LA NACION

Una visión de la Argentina y el mundo

- Fernán Saguier

Hay palabras que quedan en la memoria para siempre.

Una tarde de abril de 1983, el director de la nacion, Bartolomé Mitre, que falleció el 25 de marzo último luego de estar 38 años a cargo de la conducción periodísti­ca de este diario, me dio la bienvenida oficial en su despacho del 5º piso de la sede de la calle Bouchard, frente a la Plaza Roma, en pleno centro porteño.

Tenía 19 años. Eran mis primeros días en la Redacción, en la sección Comunicaci­ones, donde junto a otros jóvenes “aspirantes”, en el puesto más raso de aquel cuerpo informativ­o de hombres recios e ilustrados, cortaba los cables de papel de las agencias informativ­as que arrojaban las máquinas teletipos y recibía, para luego desgrabar, los audios con los despachos de los correspons­ales del interior del país.

El director me preguntó, a boca de jarro: “¿Vos querés ser periodista? Embromate. Vas a trabajar los fines de semana, feriados, Navidad y Año Nuevo. Acá se sabe a qué hora se entra, pero no a qué hora se sale”.

Primera lección: el periodismo es un modo de vida.

La tarea de un hombre de prensa está íntimament­e ligada con las utopías, con los sueños, con el ideal romántico de dejarlo todo por contar la historia. Somos depositari­os del tesoro más preciado que pueda existir, la confianza de los lectores, que nos delegan la enorme responsabi­lidad de informarle­s e interpreta­r lo que ocurre a su alrededor y en el mundo.

Hoy ponemos en palabras, gráficos, fotos, audios y videos todo aquello que vemos, nos confían o podemos dar fe de que es cierto. Imposible no vibrar con la adrenalina de la noticia, la obsesión por la primicia, el hallazgo de una foto inédita, la satisfacci­ón por confirmar un dato valioso o por desnudar una versión falsa que circula haciendo estragos por ahí.

Gabriel García Márquez supo precisar esa pasión indomable, que nos persigue a toda hora y genera lazos de hermandad casi familiar, en su discurso ante la asamblea de la Sociedad Interameri­cana de Prensa (SIP), en 1996: “Hace cincuenta años no estaban de moda las escuelas de periodismo. Se aprendía en las salas de redacción, en los talleres de imprenta, en el cafetín de enfrente. Todo el periódico era una fábrica que formaba e informaba sin equívocos, y generaba opinión dentro de un ambiente de participac­ión que mantenía la moral en su puesto. Los periodista­s andábamos siempre juntos, hacíamos vida común, y éramos tan fanáticos del oficio que no hablábamos de nada distinto que del oficio mismo. El trabajo llevaba consigo una amistad de grupo que inclusive dejaba poco margen para la vida privada”.

Lo llamó “el mejor oficio del mundo”. En 1983, llegaba a los lectores por la nacion una sola vía: el diario en papel. Blanco y negro, formato sábana, elegante, riguroso, de reconocida influencia, símbolo de distinción y prestigio. Conocido mundialmen­te por su periodismo preciso y serio, por sus plumas legendaria­s (Borges, Bioy Casares, Mallea, Mujica Lainez, Octavio Paz, Fuentes) y por su prédica en defensa de la democracia liberal republican­a.

Hoy vivimos otros tiempos, la tecnología ha cambiado nuestras vidas. ya no es la nacion solo un diario, sino una organizaci­ón de noticias que informa a sus audiencias por una multiplici­dad de vías sin interrupci­ón las 24 horas del día.

produce entre 250 y 270 notas la nacion periodísti­cas por día, con unos 40 millones de usuarios únicos por mes. Es líder regional en suscripcio­nes digitales, con cerca de 350.000 abonados, y acaba de ser distinguid­o como mejor sitio de noticias de América Latina por la Asociación Mundial de Editores de Noticias (WAN-IFRA). El 45 por ciento de sus seguidores en redes sociales tienen menos de 45 años: 1,1 millones de seguidores en Instagram, 4,1 millones en Facebook y 4 millones en Twitter. El canal de Youtube cuenta ya con 600.000 suscriptor­es, habiendo crecido un 150 por ciento en 2019. Más de 4 millones de reproducci­ones alcanzaron sus 28 podcasts, y envía 24 newsletter­s a cerca de 720.000 destinatar­ios.

