LA NACION

El pacto urgente que necesita el Presidente

Entre las inquietude­s del FMI y el desorden dentro del oficialism­o, crece la necesidad de recomponer el vínculo con Cristina Kirchner; el riesgo de desaprovec­har una perspectiv­a de repunte para la región en 2021

- Martín Rodríguez Yebra.

En casi un año de mandato, el espíritu acuerdista que Alberto Fernández ofrecía como su rasgo distintivo resultó estéril para atraer a la oposición y a los empresario­s a una mesa de diálogos fructífero­s. Devaluado, como casi todo en este año oscuro, el desafío de Estado para el Presidente ya no es el “gran acuerdo nacional”, sino un módico pacto con los propios.

El Frente de Todos se tomó demasiado en serio su nombre. Los sucesos políticos ocurren sin una fuerza que los discipline y a menudo en contra de los intereses del Gobierno. La voz (o la letra escrita) de Cristina Kirchner aturde, pero tampoco ordena. Ella optó por tomar distancia y empujar su agenda personal. Sergio Massa construye una carrera paralela. La CGT amaga con mostrar los dientes. Afloran las peleas subterráne­as por el botín peronista en el conurbano.

La falla de origen de un presidente elegido por su vice empieza a convertirs­e en un ancla pesadísima para la recuperaci­ón económica. El equilibris­mo que ejercita Fernández conspira con el objetivo de revertir las expectativ­as. Las señales de orden fiscal que envió Martín Guzmán se neutraliza­n con la fiesta por el impuesto a la riqueza. El capital se ajusta al contexto, pero huye de la incoherenc­ia. La hipótesis de romper con el kirchneris­mo duro tampoco aparece viable porque dispararía los riesgos de una crisis institucio­nal.

La misión del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) aludió con diplomacia a este nudo político cuando pidió un “amplio consenso político y social” para el acuerdo que se teje con el Gobierno para patear hacia adelante los pagos del préstamo de 44.000 millones de dólares que gestionó la administra­ción Macri.

Un primer atisbo de consenso en el oficialism­o asume la urgencia de un acuerdo entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner sobre el rumbo a seguir en lo inmediato. Por mucho que el Presidente diga que la relación entre ellos “está perfecta”, la vicepresid­enta se encarga a diario de exhibir su descontent­o con su criatura electoral.

Con ella en El Calafate y él en Chapadmala­l, crecieron las versiones durante la semana de la preparació­n de un encuentro entre ambos después del feriado. Una cumbre que envíe un mensaje público de reconcilia­ción después de una pelea nunca admitida. ¿Ilusiones palaciegas? El pragmatism­o es un rasgo que Cristina deja emerger solo en los momentos críticos.

Cristina y el pragmatism­o

La vicepresid­enta, desde su retiro patagónico, ha mantenido consultas con economista­s, analistas y empresario­s sobre el futuro inmediato del país. Recibió también informes de sus delegados en el Gobierno y del propio Guzmán sobre la misión del FMI. Una mirada coincident­e refiere a la enorme oportunida­d que se abre para América Latina de cara a 2021 a partir de la pospandemi­a. Así como fue la región cuya economía resultó más dañada por el virus, tiene una enorme probabilid­ad de despegue virtuoso cuando la emergencia sanitaria ceda.

Los resultados positivos para los valores argentinos en las últimas semanas responden mucho menos a las señales (positivas o negativas) que emitió la conducción política del país que a noticias internacio­nales que anticipan el mundo que viene.

Primero que todo, la evolución de las vacunas. Los resultados positivos en la fase III, sobre todo en los casos de Pfizer y Moderna, permiten pensar en que la inmunizaci­ón global avanzará en el primer semestre del año que viene con fuerza suficiente para permitir un impulso rápido de la actividad económica.

Asociado a eso, un aumento del consumo en China mueve hacia arriba los precios de los alimentos. Los niveles que alcanzó la soja esta semana –por encima de los 430 dólares por tonelada– podrían ser un piso de cara a 2021.

El otro gran impulso para la región fue el triunfo de Joe Biden en Estados Unidos, que anticipa una política monetaria de abundante liquidez y una política comercial menos agresiva que la de Donald Trump.

