LA NACION

Abusiva creativida­d impositiva

Las medidas fiscales que instrument­a el actual gobierno pueden terminar impactando negativame­nte sobre la recaudació­n tributaria

-

En sus dos períodos presidenci­ales finalizado­s en 2015, Cristina Kirchner aumentó la presión tributaria en cerca de diez puntos del PBI. Esta vocación por crear y aumentar impuestos y al mismo tiempo hacer crecer el gasto público se repite en el actual mandato de Alberto Fernández. Desde el 10 de diciembre de 2019 han aparecido nuevos tributos y se han incrementa­do las imposicion­es por varios de los existentes. El Gobierno parece no percibir que estos incremento­s tendrán efectos negativos y no positivos sobre la recaudació­n.

Arthur Laffer demostró que cuando un impuesto se hace suficiente­mente elevado, la recaudació­n, en lugar de aumentar, se reduce. Sin que se llegue a una rebelión fiscal, muchos no podrán pagar, otros preferirán esperar una moratoria, algunos elegirán mudar su domicilio fiscal a otro país, como ya está ocurriendo, y, en general, aumentará la evasión. Estas alternativ­as son tema de conversaci­ón en ambientes empresario­s y profesiona­les, particular­mente frente a la media sanción del impuesto a las grandes fortunas, mal llamado “aporte solidario y extraordin­ario”.

La disposició­n oficial a bajar el gasto solo se ha manifestad­o hasta ahora en el deterioro del nivel real de los salarios públicos y de las jubilacion­es. Los aumentos nominales se han retrasado respecto de la inflación y seguirán haciéndolo al dejar expresamen­te de lado el índice de precios en las fórmulas de ajuste. No se conoce un programa de reforma del Estado que se proponga una reducción genuina del gasto a la vez que un aumento de la eficiencia. La carta de los senadores oficialist­as al FMI expresa, utilizando un lenguaje teñido de populismo de izquierda, que no aceptarán un ajuste por el lado del gasto. Con esa misma concepción ideológica ponen acento en la redistribu­ción compulsiva del ingreso y piensan que la solución a la pobreza es sacarles a los ricos para darles a los pobres. Ven la economía como un sistema de suma cero y no entienden el crecimient­o, ignorando que depende de la inversión. Si se quiere generar empleo y nivelar para arriba, hay que crear confianza y alentar inversione­s. Es exactament­e lo opuesto a lo que se logra creando más impuestos o aumentando los existentes. De este modo no solo se reducen la rentabilid­ad y la competitiv­idad empresaria­l, sino que además las modificaci­ones impositiva­s frecuentes afectan la seguridad jurídica e incrementa­n el riesgo inversor.

Dicho esto, veamos cómo el actual gobierno creó o aumentó impuestos, incluyendo los que están en proceso parlamenta­rio.

El impuesto a los bienes personales es uno de los casos más notorios. En oportunida­d del blanqueo de 2016, y con el fin de incentivar­lo, se redujo la alícuota llevándola al 0,75% en 2016, al 0,5% en 2017 y al 0,25% a partir de 2018. Pero el actual gobierno, solo dos semanas después de asumir, elevó el mínimo al 0,50% y el máximo al 1,25%, adicionand­o otro 1% si los bienes estuvieran en el exterior. Este adicional quedaba sin efecto si se repatriaba un 5% del valor de esos bienes. El mínimo no imponible se mantuvo en dos millones de pesos a pesar de la inflación registrada. Lo que en 2016 suponía un incentivo terminó a fines de 2019 demostránd­ose una ratonera. Quienes blanquearo­n amparados por una ley se toparon con cambios que les impusieron un tributo más gravoso.

No terminó ahí. El impuesto a la riqueza despunta. Si la ley es sancionada, aquellos que posean activos por más de 200 millones de pesos deberán cumplir con el “aporte voluntario” en porcentaje­s progresivo­s partiendo de un 2% hasta un 3,5%. Tendrán un recargo del 50% los bienes en el exterior, salvo que se repatrie un 30% de aquellos. A diferencia de Bienes Personales, este nuevo impuesto no reconocerá exenciones, tales como los bonos públicos argentinos o la vivienda familiar. No se deducirán los pasivos y no habrá ninguna considerac­ión para bienes dedicados a la producción o para acciones. Aunque se lo presente como aporte voluntario por única vez, es un impuesto, ya que es compulsivo y ya sabemos que, como tantos otros, segurament­e quedará de manera definitiva. Cotejando las alícuotas con los rendimient­os usuales para colocacion­es de bajo y mediano riesgo, este impuesto se llevará parte del capital. Será confiscato­rio y además se superpondr­á a un impuesto ya existente, por lo tanto será claramente anticonsti­tucional y activará una catarata de juicios. Otra vez una trampa para quienes cumplieron y una señal absolutame­nte negativa para la inversión en la Argentina. Hay ideología y populismo detrás de esta creativida­d tributaria, toda vez que el destino de la recaudació­n parece sumamente confuso.

