“¡Volvimos!”: magia y emoción en la vuelta al teatro con Después de nosotros
Magia y emoción en el reestreno de la obra Después de nosotros, en el Paseo La
“Guarde un poco más de distancia, por favor”, reclama un hombre a la joven que se encuentra detrás de él. Ambos hacen la fila para acceder a la sala Pablo Picasso, en el Paseo La Plaza, donde se reestrenó Después de nosotros, tras ocho meses de pausa por la pandemia. La plaza que rodea la sala comienza a llenarse a las 20.20, apenas diez minutos antes de que arranque la función.
En la puerta, una empleada vestida de negro, acorde con el resto del personal, toma la temperatura a los que entran y les indica que usen el alcohol en gel del dispensador que hay unos centímetros más adelante.
Al final de las escaleras, las acomodadoras ubican al público en tandas, dejando un espacio por cada dos asientos, previamente desinfectados. Con los 108 asistentes dentro de la sala –el 25% de la capacidad total–, el rojo de las butacas predomina. Solo están abiertas las que se pueden ocupar, y las filas impares continuarán vacías minutos después.
“El tapabocas, por favor”, reclaman a una pareja de la cuarta fila que ha sido presa de la distracción. Antes de que comience la obra, la acomodadora les llamará la atención dos veces más.
Nacho Laviaguerre, productor de la obra, se sienta al fondo de la sala junto al director, Daniel Barone, y al ministro de Cultura de la ciudad, Enrique Avogadro. También se encuentran varios artistas, como Fernando Dente, Malena Sánchez y Jimena Grandinetti. “Es un escenario atípico. La última obra fue el 18 de marzo y ahora volvemos con una realidad completamente diferente. Transmitir la misma cercanía es un desafío”, afirma Laviaguerre.
La función comienza y se apagan las luces entre el aplauso del público, entre el que se escuchan gritos victoriosos de “¡volvimos!”. Las sonrisas tendrán que intuirse por los ojos rasgados.
María Rosa Fugazot aparece en el escenario como Mercedes, un personaje polémico que interviene entre Andrea y Juan, pareja divorciada interpretada por Alejandra Flechner y Julio Chávez. La conversación entre Mercedes y el plomero que repara una grieta en la pared, interpretado por Mariano Musó, provoca la primera carcajada del público. Una de muchas en esta comedia dramática, que dará un giro emocional con
Matías Recalt como Federico, el hijo del matrimonio, que tiene retraso madurativo.
Los actores son los únicos liberados del barbijo en toda la sala. Se hicieron varios cambios de guion. Cuando Juan abraza a su hijo, ahora deberá hacerlo de espaldas. El beso que antes le daba en la mejilla a su exmujer desembocará en el hombro.
Una hora después finaliza la obra, y el público se pone de pie para aplaudir aún más fuerte a los actores, hasta que Chávez hace una llamada con las manos: “Quiero agradecer enormemente a todos los que hacen posible esta obra y a los que vinieron. No puedo expresar la gran alegría de estar de nuevo trabajando”. Tras una mirada de duda hacia su compañera, Chávez abraza a Flechner y exclama entre risas: “Esto no se hace”.
El público abandona la sala y sale a la calle. “Necesito respirar, no puedo más”, dice una joven mientras se quita el barbijo con fervor. Tras varios choques de codos a modo de despedida, solo quedan los periodistas que aguardan a que salgan los artistas.
“Muy lindo, ¿no?”, clama Flechner, la primera en aparecer. Hace el ademán de abrazar a una amiga, pero recapacita y se inclina por un baile a su alrededor. Después aparecen el resto de sus compañeros.
“La ficción tiene que sobreponerse a la realidad. Me alegra que, aunque fuera por una hora, pudiéramos aislarnos de la pandemia”, asegura Chávez. Su voz denota entusiasmo y nervios al mismo tiempo. “Acá se viene a dejar a un lado el miedo y a emocionarnos”, asevera, y se acerca a saludar a Avogadro: “No sabés cuánto te agradezco”.
“Esta es la magia del teatro. Es muy emocionante estar de vuelta. Se terminaron los mates previos a la función, pero vale la pena”, agrega Musó.
La noche de reestreno culmina con una foto de todos los artistas frente al panel de la obra. “¿Con o sin barbijo?”, bromea Recalt, mientras Chávez se quita el suyo y lo desliza por el piso. Más tarde, una acomodadora le regalará uno nuevo. Ante el flash de las cámaras, Fugazot es la única que permanece con él puesto.
Instantes después todos salen a la calle y se cubren las caras. Volvieron a disfrutar por un breve rato de su trabajo y del cariño del público. La cultura hizo frente a la vida en pandemia.