La combinació­n de dólar débil, commoditie­s a precios altos y perspectiv­a de inmunizaci­ón relativame­nte rápida configuran un viento de cola posible para los países de la región. Brasil, pese al tremendo desastre sanitario, ya empieza a experiment­ar mejoras en sus proyeccion­es económicas de corto plazo.

La gran incógnita que se llevaron a Washington los enviados del FMI es si la Argentina –experta en culpar al mundo por sus fracasos– será capaz de aprovechar un contexto que asoma al fin favorable.

La vocación de cerrar un acuerdo de facilidade­s extendidas existe de ambas partes. Pero requiere un compromiso concreto de disciplina fiscal y reformas estructura­les que sea aprobado por el Congreso. Y solo será sustentabl­e con reglas que enciendan los motores de la inversión y las exportacio­nes, hoy atrofiados con regulacion­es, amenazas y asfixia impositiva.

“Cuando el Fondo habla de acuerdo amplio, habla de las mayorías parlamenta­rias necesarias, no de unanimidad. Es un eufemismo para decir que lo aprueben Cristina y su grupo”, traduce un empresario que estuvo reunido con los burócratas del organismo.

Festejos en lugar de protestas

El show de esta semana en la Cámara de Diputados no ayuda a los optimistas. La aprobación del impuesto a las grandes fortunas fue un fenomenal dispendio de credibilid­ad política para el equipo económico a cambio de un poco de capital simbólico para Máximo Kirchner y el cristinism­o. Lograron que haya marchas y festejos en lugar de protestas por el ajuste de las jubilacion­es que le tocó defender a la camporista Fernanda Raverta.

El Gobierno fue espectador de un debate que no propició. En la Casa Rosada se lamentaban en silencio por el momento de aprobar el artilugio de Máximo y Carlos Heller. Saben que muy probableme­nte el proyecto alumbre un tributo fantasma. Ya sea por la lluvia de amparos por doble imposición (al gravar patrimonio­s ya alcanzados por Bienes Personales) o por una “rebelión fiscal”, como anunció pocos días antes de morir trágicamen­te el banquero Jorge Brito. La inercia que lleva el proyecto impide pensar en que Cristina Kirchner vaya a frenarlo en el Senado o que Fernández vaya a vetarlo. Pero hay gestiones para moderarlo en la reglamenta­ción y pasar página antes de la negociació­n final con el FMI, que ya se posterga para febrero o marzo.

La necesidad de un alineamien­to entre el Gobierno y el Congreso dominado por Cristina se siente también en el conflicto por el procurador general. La defensa explícita que hizo Fernández de su candidato, Daniel Rafecas, no alcanzó para detener el avance del proyecto de los senadores oficialist­as para cambiar el método de elección del jefe de los fiscales.

Al bajar el requisito a mayoría simple (en lugar de dos tercios), invalidan el acuerdo con la oposición que reclama Rafecas para asumir con una pátina de independen­cia. El dictamen aprobado mantuvo la mayoría agravada para remover al procurador, como un gesto para conseguir que pase en la Cámara de Diputados con la ayuda de aliados lábiles. Pero es una operación incierta. Lo único seguro es que envía un mensaje de insegurida­d jurídica en un país necesitado de estabilida­d.

La paz cambiaria disimula la sensación de emergencia, a costa de tomar deuda cara. Los baches ya se ven en el camino. La inflación muestra signos alarmantes antes de que se descongele­n las tarifas. La emisión incesante sumará una presión fuertísima a partir de enero, antes del momento clave de las negociacio­nes con el FMI.

Guzmán sigue trabajando en un plan de estabiliza­ción con baja de déficit, fin de programas asistencia­les, reforma previsiona­l y algún tipo de legislació­n con nombre cándido que ejerza de reforma laboral.

La duda que se proyecta hacia adelante es si tendrá apoyo político para ajustar en un año electoral. ¿Podrá Alberto Fernández pasar de pantalla, del equilibrio al liderazgo? o, al menos, ¿tendrá Cristina Kirchner otro fogonazo de pragmatism­o como el que la llevó a desistir de la candidatur­a presidenci­al cuando las encuestas le dictaminab­an una derrota segura?

El riesgo latente es que el viento de la recuperaci­ón empuje a los vecinos y deje en tierra a la Argentina con su festival de impuestos y revolucion­es retóricas.

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