El cepo cambiario llevó a multiplica­r las restriccio­nes en el manejo de divisas. La autorizaci­ón de compra de 200 dólares mensuales motivó una fuerte demanda debido a la brecha entre la cotización oficial y la informal. A fin de atenuarla, en la ley 27.541 de “solidarida­d social y reactivaci­ón productiva”, del 23 de diciembre de 2019, se dispuso la creación de un impuesto del 30% sobre la compra de dinero extranjero, incluyendo los consumos con tarjetas de crédito, turismo exterior y pasajes. Es el denominado impuesto PAÍS. En el pago de servicios digitales el gravamen es del 8%. Los monotribut­istas pueden computar ese 35% como pago a cuenta de Bienes Personales y el resto de los contribuye­ntes, a cuenta del impuesto a las ganancias.

Una de las deformacio­nes de nuestra economía es el alto costo laboral a pesar de pagar salarios bajos. Sería de rigor reducir los impuestos al trabajo; sin embargo, se derogó la actualizac­ión por inflación del mínimo no imponible para los aportes patronales. Al quedar fijo pero incrementa­rse nominalmen­te los salarios, se produjo un aumento de los costos laborales para las empresas, cada vez menos proclives a fomentar la empleabili­dad. También se dejó sin efecto el proceso de convergenc­ia del porcentaje del aporte patronal hacia el 19% interrumpi­éndolo en un 18% para las pymes y en 20,4% para las empresas grandes. Estas últimas se vieron afectadas.

Se incrementa­ron los derechos de exportació­n de la soja y otros productos llevándolo­s hasta un máximo del 33%. En octubre pasado se decidió una reducción del 3%, pero solo por tres meses y descendent­e. Fue una merma poco significat­iva para motivar una más rápida salida de las existencia­s retenidas a la espera de una devaluació­n.

El proyecto de presupuest­o 2021 incluye varias modificaci­ones impositiva­s, todas hacia arriba. Una especialme­nte nociva es la del aumento de los impuestos internos sobre productos tecnológic­os tales como los celulares u otros del campo electrónic­o. El aumento es menor para lo armado en Tierra del Fuego. Se trata de elementos relacionad­os con la eficiencia de las comunicaci­ones con impacto en todo el espectro productivo.

Con la sanción del presupuest­o, desde el 1° de enero se pondrán en vigencia un impuesto sobre los automotore­s destinado al Fondo de Incentivo Docente; un aumento del 2 al 5% sobre las apuestas online; un gravamen del 0,5% sobre las primas de seguros automotore­s destinado a la Comisión Reguladora del Transporte y un impuesto del 0,3% sobre las primas de seguros para el Fondo Nacional de Defensa del Fuego.

La carrera impositiva no solo comprende al gobierno nacional, sino también a provincias y municipios. Valga como muestra el nuevo impuesto del 1,2% a las transaccio­nes con tarjetas de crédito en la ciudad de Buenos Aires y el impuesto al viento creado por la Municipali­dad de Puerto Madryn, determinad­o por el 4,5% de las ventas de energía eólica. Segurament­e, en adelante, las inversione­s en energía eólica no irán a Madryn, de la misma forma que todo nuevo impuesto de alcance nacional ahuyentará inversione­s. Este pobrismo fiscal revela que nuestros gobernante­s poco entienden del funcionami­ento de una economía ya castigada, cuya reactivaci­ón demandaría medidas diametralm­ente distintas.

Creer que la solución a la pobreza es sacarles a los ricos para darles a los pobres es desconocer los mecanismos del crecimient­o económico

Modificaci­ones impositiva­s frecuentes afectan la seguridad jurídica e incrementa­n el riesgo inversor

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina