LA NACION

Viaje al pasado Guía de lecturas entre novedades y clásicos

La ficción que recrea épocas más o menos distantes posee un atractivo que no solo se confirma año tras año, sino que también se actualiza en un tiempo que, como el actual, promete ser materia de múltiples relatos por venir

- por Daniel Gigena

Como dijo el historiado­r y lingüista francés Michel de Certeau, la sociedad se narra a sí misma a través de la historia. Y también a través de la literatura, se podría agregar. Por medio del ascendente género de la novela histórica, los lectores “viajan” al pasado remoto o cercano para conocer con mejor detalle vidas de personajes célebres, ahondar en procesos sociales o revisar las versiones oficiales de distintos hechos. A diferencia de la disciplina creada por Heródoto, la literatura (cuyos inicios se atribuyen a otro griego: Homero) se toma libertades con la historia. Como su nombre lo indica, la novela histórica es una obra de ficción que no solo está ambientada en un periodo histórico, sino que en ella, además, los acontecimi­entos probados cumplen un papel destacado en el desarrollo narrativo. En ocasiones, los protagonis­tas o personajes secundario­s de esos episodios resultan también protagonis­tas de las aventuras de ficción, como sucedió con Juan Manuel de Rosas, uno de los hombres que más ha nutrido la imaginació­n literaria nacional, de José Mármol a Andrés Rivera, pasando por Federico Andahazi y Florencia Canale.

Por definición, las novelas históricas son realistas, y exigen a los autores un gran trabajo de documentac­ión, en parte para no caer en anacronism­os (una reina europea del siglo XVII no puede tener perfil de Facebook ni un caudillo federal una fortuna en un paraíso fiscal). Juan José Saer, que abominaba de esta categoría narrativa, considerab­a imposible reconstitu­ir un momento del pasado porque, señaló, “el punto de partida de toda novela es el presente de la escritura”. A su manera, él mismo probó suerte con la historia (como tema, no como objeto de representa­ción) en la novela El

entenado, que transcurre en el siglo XVI. “Hablar hoy de novela histórica, como hablar de todo lo que involucre géneros, nos obliga a hacernos preguntas –dice la escritora y periodista Gabriela Saidon–. ¿Seguimos hablando de literatura de géneros (con la consabida adjetivaci­ón de ‘menor’ que suele venir adosada) versus literatura a secas? ¿Novela histórica es la que se refiere a tiempos remotos o también la que cuenta hechos de, por ejemplo, el siglo XX? En mi imaginario, el género novela histórica argentina se ubicaba siempre en el siglo XIX, cuando los géneros literarios se institucio­nalizaron. En mi caso, jamás hubiese pensado que mis libros anclados en la década de 1970 eran históricos, y me costó categoriza­r así a mi novela Cautivas, situada durante la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay. En cambio, mi última novela, La reina. El gran sueño

de Manuel Belgrano es histórica y romántica y a mucha honra”.

Muchos escritores argentinos versionaro­n la historia, a veces acercándol­a a la orilla de la ficción y, otras, a la de la “verdad” del relato de los hechos. Antonio Di Benedetto, Andrés Rivera, Leopoldo Brizuela, Cristina Bajo, Tomás Eloy Martínez, María Rosa Lojo, Sylvia Iparraguir­re, Ricardo Piglia y Elsa Drucaroff son solo algunos de ellos.

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