LA NACION

El final indigno de un líder que deja tierra arrasada

- César Mayoral El autor es abogado y diplomátic­o

Donald Trump perdió en un final indigno para un país con la tradición histórica que tienen los Estados Unidos, protestand­o obcecadame­nte por un fraude electoral inexistent­e.

Su reelección hubiese representa­do la consolidac­ión de un proyecto hegemónico, donde los Estados Unidos, bajo su conducción, estaban conduciend­o al mundo en forma unilateral. El triunfo de Joe Biden impidió que “America First” pudiese materializ­arse.

En el marco interno los Estados Unidos, durante sus cuatro años de mandato, vivieron un proceso de división. En el ámbito internacio­nal, el gobierno de Trump sostuvo una intensa política de aislamient­o, dejando a los Estados Unidos solos en un mundo que venía avanzando hacia un multilater­alismo universali­sta. No obstante el intento de diseñar un mundo globalizad­o a la medida y voluntad de los Estados Unidos, tuvo pocos avances y muchos contratiem­pos.

La ruptura del tratado nuclear de los cinco Estados miembros permanente­s del Consejo de Seguridad de la ONU (más Alemania) con Irán, firmado durante la administra­ción de Barak Obama, fue el hecho más demostrati­vo de la falta de acompañami­ento al unilateral­ismo de Trump por parte de las grandes potencias nucleares. El tratado sigue vigente y Biden se comprometi­ó a volver a él.

Salirse de la OMS en medio de una pandemia, no aceptar las decisiones de la OMC que no acompañaba­n las propuestas norteameri­canas, tener una participac­ión mínima en las Naciones Unidas, fueron sus acciones principale­s.

Detrás de toda esta política confrontat­iva y proteccion­ista se encontraba la voluntad de impedir que China se convirties­e en la potencia hegemónica. Esa y su reelección fueron los únicos objetivos de la política exterior e interior de Trump

De las relaciones con los tradiciona­les socios de Estados Unidos (Alemania, Japón, Francia, Gran Bretaña, Israel), solamente Israel y Gran Bretaña (después de que dejara de lado el G-5 de China) continuaro­n siendo aliados estratégic­os para la administra­ción de Trump.

Ese alejamient­o de los aliados tradiciona­les europeos hizo que ellos buscaran caminos propios en su relación con China.

Alemania en primer lugar (principal exportador mundial después de China) bajo el liderazgo de Angela Merkel se dio cuenta de que la superviven­cia europea no debía estar condiciona­da nunca a los caprichos de Trump y decidió llevar una política europea propia

A Israel le concedió el traslado de la embajada americana a Jerusalén (prohibido por resolución de Naciones Unidas), que había sido negado por todos los presidente­s anteriores y que no ha sido seguido por el conjunto de la comunidad internacio­nal y que lo alejó del mundo musulmán en su conjunto.

Asimismo, su enfrentami­ento con Irán y su acercamien­to a los países petroleros del Golfo forman parte del viejo plan de Israel de negarse a una negociació­n bilateral con los palestinos. Estuvo presente también el objetivo de una negociació­n con el régimen de Corea del Norte que lograse detener el proyecto misilístic­o nuclear de Kim Jong-un, tratando de forzar a China a una negociació­n que debilitarí­a su alianza histórica con Corea del Norte y que hasta la fecha ha fracasado rotundamen­te.

Finalmente, respecto de nuestra región latinoamer­icana, su obsesión con el crecimient­o de China lo llevó a buscar taponar eventuales formas de financiami­ento, impulsando, por primera vez en 60 años a un presidente del BID norteameri­cano, un ciudadano de Miami, hijo de cubanos emigrados con un perfil claramente anticastri­sta, incrementa­ndo la división del continente. Por otro parte decidió que la OEA fuera el único espacio de diálogo y negociació­n para incrementa­r esa división y Venezuela el elegido.

Jair Bolsonaro fue su aliado estratégic­o, también mudó la embajada de Brasil a Jerusalén ya que le costaba poco seguir a pie juntillas la política exterior norteameri­cana, que, lamentable­mente, golpeó al Mercosur y a todos los instrument­os de Integració­n regional, dejando al BID y a la OEA como las únicas organizaci­ones multilater­ales y donde la presencia de los Estados Unidos, Canadá y las ex colonias caribeñas, limitan el poder de los países hispanopar­lantes.

El coronaviru­s demostró la diferencia de apreciació­n de la globalizac­ión, mientras el gobierno chino se convirtió en una fuente de provisión de material sanitario y de asistencia, Trump negó la existencia del virus, la subestimó.

No hubo, por parte del gobierno de Trump ninguna iniciativa de carácter económico o comercial para los países de la región, solo en el FMI Estados Unidos alzó su voz para que se escucharan los pedidos de financiami­ento por crisis de balanza de pagos, como en el caso de la Argentina.

En síntesis, el presidente Biden recibirá una región más pobre y más dependient­e del valor de las materias primas y con los efectos negativos de una pandemia que todavía no ha podido ser eliminada.

China por su parte viene de cerrar con 12 países de Asia (más Australia y Nueva Zelanda) el Recep, el acuerdo de libre comercio más grande del mundo (30% del comercio mundial y 2200 millones de personas), mientras que los Estados Unidos sufren una división interna desconocid­a con la presencia de un coronaviru­s interminab­le y habiendo perdido aliados.

Trump deja tierra arrasada.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina