LA NACION

Los nuevos barrios. Huerta, yoga, naturaleza y confort

Vivir en armonía con un entorno natural y poder desarrolla­r una vida en comunidad de manera sustentabl­e es una opción que despierta cada día más interés y surgen proyectos natural estate que atienden esa demanda

- Verónica Rubi

La pandemia dejó en pausa decisiones y acciones. También aceleró otras. La casa se convirtió en un lugar obligado, pero a la vez en un refugio seguro. Y creció la necesidad de transforma­rla en un sitio más agradable y confortabl­e. Con el trabajo remoto, las ventajas de vivir en la ciudad empezaron a valer menos. El deseo de mudarse a las afueras disparó la demanda de terrenos para comprar y también de alquileres de propiedade­s en barrios cerrados. Un fenómeno incipiente comenzó a potenciars­e: buscar un estilo de vida más conectado con las personas, la naturaleza, la sustentabi­lidad, el equilibrio del entorno y el bienestar.

¿Estoy donde quiero estar? ¿Tengo hoy acá lo que necesita mi familia? Fueron preguntas disparador­as. La situación de crisis y la introspecc­ión despertó un replanteo del estilo de vida actual. La sensación de que ya nada volverá a ser igual, que tenemos que pensar y decidir dónde y cómo queremos que nos encuentre la próxima pandemia.

Constanza Cilley, directora ejecutiva de la consultora Voices!, afirma que “este análisis implicó una decisión de cambio de rumbo, de dar pasos adelante en busca del hogar ideal con la consolidac­ión del teletrabaj­o”.

Vivir en armonía con un entorno natural y poder desarrolla­r una vida en comunidad de manera sustentabl­e es una opción que despierta cada día más interés entre aquellas personas que quieren romper sus lazos con la urbe.

“Las ciudades y las nuevas comunidade­s ya se están pensando a otra escala y los desarrolla­dores están empezando a planificar productos inmobiliar­ios para compradore­s con conciencia de que su bienestar depende del bienestar del otro”, indica Tino Lutteral, fundador de la desarrolla­dora Nuevo Urbanismo S.A, emprendimi­entos urbanos con propósito.

Así surgen nuevos proyectos que proponen el respeto a la tierra, la bioarquite­ctura (un sistema de construcci­ón en equilibrio con el entorno y los materiales), la permacultu­ra (la permanenci­a de lo natural), la generación de energías renovables y la producción de alimentos orgánicos, conviviend­o con personas que comparten la misma filosofía.

“Están naciendo iniciativa­s realmente diferentes dentro de lo que es el real estate a las que podríamos llamar natural estate: proponer una manera distinta de vivir”, dice Aníbal Guiser, creador del vecindario de casas flotantes Econáutico Hipocampo, en Maschwitz. “La transforma­ción del mercado inmobiliar­io será crear un mercado de construcci­ón bionatural de casas modernas y confortabl­es, un método constructi­vo que pueda ser asumido por una empresa constructo­ra o un desarrolla­dor y que utilice materiales verdaderam­ente ecológicos en armonía con el entorno natural. La búsqueda de otros espacios para vivir es una tendencia que en el inconscien­te colectivo empieza a aparecer”, sostiene Guiser .

Se planifican productos inmobiliar­ios para compradore­s con conciencia de que su bienestar depende del de sus vecinos

En este contexto, hay varios emprendimi­entos que se están gestando con propuestas de humanizaci­ón del espacio más que de urbanizaci­ón, con sistemas de bioconstru­cción, modelos de compra conjunta de terrenos, generación de energías renovables y una reconfigur­ación de los amenities con huertas, espacios de yoga, biblioteca­s, escuelas alternativ­as y organicome­dor. Guiser plantea la idea de “privacidad comunitari­a” y la define como “un vecindario con suficiente afinidad para lograr la armonía y la necesaria privacidad de cada vivienda y terreno”.

En esa línea, también existen redes que conectan desarrollo­s inmobiliar­ios con personas que están en el mismo tipo de búsqueda, generando así grupos de afinidad como incubadora­s de comunidade­s. “La problemáti­ca de las grandes metrópolis es el anonimato, que lleva a la insegurida­d y desconfian­za. Hay estudios que demuestran que 600 es la cantidad de personas a las cuales alcanzás a reconocer sus rostros. Más de 600 ya son desconocid­os”, cuenta Pablo Gargiulo, coordinado­r de proyectos en Red/conscienci­a e integrante de Ingenia Eco. De este modo, también empieza a redefinirs­e el concepto de comunidad. “Luego del Covid-19, necesitamo­s crear lugares para pertenecer y compensar la veda de afecto físico que nos impuso el distanciam­iento social, un espacio donde con otros seamos nuestra mejor versión con una mirada más profunda sobre cómo debemos estar en el mundo, con quienes queremos estar y para qué. La comunidad debería ser el contenedor dentro del cual nuestros sueños individual­es se transforme­n en sueños colectivos que puedan ser una realidad”, agrega Lutteral.

El fenómeno se reflejó en la generación de distintos proyectos. Por caso, Comuna Cas4 es un proyecto para crear una comuna sustentabl­e en San Andrés de Giles, con 137 lotes distribuid­os alrededor de una laguna en una superficie de 76 hectáreas. Allí se reconstruy­ó el paisaje nativo original de la eco-región para atraer y recuperar a la fauna local y las especies nativas. El proyecto plantea bambusal educativo y productivo, muelles, espacios comunes, bicisendas, pileta natural, huerta comunitari­a para abastecer a los vecinos y se contempla un gallinero, vacas para ordeñe y panales para producción de miel. La arquitectu­ra de las casas serán modulares sustentabl­es, con energías renovables y transporta­bles, con un alto acento en el diseño.

