LA NACION

River se reconforta en los triunfos, pero sigue sin tener la guardia alta

Lejos de su mejor versión, otra vez la pasó mal con Banfield, aunque ahora salió airoso; mientras gana, piensa en cómo volver a ser

- Ariel Ruya

No le sobra nada a River. No tiene magia, no tiene inventiva y suele sufrir inesperado­s contratiem­pos en la última línea, sea con tres, con cuatro o con cinco integrante­s. Pero tiene una virtud poderosa, incuestion­able: cuando se inspira, cuando se asocian un par de intérprete­s con clase y hasta cuando se nutre del laboratori­o, se impone. No arrolla, pero supera al adversario a punto tal de reducirlo a migajas. Banfield fue mejor en buena parte del desarrollo, pero no supo cómo, con qué ganarle al gigante adormecido. Y lo pagó con una derrota inesperada, la primera en esta copa. River suma tres victorias seguidas, todo un síntoma de su jerarquía, aun cuando no llena los ojos de fútbol.

River fue un equipo previsible, entrado en años. No tuvo la picardía, la energía de los jóvenes, sólo excluidos en algunas estocadas, por Alvarez y Ferreira, que amaga tanto como no termina de explotar. El DNI de la mitad del equipo millonario refleja mejor esta síntesis: Bologna tiene 38 años; Casco, 32; Pinola, 37; Ponzio, 38, y Pratto, 32 años. En realidad, sólo los defensores son habituales titulares y con otro perfil: Casco se siente más cómodo por el sector izquierdo y Pinola prefiere ser arropado en una línea de cuatro. Esta vez, Gallardo no sólo incluyó una mayor dosis de experienci­a: también cambió la estantería. Pasó del 4-3-3 que le dio más incertidum­bre que audacia y se inclinó por un elástico 3-5-2. El problema no fue el dato numérico, sino la incapacida­d. No tuvo sorpresa, movilidad. El ingreso de Carrascal (luego, expulsado por un exceso que le puede costar caro) y, sobre todo, la salida de Pinola, resultaron todo un símbolo.

Con la camiseta número 10, Nacho Fernández no fue el cerebro. Recuperado de un desgarro, con la necesidad de sumar minutos para los desafíos que vendrán, se mostró estático, apagado, una suerte de intrascend­encia impropia en una figura de su clase. Es un llamado de atención que se replica: desde el regreso del fútbol, duel la pandemia, no tiene el juego sagrado ni la dinámica que son sus marcas de base.

River lo precisa con la necesidad del agua fresca: si no funciona Nico de la Cruz, River es un equipo repetitivo, que entra dócil dentro del embudo defensivo de cualquier adversario. Hasta que en una arremetida, de zurda, encontró la apertura del marcador. lo sugestivo es cómo lo gritó: con bronca, primero, energía positiva, después. El grito, tal vez, le devolvió el alma al cuerpo a un jugador imprescind­ible en casi todo el proceso del Muñeco.

la cabeza, el cuerpo derive restá en otra sintonía, más prestigios­a, como la nueva aventura en la Copa libertador­es. Este martes, se encontrará con Paranaense, por los octavos de final. Y en el mientras tanto, juega en el experiment­o doméstico, prueba, ensaya, se equivoca y, de vez en cuando acierta. El adversario fue uno de los mejores en este tramo del año: Banfield es aplicado, combativo y peligroso.

Como Payero, Galoppo, Fontana y en el tramo final, Urzi: jóvenes promesas convertida­s en realidad, creadas en las inferiores. El intérprete mejor, sin embargo, era Mauricio Cuero, el colombiano que había recuperado lo mejor de su juego, pero que debió salir cerca del final del primer tiempo por un desgarro que hasta le provocó lágrimas. Al rato, la salida de Arboleda (una infracción de Pinola) mareó un poco a Banfield; Facundo Altamirano fue a ocupar el arco. El equipo local podría haber marcado la diferencia, por un penal que lollo le dio con alma y vida rumbo a las nubes. la infracción fue una distracció­n impensada de Ponzio.

En el primer encuentro, en Avellaneda, Banfield le dio una lección táctica a River, más allá del triunfo por 3 a 1. Anoche, River volvió a sentirse ahogado de a ratos, por la dinámica asfixiante del Taladro. Sufrió en el área propia y no disfrutó en la ajena. Sellado el 1-0, ingresaron tres titulares en el tramo final, como Pérez, Suárez y Borré y el equipo fue más armónico, con otra sintonía, más fina. Banfield lo complicó hasta el final, como un cabezazo espectacul­ar de Galoppo que Bologna, otra vez decisivo, envió al córner.

Sin embargo, el poder de fuego de River disimula todos los desatinos y en un salto demoledor, Rojas selló la victoria, a la salida de un córner. River gana, mientras piensa cómo volver a ser.

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Mauro alfieri / pool argra Nacho Fernández volvió con un gol

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