Emilio Pérsico. “No creo que haya un ajuste; lo que sí hay ahora es un cambio de prioridades del Gobierno”
El jefe del Movimiento Evita y funcionario de Desarrollo Social dice que no es necesario seguir con el IFE y que reza para que no haya desborde social
Emilio Pérsico tiene a su cargo, como secretario de Economía Social, a unos 1300 empleados distribuidos en oficinas de cinco edificios públicos distintos. Pero para la entrevista se siente más cómodo en la sede de Constitución del Movimiento Evita. “El monstruo”, como le dice él, porque ya no puede dimensionar la cantidad de militantes que tiene.
Referente social devenido en funcionario, dice que su doble papel no lo condiciona porque “su base social apoya a este gobierno”. A diferencia de otros referentes sociales, considera innecesaria una cuarta ronda del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), y asegura que “hay que tomar medidas focalizadas”.
“Durante el gobierno de (Mauricio) Macri yo rezaba todos los días para que no hubiera un desborde social, y hoy sigo rezando”, advierte en diálogo con la nacion. Y agrega: “Puede haber momentos de mayor o menor tensión en el Frente de Todos, pero no creo que la unidad se rompa”.
–¿Es un ajuste lo que está encarando el Gobierno?
–Se ha puesto de moda esa palabra, pero no creo que sea así. Hay que medir lo que fue el gasto del Estado durante el año y ahí uno ve que fue un período muy expansivo, por la pandemia. Lo que sí hay ahora es un cambio de prioridades. Nosotros vinimos al Estado a hacer otra cosa, no a hacer el IFE. En determinado momento necesitábamos sostener a los trabajadores. Pero hoy necesitamos prender los motores de la economía. Y estamos discutiendo todos los días cuáles son las mejores medidas.
–¿Cuál es la discusión?
–Por ahí algunos creen que hay que sostener más la asistencia. Para mí el subsidio es una herramienta muy neoliberal; lo que hay que hacer son planes de trabajo y darle más herramientas a la economía popular. –Usted dijo “la pobreza subirá una vez que terminen las ayudas, que no son eternas” y ese momento llegó...
–Lo que quise es alertar, porque los daños de la pandemia van a quedar por mucho tiempo. Yo creo que recién en marzo vamos a tener una medición del daño social del coronavirus. La última encuesta de hogares dio una baja de la población económicamente activa (PEA) impresionante, porque la gente contestaba que no trabajaba ni buscaba empleo. Está claro que hubo un daño en cuanto a lo laboral, y también un daño psicológico en los pibes. Hubo muchos daños.
–Entonces, ¿no cree necesario un IFE 4?
–No, creo que ahora son necesarias medidas mucho más focalizadas. Esta crisis es como un incendio. Primero vienen los aviones hidrantes y tiran agua. Y después viene alguien abajo y va apagando foquito por foquito. Entonces ahora a uno le tengo que dar un crédito, a otro un subsidio, a otro un plan laboral y a los jóvenes un primer trabajo. Y tengo que ver cómo vuelven los pibes a la escuela.
–¿No cree que la gestión del Ministerio de Educación fue de mucha pasividad, que se pudo haber hecho más?
–Siempre se puede hacer más, todo es perfectible. Cuando nos agarró la pandemia éramos un gobierno joven y los ministros no habían desarrollado una gran política informativa. Hubo un buen programa a distancia, pero no hubo difusión. Ahora, de acá en más, si no hacemos un esfuerzo muy grande para que los pibes vuelvan a la escuela va a ser muy difícil. A partir de febrero hay que hacer una política educativa muy fuerte.
–Al principio de la pandemia la red de ollas populares sostuvo la inactividad. ¿Ya llegó la reactivación a los barrios? ¿Se empezó a mover la rueda?
–Quiero rescatar una encuesta que hizo una ONG preguntando “quiénes estuvieron cerca” en los barrios populares. El 50% dijo que fueron los movimientos sociales; el 15%, la Iglesia; el 15%, particulares, y el 10%, el Estado, entre otros. En diciembre va a haber un reconocimiento a los que trabajaron en comedores. Creo que ya se empezó a mover la economía popular, porque el compañero sale a buscar changa cuando se queda sin el mango en el bolsillo. También veo que hay sectores medios que van a caer en la economía popular y otros sectores que van a pasar a ser desocupados.