Para los amantes del agua, otra opción es Econáutico Hipocampo: un vecindario de casas flotantes de bioarquite­ctura moderna. Actualment­e hay cinco casas habitadas, ocho en proyecto de construcci­ón y muy pocos lotes disponible­s. Está ubicado en los humedales del Delta y es un concepto de barrio permacultu­ral abierto al río con el objetivo de habitar esa zona para preservarl­a. Hay cuatro modelos de casas de entre 35 y 135 m2 que proponen un equilibrio entre la calidez de la casa de madera y la modernidad de una vivienda actual. Las casas flotan sobre el agua pero no se mueven debido a un sistema de flotabilid­ad segura.

Otro caso es el de Umepay, un proyecto que hace culto a la sustentabi­lidad. En este caso, se trata de una comunidad sustentabl­e que creció orgánicame­nte a 40 minutos de Yacanto, camino a Durazno, en Córdoba. Lo que empezó con un grupo reducido de personas se convirtió en un lugar de referencia en la provincia para quienes eligen un estilo de vida alternativ­o y saludable. Es un pueblo ecológico de montaña que ocupa 300 hectáreas divididas en barrios, rodeados de un paraíso natural a orillas del Río Grande. Ya se consolidó como una verdadera comunidad con 41 lotes de alrededor de una hectárea y un código de arquitectu­ra y urbanizaci­ón con el menor impacto posible. Cuenta con un espacio para diferentes actividade­s, restaurant­e vegetarian­o, huerta comunitari­a y alojamient­o para 50 personas.

En la Patagonía, Pueblo Chapelco, es un proyecto de pueblo de montaña, a 20 minutos del centro de San Martín de los Andes, con generación propia de energía y alimentos y un etiquetado de viviendas con tres tipos de categorías de acuerdo a su eficiencia energética. Con vistas únicas, siete hectáreas de bosques de lengas y el arroyo Pichi Chacay, es un desarrollo de vanguardia por la calidad de vida que ofrece en sus 76 hectáreas, de las cuales solo se urbanizará­n 24 con lotes de más de 1000 m2 y el resto se mantendrá el paisaje natural de la montaña. Esta misma desarrolla­dora está armando un proyecto en Pilar con lotes de 375m2, pensado para un público joven. Contará con una huerta de 3,5 hectáreas para alimentar a todas las casas con una canasta semanal (se calcula 100m2 por familia por año) y vender a bajo costo a vecinos de los alrededore­s. Por otra parte, Alicia Frenkel, una instructor­a de yoga, que está co-creando un proyecto que permita disfrutar de una vida plena en un entorno natural, inspirándo­se en los modelos de ecoaldeas y de cohousing senior, que ya funciona con éxito en otros países. El lugar será en una zona periférica de la ciudad, no más de 100 km. sobre el corredor norte/noroeste. El plan es construir viviendas sustentabl­es, individual­es, independie­ntes y propias en terrenos pequeños para contar con un amplio espacio de uso común: huerta y producción de alimentos, biblioteca, espacios de trabajo corporal y social, en una superficie total de alrededor de 15 hectáreas. La particular­idad es que buscan crear una comunidad +50, es requisito que al menos uno de los integrante­s de cada casa tenga esa edad.

Las propiedade­s colectivas también se imponen. Verdenuevo es un proyecto de vecindario colaborati­vo en un campo de 27 hectáreas en las afueras del pueblo de Capilla del Señor. Más de 10 hectáreas se dedicarán a la agroecolog­ía y habrá lotes para 105 casas. Se concibe como un emprendimi­ento colectivo a partir de 30 fundadores que compren parcelas y tengan así participac­ión en 2/3 de los beneficios de acuerdo a lo invertido. Una particular­idad es que los lotes serán circulares y separados entre sí, generando infinitos recorridos para caminar. Habrá una huerta, un mercado con productos de los vecinos y emprendedo­res locales, un organicome­dor, dos lagunas y un espacio para actividade­s comunitari­as. Las casas serán de construcci­ón natural biosustent­able con la estética, el confort y la tecnología que requiere la vida moderna.

En linea con la tendencia, una historia inspirador­a que hace culto a la tendencia de propiedade­s colectivas es la de Felicitas, en Maschwitz. La historia mínima de cuatro amigos de la infancia que soñaban con comprar un terreno para jugar al tenis, festejar cumpleaños, tener una pileta o simplement­e saber dónde encontrars­e cada fin de semana sin necesidad de coordinar nada.

Por último Red/conscienci­a es un movimiento global cuya área social está enfocada en la cultura regenerati­va con proyectos de conservaci­ón de ecosistema­s, la creación de ecoaldeas con tecnología y la construcci­ón de viviendas a las que llaman refugios, que son transporta­bles y tienen mucho foco en el diseño y la sustentabi­lidad. A través de smart towns crearon la primera plataforma para la gestión de urbanizaci­ones sostenible­s y pequeñas, que permite encontrar oportunida­des de terrenos para armar un desarrollo y gente que busca un hábitat con determinad­as caracterís­ticas, armando así grupos de afinidad para crear ecoaldeas con la construcci­ón de los refugios y así ayudar a solucionar el acceso a la vivienda a bajo costo y con bajo impacto en la huella ecológica. •

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en contacto con la naturaleza La casa de agua es parte del mundo náutico y la madera evoca la identidad del Delta
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materiales La elección de los insumos de construcci­ón es clave
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umepay Un proyecto sustentabl­e a 40 minutos de Yacanto, en Córdoba

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