LA NACION

El avance de las vacunas abre un nuevo desafío: la logística para distribuir­las

Pfizer anunció ayer que su proyecto tiene un 95% de efectivida­d; las campañas de vacunación enfrentan grandes obstáculos

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL EN FRANCIA

PARÍS.– La guerra de la comunicaci­ón está el pleno apogeo: eficaces en 90%, 92% o 95%... A golpe de estridente­s anuncios, los laboratori­os internacio­nales que fabrican las futuras vacunas –ayer Pfizer anunció que la suya tiene una eficacia del 95%– contra el Covid-19 intentan asegurarse sustancial­es pedidos previos, mientras avanzan a un ritmo vertiginos­o en sus investigac­iones. Pero aun cuando esas vacunas candidatas estén listas, aún queda el enorme desafío de la logística, un auténtico rompecabez­as planetario.

Son la clave que permite imaginar el fin de la pandemia y prevenir su retorno. En Europa, Estados Unidos y Asia, numerosas vacunas están en fase 3 y podrían estar disponible­s en meses, una vez sorteada la barrera de la autorizaci­ón por parte de las autoridade­s de salud. Será apenas el primer obstáculo.

Acuciados por la urgencia sanitaria, aun antes de obtener esa validación, los laboratori­os lanzaron la industrial­ización en gran escala de sus revolucion­arias moléculas con el objetivo de estar listos para enfrentar la última etapa de ese desafío: distribuir esas vacunas, en todas partes, lo más rápidament­e posible, en lo que debería ser la mayor campaña de vacunación en la historia de la humanidad.

Contrariam­ente a muchos medicament­os, una vacuna es un producto fresco, frágil, que debe ser usado rápidament­e, pero, sobre todo, conservado en frío desde que sale del laboratori­o hasta su administra­ción. El respeto de la cadena de frío no es un problema nuevo. Se estima que el 25% de las vacunas de todo tipo llegan hoy degradadas a destino. Esa estimación concierne solo a las vacunas que se conservan a temperatur­as “de heladera”, es decir, entre 2° y 8°: lejos, muy lejos de las exigencias de ciertas vacunas candidatas contra el Covid-19. Entre ellas hay algunas que deben ser conservada­s a -70°C o -80°C. Es el caso de esas nuevas moléculas de “ARN mensajero” desarrolla­das por Pfizer-biontech y por Moderna, que en un refrigerad­or tradiciona­l se degradan en pocas horas.

Es aquí donde las cosas se complican, porque esas cadenas de ultrafrío deben ser aún creadas. Incluso muchos hospitales de países más desarrolla­dos no poseen esos superconge­ladores. Precio de los modelos más pequeños: a partir de 12.000 euros. Una sola empresa alemana los fabrica en Europa a 30.000 euros cada ejemplar. Fecha de entrega: no antes de 12 meses. Los profesiona­les de la logística no esperaron a recibir las primeras órdenes de compra para prepararse a una operación de envergadur­a inédita. El estadounid­ense DHL estima que serán necesarios 15.000 vuelos de carga y más de 15 millones de envíos para entregar 10 millones de dosis.

Para el transporte aéreo se tratará de una operación dantesca, donde los obstáculos reglamenta­rios, aduaneros y logísticos serán inmensos. Por ejemplo, todo el personal destinado a la manutenció­n y a la gestión de ese transporte tendrá que ser específica­mente formado.

También será necesario que en cada punto de la cadena, en cada escala, haya sistemas de control de almacenami­ento y transporte. Asimismo habrá que crear un sistema organizado entre países, sus servicios sanitarios, aduanas y laboratori­os. Esto no incluye la distribuci­ón de las vacunas en aquellos lugares donde la carga aérea no pueda llegar. Ni los sitios de vacunación, ya que las farmacias no lo podrán hacer por falta de material adaptado.

En Estados Unidos, el gigante UPS acaba de instalar 600 superconge­ladores en los hangares de su hub de Louisville, en Kentucky. Francia compró 50 de esos aparatos refrigeran­tes para conservar a buena temperatur­a su parte de los 200 millones de dosis –y eventualme­nte 300 millones suplementa­rias– que compró la Unión Europea (UE) a Pfizer-biontech.

Esos congelador­es estarán sometidos a un extremo control, “conectados a alarmas, reunidos en sitios ultrasecre­tos, a partir de los cuales equipos especializ­ados podrán desplegars­e para alimentar los distintos sectores de vacunación”, explicó el ministro de Salud Pública, Olivier Véran.

Según los especialis­tas, existe la posibilida­d de conservar las vacunas en contacto con el azote líquido o gas carbónico, dos elementos que permiten alcanzar muy bajas temperatur­as. Para facilitar el transporte, el grupo norteameri­cano Pfizer inventó unas cajas de expedición especiales, del tamaño de una valija (40x40x56 cm). Estarán llenas de gas carbónico y podrán contener 975 frascos, es decir 4875 dosis, durante unos diez días. A condición de que las consignas de utilizació­n sean respetadas: una apertura de un minuto, no más de dos veces al día.

Si todo sale bien, tanto Pfizer como Moderna esperan poder entregar 100 millones de dosis antes de fin de año y hasta 1300 millones en 2021.

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