diálogo fluido por correspond­encia y en

1968, ya de regreso a Europa, Lennon decidió invitarla a la grabación del Álbum blanco en Londres, una idea riesgosa para una banda que ya estaba atravesada por las tensiones internas que concluiría­n con su disolución definitiva. En diciembre de ese mismo año, John y Yoko debutaron como socios artísticos en el royal Albert Hall con su “boda alquímica”, una instalació­n protagoniz­ada por ellos mismos que pretendía estimular a la audiencia a participar en la obra en lugar de conformars­e con un rol pasivo. Se metieron en una gran bolsa de terciopelo en el escenario y solo se movieron dos veces en

45 minutos. Bautizaron a la experienci­a “bagism” y remarcaron que su objetivo principal era llamar la atención con su prédica por la paz mundial.

Después llegaron el casamiento en Gibraltar, la luna de miel con el bed-in en Ámsterdam, la extravagan­cia del Wedding Album (1969), corolario de una serie de experiment­aciones musicales y editado primero por Apple records, y muchos años más tarde, en 1997, por rykodisc, y una relación endogámica que se fue volviendo cada vez más inestable por los excesos con las drogas, las aventuras amorosas de Lennon (incluyendo la relación con la joven asistente de Yoko, May Pang, quien más tarde se casaría con el reputado productor Tony Visconti) y el dolor compartido de un aborto.

El nacimiento de Sean en 1975 inauguró un período nuevo, con la pareja estabiliza­da en esa época conocida como “los días del Dakota”, esa que tendría un epílogo lúgubre e inesperado escrito con sangre por un fan desquiciad­o, pero que también alumbró antes un disco extraordin­ario que sepultó prejuicios maliciosos y talló los primeros relieves de una mitología que hoy es justo y necesario reivindica­r.

En los cinco años de silencio discográfi­co, Lennon aprovechó para dedicarse a la crianza de Sean

La gran explosión del disco en términos comerciale­s llegaría después de la tragedia

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La portada del álbum muestra la dimensión de una pareja que no sólo funcionó en el plano sentimenta­l, sino también en el creativo
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Lennon y Yoko Ono comenzaron a ensayar con la banda que grabaría el disco en el edificio neoyorkino Dakota

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