Nueva temporada de intrigas palaciegas en la monarquía británica
Hace cuatro temporadas que la serie de Netflix permite a los espectadores espiar algo de lo que sucede detrás de las puertas de los palacios de la monarquía inglesa y aporta varias respuestas a la morbosa curiosidad que genera en el público la intimidad de la reina Isabel II y su familia. Claro que todas esas revelaciones quedan en el terreno de la ficción. Peter Morgan, creador de The
Crown, puede conjeturar sobre los vínculos de los Windsor, pero lo cierto es que no existen certezas sobre su comportamiento fuera del ojo público. En cambio, los acontecimientos históricos retratados en los episodios sí fueron documentados por la prensa y escritos académicos que analizan a la sociedad británica. Y esos hechos, menos glamorosos tal vez que las desventuras de la realeza, son los que constituyen la columna vertebral de todo el relato. En la primera temporada John Lithgow interpretaba al poderoso Winston Churchill que, elegido para un segundo mandato, debía adaptarse a la joven reina, un cambio sustancial para el mandatario acostumbrado a lidiar con su padre, Jorge VI. En las siguientes temporadas, un personaje menos conocido del pasado político de Gran Bretaña, el primer ministro laborista Harold Wilson (Jason Watkins), demostró la limitada comprensión que tenía la reina de su imagen pública. Y aun en los episodios recientemente estrenados, repletos de hechos y personajes contemporáneos, la serie se toma el tiempo para profundizar en el contencioso lazo con Margaret Thatcher (Gillian Anderson) y en un recorrido narrativo que permite conocer en detalle las motivaciones de esos personajes fundamentales para la historia del siglo XX.