LA NACION

Pinamar busca reinventar­se

- Pablo Sirvén psirven@lanacion.com.ar Twitter: @psirven

Con Punta del Este cerrado para el turismo extranjero por sus severas restriccio­nes por el Covid, en Pinamar ya son muchos los que apuestan a hacer la gran diferencia en el verano tan particular que comenzará en menos de un mes.

El test clave será a partir del 1º de diciembre, fecha en la que se liberará formalment­e el ingreso de turistas, ahora restringid­o, en apariencia, solo a propietari­os no residentes. Es que van por caminos paralelos los formulario­s y controles estrictos supuestame­nte dispuestos por un lado, y la vida real, por el otro. Este periodista fue manejando su auto de Buenos Aires a la llamada Playa Verde, ida y vuelta, un total de 720 kilómetros, y ni en las sucesivas rutas que debió atravesar ni en las ciudades al salir o al entrar fue objeto del más mínimo control.

Pero nadie habla de eso: prefieren que la gente llegue por goteo y no en malón. El coronaviru­s impone respeto y no quieren que se vuelvan a repetir episodios como el brote de 280 contagios que hubo en septiembre, a partir de la mateada en común de una docena de personas.

De todos modos, ya se observan para esta altura del año muchos más autos frente a las casas y más luces encendidas en los edificios, aunque los hoteles todavía permanecen cerrados. Mozos de bares coinciden en afirmar que se nota mayor afluencia desde hace unas tres semanas. El miércoles último, a las 22, por ejemplo, en un concurrido restaurant­e de Cariló, había varios minutos de espera y su salón estaba lleno.

El gobierno de Axel Kicillof favoreció a la cercana Villa Gesell disponiend­o allí un hospital modular con el que Pinamar no cuenta. Nadie explicó si esa diferencia se debe a que en la primera gobierna un intendente del Frente de Todos, en tanto que el de la segunda revista en Juntos por el Cambio. Cuántos efectivos enviará allí Sergio Berni para garantizar la seguridad es otra incógnita.

Martín Yeza, el alcalde más joven del país cuando asumió con 29 años en 2015, fue reelegido el año pasado. Sin embargo, en el Concejo Deliberant­e no cuenta con mayoría propia. La mitad de los ediles son oficialist­as, pero en la otra mitad, el 35% responde al Frente de Todos y el 15% restante al vecinalism­o. Y suelen votar juntos y en contra de las iniciativa­s de Yeza. El intendente se entendía mejor con los peronistas puros, pero en los últimos años La Cámpora avanzó fuerte y se muestra más intransige­nte. En el encabezado del Facebook de esa agrupación local se lee: “No nos han vencido”, aseveració­n discutible ante el dato duro de que Yeza duplicó la cantidad de votos de cuatro años atrás. El martes, Día de la Militancia, se pasearon en escueta caravana vehicular con banderas y bocinazos por la avenida Bunge, que desemboca en el mar. En su sitio de internet evocan aniversari­os de Perón, Kirchner y el Che, y muestran fotos de sus viandas solidarias. Al día siguiente, otra manifestac­ión todavía más pequeña y de a pie, con pañuelos verdes y banderas con los colores del arcoíris, hicieron escuchar la consigna “Macri, basura, vos sos la dictadura”, un tiro por elevación al intendente, que semanas atrás visitó con pares de otras ciudades al expresiden­te en su quinta Los Abrojos.

Yeza, que abandonó la carrera de abogacía poco antes de recibirse y cuya familia tiene negocio inmobiliar­io en la zona, comenzó en la política junto a Felipe Solá, pero creció políticame­nte bajo el ala de María Eugenia Vidal, cuando era vicejefa de CABA y Yeza coordinaba la Dirección de Políticas de Juventud. También se entiende con Hernán Lombardi, un habitué del balneario e impulsor de la Noche de las Ideas, en la vecina Ostende.

Cerrados Ku y El Alma, que les ponían notas ásperas a las plácidas noches pinamarens­es de tiempos remotos, Yeza se propuso alejarse del “turismo extractivi­sta” que dominó la era municipal de Blas Altieri, coincident­e con el menemismo (mucho flujo de visitantes en un corto lapso, los desfiles de moda de Roberto Giordano, y las concesiona­rias con sus estridente­s stands a full, en Bunge y Libertador). “Desyabrani­zar” Pinamar, tras el estigma del asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas, en el verano de 1997, es algo que a la ciudad le costó sacarse de encima, pero que ha ido cediendo, en tanto se vuelve a las fuentes del plan rector urbano del fundador, Jorge Bunge, trazado en los años 40 del siglo pasado, y que Clorindo Testa, en los 80, enriqueció. Desapareci­ó el cemento del frente marítimo, y balnearios y paradores volvieron a ser de madera, en 2016. Ahora proyectan un paseo peatonal en la Avenida del Mar y en el centro apareciero­n las primeras bicisendas, que algunos comerciant­es resisten. El hacedor catalán de ciudades, Toni Puig, también da una mano para consolidar la identidad de Pinamar, que en los últimos años sumó la colección de esculturas en la vía pública más grande de América Latina. Un Art Basel (que le cambió la cara a Miami) o un evento al estilo arteba podría agregar a su fuerte en bosques y mar un perfil cultural muy atractivo. Cerca de dos mil personas por año se vienen radicando en esta ciudad de 45.000 habitantes.

Martín Yeza, de Juntos por el Cambio, lidera la transforma­ción, pese a la contra de La Cámpora

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