Tyson vs. Jones: una bomba de tiempo en cuenta regresiva
El estadounidense Mike Tyson tiene 54 años y una prolija barba blanca. Su cuerpo recuperó parte de la musculatura que portaba aquel noqueador insaciable de los dorados 80, pero su lengua y su verborragia siguen forcejeando en la construcción de una obra descalabrada, irrisoria y –a veces– inmoral. A siete días de su espectáculo de exhibición –definición técnica y legal de lo que realizará el sábado próximo– ante su compatriota Roy Jones, en el Staples Center de Los Angeles, su regreso al cuadrilátero constituye algo semejante a desactivar una bomba de tiempo en su conteo regresivo.
Tyson, dedicado a la comercialización industrial de cannabis en territorio californiano, ocupó sus memorias recientes exponiendo sus cualidades evasivas a los controles antidoping de todo tipo de estimulantes: humos, yuyos y pastas. Y todo esto, se archivó en el tratamiento y el andar de las noticias, como simples anécdotas sin ningún tipo de reflexión, rechazo u objeción. Sobre todo, para analizar qué daños o talento – aún– mantiene su materia gris y su cuerpo.
Tras todo este relato de mugre y trampa pugilística, apareció el Consejo Mundial de boxeo (CMB) y ofrendó un cinturón de honor en disputa y un fallo extraordinario que en modo “cibernético-virtual”
darán tres de sus jurados, desde distintos países. Esto quizás estimule la venta de PPV del match – abono pago en los hogares a 50 dólares – por la novedosa señal Fite TV, sin mucho suceso hasta el momento. Es algo así como
agregar nafta en pleno incendio. Ninguna de las tres restantes organizaciones mundiales reconocidas universalmente (AMB-FIB-OMB) se vinculó a éste evento ni propusieron reglamentación alguna.
Los medios idóneos internacionales ignorarán la cuestión puntuable en éste desafío –sin consideración estadística legitima– pactado a 8 rounds de 2 minutos cada uno y sin cabezal protector en los atletas. Aspectos distantes de las leyes habituales en estas competencias que será supervisada, bajo responsabilidad civil y penal de la Comisión Atlética de California, que sólo priorizó todo aquello que aumentase el ingreso arancelario por habilitaciones. No habrá público y tampoco mucho sentido común.
Roy Jones tiene 51 años y fue un boxeador activo hasta 2018. Ganó cuatro coronas mundiales, desde mediano a pesado, entre 1993 y 2004, y es una figura conocedora de este oficio. El presidente Vladimir Putin le otorgó la nacionalidad y el pasaporte ruso, cobijándolo un buen tiempo en su país para inculcar a los caucásicos su muy buena técnica combativa. Fue por más de una década uno de los comentaristas de HBO y es portador de una riqueza técnica y estratégica admirable. Es un interrogante saber cuál será su comportamiento cuando suene la campana en el inicio de “Leyends only League”, un liga patentada por Mike Tyson.
Desde aquel mordisco histórico que mutiló parte de la oreja izquierda de Evander Holyfield, el 28 de junio de 1997, Tyson no aportó nada positivo a este deporte. Lo usó para justificar, en las miserias de este negocio, gran parte de las falencias de su vida ocasionadas por agentes externos al ring y los guantes. La gran expectativa que produce la exhibición: “Tyson vs. Jones” es contemplar qué dominio de su temperamento y raciocinio conserva “El hombre de hierro” sobre un cuadrilátero. Debiera ser una fiesta, pero deducimos que puede ser una bomba de tiempo que reclama tratamiento y paliativos a una semana de su puesta en escena.