–¿Está garantizada la paz social a fin de año?
–Durante el gobierno de Macri yo rezaba todos los días para que no hubiera un desborde social, y hoy sigo rezando, porque siempre los más perjudicados son los humildes. Nunca está garantizada la paz, tenemos que tratar que el desborde no suceda y poner mucho esfuerzo.
–¿En qué medida los movimientos sociales pueden contener un desborde social?
–Canalizar la protesta también es garantizar la paz social y los movimientos sociales son canalizadores porque ponen en la agenda los problemas del barrio. Hoy nacen organizaciones comunitarias todos los días. Entonces, en diciembre va a haber mucho reclamo y muchas marchas. Pero mientras el Estado ponga una oreja ahí no va a haber conflicto violento. Es importante que el Estado escuche y que no vea un enemigo en la organización social.
–El IFE alcanzó a 9 millones de personas, el “Plan Marshall criollo” plantea crear 4 millones de puestos de trabajo. Pero el Potenciar Trabajo, que es el plan laboral oficial, alcanza a 570.000 personas…
–Antes de la pandemia había 4 millones de personas que trabajaban en la economía popular y 6 millones de demandantes de empleo. Para aquellos que se inventaron su propio trabajo (la changa) hoy no hay planes de Estado. Lo que queremos es que tengan acceso a una cuenta bancaria, a créditos y a obra social. Para los desocupados, desde el Estado tenemos que aportar 300.000 puestos por año. Hay que crear
1.200.000 puestos de trabajo en los cuatro años de Alberto.
–Juan Grabois dice que no es funcionario para poder criticar al Gobierno. ¿No lo condiciona estar del otro lado del mostrador? –Ser funcionario me da más responsabilidad. Yo estoy acá porque creo en este gobierno. Y tengo un monstruo encima que es el Movimiento Evita. Entonces, no me condiciona estar dentro del Gobierno porque mi base social apoya a este gobierno. El
17 de noviembre abrimos la válvula de la movilización. Fue una decisión difícil de tomar. Lo charlé con el Presidente y le dije que no había alternativa, que miles de compañeros querían salir a la calle porque veían los banderazos y querían bancar al Gobierno. Nos propusimos movilizar con límites y que no viniera la gente mayor, pero la cosa se desbordó.
–¿Qué opina del episodio de Grabois en Entre Ríos?
–Es un planteo de él, no lo conozco demasiado. No sé si era la forma, pero es verdad que se hizo ver y que el problema de la vuelta al campo es central.
–Uno ve que en el Frente de Todos constantemente afloran diferencias. ¿No lo condicionan esas diferencias al Presidente?
–Por supuesto que hay diferencias, pero el liderazgo de Alberto radica en contener a todos, en su forma de gobernar está sostener la unidad entre sectores muy diversos. Hay un máster en administrar las diferencias en el Frente de Todos porque no hay un discurso único. Por eso sentimos que este Presidente nos representa como movimientos sociales.
–¿Cristina no los representaba?
–Hay que tener en cuenta los momentos históricos. Cristina en 2010 se quedó sin su líder político, que era Néstor. En ese momento ella tuvo que fijar un discurso único fuerte porque, si no, se la llevaban puesta.
–Dijo que habló con el Presidente en los últimos días. ¿Está distanciado de Cristina?
–Puede haber momentos de mayor o menor coincidencia, de mayor o menor tensión, pero no creo que la unidad se rompa. Para el acto del 17 de noviembre, por ejemplo, yo me senté con Máximo y coordinamos con La Cámpora desde la política. Este frente es una sociedad donde por supuesto hay opiniones diferentes, pero no veo ninguna posibilidad de que se rompa porque es un proyecto estratégico. Es una nueva forma de hacer política.
–¿Cómo está la relación de los movimientos sociales con los intendentes?
–Depende del lugar. Con algunos mejor que con otros. Esto es porque algunos intendentes les disputan a los movimientos sociales y ven a las organizaciones como enemigos.
–¿Está a favor de la legalización del aborto?
–Sí, estoy a favor. Es una cosa terrible. Pero si no se legaliza es una hipocresía, porque la burguesía lo puede hacer seguro y los pobres, no.