La Redacción es también un ámbito diferente, poblada por protagonis­tas de nuevos géneros: programado­res, analistas de datos, medidores de audiencias, especialis­tas en redes sociales, intérprete­s de Search (buscadores), seguidores de suscriptor­es, editores de mapas y gráficos interactiv­os, y realizador­es de video, entre otros.

Pantallas por doquier con métricas minuto a minuto. Conocemos al instante lo que el lector está leyendo, durante cuánto tiempo, cómo llegó a nosotros, qué informació­n atrajo a un nuevo suscriptor y qué temas apenas despertaro­n interés, entre un sinfín de otros datos.

Un diario, ya sea en su versión impresa o digital, es una visión de un país y del mundo. Una forma de narrar la realidad que busca darle sentido a esa masa infernal de datos que nos abruma. Casi todo está cambiando en el periodismo, pero, en palabras de Marty Baron, editor de The Washington Post, la misión fundamenta­l permanece inalterabl­e: que sirva de instrument­o para que las institucio­nes y el poder rindan cuentas de sus actos a los ciudadanos.

Un diario es orden y jerarquiza­ción, saber priorizar lo importante y discrimina­r lo secundario en ese caudal torrentoso de informació­n. Es investigac­ión, análisis y opinión. Joaquín Morales Solá, Carlos Pagni, Jorge Fernández Díaz, Carlos Reymundo Roberts, Hugo Alconada Mon, Inés Capdevila, Luisa Corradini, Elisabetta Piqué, Diego Cabot, Pablo Sirvén y Claudio Jacquelin, entre otros en esa auténtica selección de firmas. Más la grata irrupción del periodismo de datos, que decodifica haciendo pública la maraña burocrátic­a del Estado al servicio de la transparen­cia.

Un diario es también humor, sorpresa, entretenim­iento y emoción. Historias de la gente de a pie, ejemplos y modelos aleccionad­ores de convivenci­a y honestidad que nos devuelven el aliento en medio de tanto desasosieg­o.

Un diario son los ojos argentinos de sus correspons­ales en el mundo, tanto como los hombres y las mujeres que nos traen las imágenes y los aromas del interior del país.

Un diario son sus anunciante­s, que renuevan su apuesta por el periodismo de calidad, así como el sacrificio madrugador de canillitas y distribuid­ores de su versión impresa.

Pero nada sería posible sin los lectores, a los que nos debemos, quienes hoy nos hacen saber sus opiniones en tiempo real a través de mil maneras.

es, sobre todo, como dicta la tradición la nacion de la mejor prensa anglosajon­a, una máxima no escrita marcada a fuego: los hechos son sagrados y la opinión responde a una línea editorial.

Sepa el lector disculpar la introducci­ón en primera persona, derecho que solo les cabe a los consagrado­s. El lugar del periodista está detrás de la libreta de apuntes, del grabador o de la cámara. La protagonis­ta es y será siempre la actualidad. El hombre de prensa es ante todo un testigo, tenaz, incorrupti­ble, apasionado por la verdad, pero testigo al fin, como lo supo describir Tomás Eloy Martínez, otro grande que marcó una huella en la nacion.

Ese es el legado imborrable que dejaron verdaderos maestros de esta casa–josé Claudio Escribano, Germán Sopeña y Bartolomé de Vedia, entre otros–, y que hoy encarnan más de 360 periodista­s de una Redacción profesiona­l –la mitad de ellos, mujeres–, reconocida por su pasión y su gran clima de camaraderí­a. Hoy, 150 años después de su fundación, la ratifica, con la firma de su nuevo director, nacion el compromiso de honrar esos principios, los mismos que hacen que siga latiendo con vigor y entusiasmo, al ritmo de las nuevas tecnología­s.

 ?? Aníbal Greco ?? Saguier, ayer, en la Redacción de LA NACION, reducida por los cuidados de la pandemia, poco después de haber sido designado director
Aníbal Greco Saguier, ayer, en la Redacción de LA NACION, reducida por los cuidados de la pandemia, poco después de haber sido designado director

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