Janet Yellen, la “paloma” clave para la relación con la Argentina
La expresidenta de la Reserva Federal sería designada secretaria del Tesoro, cargo de influencia determinante sobre el FMI
WASHINGTON.– De todos los cargos que debe definir Joe Biden para su futuro gabinete en la Casa Blanca, uno reviste especial importancia para la Argentina: la Secretaría del Tesoro. Es una puerta a la cual el gobierno de Alberto Fernández deberá ir a golpear para conseguir un respaldo decisivo para cerrar la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El nombre ya trascendió: la elegida será Janet Yellen, antigua presidenta de la Reserva Federal.
El futuro del Tesoro genera un enorme interés en Estados Unidos. El gobierno de Biden deberá hacer frente al rezago de la crisis económica que provocó la pandemia del coronavirus, aun cuando la economía norteamericana ya comenzó a recuperarse. Y Biden y su compañera de fórmula, Kamala Harris, llegan a la Casa Blanca con la intención de “reconstruir mejor” el tejido económico y social de la primera potencia global, con un mayor foco en la lucha contra el cambio climático y la igualdad.
Por último, el tesoro aparece como el botín más codiciado de la puja entre progresistas y moderados que domina la interna del Partido Demócrata.
Biden, quien planteó la campaña presidencial como un referéndum a Donald Trump y una elección entre la gente de su pueblo natal en Pensilvania, Scranton, y Park Avenue, símbolo del 1% en Nueva York, se encamina a alejarse de una tradición que siguieron casi todos los últimos presidentes: colocaron al frente del Tesoro a un ejecutivo de Wall Street. No sería el único quiebre: al designar a Yellen, Biden colocará a una mujer por primera vez al timón de la primera economía global.
Yellen, que también fue la primera mujer que llegó a presidir la Reserva Federal (Fed, en la jerga financiera), terminó por sobresalir en un grupo que completaban otras dos candidatas: Lael Brainard, de 58 años, funcionaria de la Fed, y Elizabeth Warren, de 71 años, senadora por Massachusetts y la candidata soñada de la izquierda demócrata. Un cuarto apuntado era Raphael Bostic, de 54 años, afroamericano, presidente de la Fed de Atlanta. Biden ya tiene el nombre.
“Hemos tomado esa decisión”, había anticipado Biden en una conferencia de prensa la semana pasada en Wilmington. “Y verán que es alguien que creo que será aceptado por todos los elementos del Partido Demócrata... de progresistas a las coaliciones moderadas”, indicó.
Yellen, quien actualmente es investigadora en la Brookins Institution, un think tank de Washington, cultivó una reputación de “paloma” al frente de la Fed prolongando la era de dinero barato para estirar la recuperación de la crisis financiera global, y ha puesto atención en la lucha contra el cambio climático.
Warren, favorita de los progresistas, ha construido una carrera política denunciando los abusos de Wall Street y el sistema capitalista, y ha colaborado con Biden en el diseño de su plan económico. Pero arrastraba una desventaja: su pliego hubiera encontrado una fuerte resistencia de los republicanos en el Senado, y la frase de Biden ya sugería que la elegida sería una figura con un respaldo más amplio.
Yellen timoneó la Reserva Federal durante los últimos años de la presidencia de Obama y el inicio del gobierno de Donald Trump, cuando prolongó la política de tasas bajas, o una política monetaria “suave” para estirar la era de prosperidad económica y lograr mejoras sociales con un menor desempleo y más crecimiento, un enfoque similar al que quiere aplicar en la Argentina el gobierno de Alberto Fernández y su ministro de Economía, Martín Guzmán. Yellen ya fue la primera mujer en presidir la Fed –fue confirmada con apoyo bipartidista en el Senado–, y es partidaria de los planes de estímulo para reactivar la economía.
Su eventual designación fue bienvenida en el Gobierno, justo en el inicio de la negociación con el Fondo. “Tiene sensibilidad”, indicó una fuente oficial. Guzmán la felicitó a través de Twitter al republicar un saludo de su mentor, Joseph Stiglitz. “Esperamos trabajar de forma cooperativa por una economía global más estable e inclusiva”, dijo Guzmán, que tiene otra ruta hacia el Tesoro: el marido de Yellen, George Akerlof, compartió el premio Nobel de economía con Stiglitz. Akerlof además trabajó en el FMI.
Otra experta
Brainard era la candidata menos conocida de las tres, pero, para quienes siguen de cerca el proceso en Washington, podría ocupar un cargo de alto perfil más adelante. Nacida en Alemania –su padre era diplomático–, economista, doctorada en Harvard, comenzó su carrera en Mckinsey y enseñó en el MIT antes de su carrera como funcionaria, que siempre estuvo enfocada en un área más que relevante para la Argentina: las crisis financieras.
En 2003, Obama la designó al frente de la Oficina de Asuntos Internacionales del Tesoro, justamente el área que maneja los vínculos con los países del hemisferio occidental –entre ellos, la Argentina–, el G-7, el G-20 y los organismos internacionales como el FMI. Brainard ocupó ese cargo durante el gobierno de Cristina Kirchner, entre 2010 y 2013, en pleno conflicto con los holdouts.
Un dato: en 2008, en plena crisis financiera global, Brainard escribió unpaper junto a David Lipton, uno de los arquitectos del fallido programa que el FMI acordó con el gobierno de Mauricio Macri, en el que abogaron por una mayor cooperación.