LA NACION

Vacunas: los voluntario­s le ponen el cuerpo al virus

Quieren colaborar y ser parte de la solución.

- Bárbara Epsztein Ln/utdt

“Me pasó a buscar un remisero con máscara de plástico y barbijo. Cuando entré por primera vez al Hospital Militar, me sentí en una película de ciencia ficción: había médicos con trajes de astronauta­s, gazebos y gendarmes. De pronto, todos empezaron a aplaudirme. Me puse todavía más nerviosa, no entendía nada. ‘Sos la voluntaria 4500’, me dijeron”. Lula González, una periodista de 36 años, decidió postularse al ensayo clínico de la vacuna de Pfizer para evitar más muertes por Covid-19, como la de su abuelo Mario, y para “colaborar con la comunidad científica”.

El voluntaria­do dura entre uno y dos años, según cada vacuna. Quienes firman el consentimi­ento se someten a las pruebas clínicas de la fase 3, en las que se calcula la efectivida­d de la inmunizaci­ón de la inyección. De todos los que se postulan, los selecciona­dos deben tener buena salud y estar libres de Covid-19. La aplicación de la primera dosis es solo el comienzo: durante al menos 24 meses les harán un seguimient­o clínico de los síntomas y análisis de sangre para controlar los anticuerpo­s.

“ni los médicos ni nosotros sabemos si nos dan la vacuna o un placebo para no intervenir en la investigac­ión. Es un estándar internacio­nal. Solamente se puede averiguar el contenido una vez que los ensayos hayan finalizado”, explicó González. Pfizer les confirmó a quienes se inyectaron que, cuando reciban la autorizaci­ón, se la aplicarán a los que fueron inoculados con la sustancia sin efecto.

César Canessa tiene 41 años y también es voluntario de esa vacuna. Se aplicó las dosis en agosto y septiembre porque vio la convocator­ia en el diario. “Esta es la única posibilida­d de combatir la pandemia. tengo padres mayores, a los que no veo desde marzo. ¿Cómo no iba a buscar una forma de colaborar? Siempre entendí que era un riesgo, pero no me generó miedo”.

La vacuna del laboratori­o chino Sinopharm, que también está en la fase 3, se testea en la Argentina a través de la Fundación Huésped, en tres centros Vacunar. Los desarrolla­dores informaron que se obtuvieron resultados alentadore­s, basados en la observació­n del uso de emergencia, al haber sido aplicada a 100.000 trabajador­es de riesgo en China.

José María Costa es periodista de

y uno de los 3000 voluntario­s la nacion de esa vacuna en el país. una de sus principale­s motivacion­es fue documentar el proceso en un diario íntimo que empezó a publicar en octubre: “Me postulé porque trabajo escribiend­o sobre ciencia y salud. Sabía que podía servirme para entender cómo es el proceso desde adentro y contar en primera persona cómo funciona”.

Los médicos les anticipan que pueden tener los síntomas habituales por la vacuna de la gripe. A Costa solo le apareciero­n luego de la segunda dosis, durante tres días, “temperatur­a en la zona de la aplicación, dolor de cabeza, sueño y cansancio”. El caso de Carola Gonçalves, bioquímica de la universida­d de Buenos Aires y voluntaria de la misma prueba, es similar: “En Appclin, la aplicación que nos instalan en el celular para hacernos el seguimient­o diario, reporté dolor de cabeza, cansancio y fiebre leve. Al día siguiente desapareci­eron”.

Gonçalves se enteró de la convocator­ia por la cuenta de Instagram de la Fundación Huésped. “Me postulé porque considero que se necesita el apoyo de todos para que la ciencia salve vidas. Es mi granito de arena para acabar con esta pandemia. Sé que una vacuna en fase 3 es segura. De todos modos, soy consciente de que hay riesgos. Como alguien siempre tiene que poner el cuerpo, esta vez soy yo. no me voy a arrepentir”, dijo con seguridad.

La tercera vacuna que se está probando en la Argentina es la de Janssen, compañía farmacéuti­ca de Johnson & Johnson. A diferencia de las dos anteriores, se compone de una única dosis y no necesita mantenimie­nto de refrigerac­ión especial estricta. La selección de voluntario­s comenzó a principios de noviembre, e Ignacio Flores, de 31 años, fue uno de los primeros en recibir la inyección: “Me contactaro­n el 16, por teléfono, luego de haber leído mi formulario. Al día siguiente, fui a la Fundación Huésped, con traslado provisto por ellos, firmé el consentimi­ento, me entrevista­ron y me hicieron estudios. Ese mismo día me vacunaron”.

Como muchos de los voluntario­s, Flores dijo que se postuló para contribuir con la solución a la pandemia. “En un tiempo en que la individual­idad no tiene lugar, participar en el estudio es aportar algo para que todos podamos salir adelante. Sé que el mayor peligro es mi salud, por cualquier efecto adverso que pueda producirse, pero acepto el riesgo que conlleva porque sé que esta etapa de pruebas es necesaria para obtener una vacuna efectiva. El aporte que estoy haciendo es muy importante para todos”.

Daniel Rojazo se vacunó el mismo día que Ignacio Flores, pero sus razones son distintas: “Me lo ofreció mi cardiólogo, que tiene un centro de investigac­ión y hace años que trabaja vinculado con Johnson & Johnson. Como tuve infartos de joven, soy paciente de riesgo. Me aconsejó que me diera la vacuna porque confía en ella, y yo confío en él”.

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