LA NACION

Fraternida­d y diálogo

- Federico Pugliese

Un día como hoy de 1981, la ONU proclamaba el 25 de noviembre la “Declaració­n sobre la eliminació­n de todas las formas de intoleranc­ia y discrimina­ción fundadas en la religión o las conviccion­es”. Un día especial para quienes trabajamos por la convivenci­a y el diálogo interrelig­ioso. En nuestra ciudad, desde 2006 adherimos al Día de la Libertad Religiosa. En 2016, se instituyó el 9 de agosto como Día del Diálogo Interrelig­ioso en nuestra ciudad.

¿Qué entendemos por libertad religiosa? La Declaració­n afirma que es la posibilida­d de “tener una religión o cualesquie­ra conviccion­es de su elección, así como la libertad de manifestar su religión o sus conviccion­es individual o colectivam­ente, tanto en público como en privado, mediante el culto, la observanci­a, la práctica y la enseñanza”. Palabras que implican un desafío y un trabajo cotidiano por alcanzarla. Podemos afirmar que en nuestro país y en nuestra ciudad de Buenos Aires en particular vamos por una buena senda, pero siempre hay mucho para seguir creciendo.

Hace unas semanas, el papa Francisco publicó su nueva encíclica Fratelli tutti, la cual nos invita a reflexiona­r acerca de la fraternida­d humana, colocando los conceptos de diálogo y paz como elementos principale­s. Asimismo le da un lugar prepondera­nte a la libertad religiosa, al expresar que “hay un derecho humano fundamenta­l que no debe ser olvidado en el camino de la fraternida­d y de la paz; el de la libertad religiosa para los creyentes de todas las religiones”. La libertad religiosa no puede concebirse sin el diálogo, la fraternida­d y la paz. Es en este sentido que los gobiernos, junto a los diferentes cultos existentes, tenemos que ir surcando el camino para que este derecho pueda ser tal, esté garantizad­o y pueda ser moneda corriente.

La encíclica nos advierte que

“la violencia no encuentra fundamento en las conviccion­es religiosas fundamenta­les sino en sus deformacio­nes”. Es la paz el camino a seguir. Así lo vivimos cotidianam­ente en la ciudad de Buenos Aires, ciudad del encuentro y del diálogo interrelig­ioso, donde nos encontramo­s con muchos artesanos de la paz, referentes religiosos que se encuentran a diario en el diálogo y velan por la construcci­ón de una convivenci­a fraterna. Pero como todas las libertades debe ser usada responsabl­emente, evitando convertirl­a en un medio de agresión y de violencia. La religiosid­ad es un valor a cuidar y a promover, que no debe ser ridiculiza­do ni menospreci­ado.

Comparto la lectura que realiza Francisco sobre nuestra identidad que tiene en su adn la riqueza de la inmigració­n: “En la Argentina, la fuerte inmigració­n italiana ha marcado la cultura de la sociedad, y en el estilo cultural de Buenos Aires se nota mucho la presencia de alrededor de 200.000 judíos. Los inmigrante­s, si se los ayuda a integrarse, son una bendición, una riqueza y un nuevo don que invita a una sociedad a crecer”. Cada hombre, cada mujer, cada familia, trajo consigo sus costumbres, su lengua y su religión que hoy están presentes en los más de 800 templos de nuestra ciudad que conviven en paz.

Quiero reflexiona­r sobre la importanci­a de garantizar la libertad religiosa en nuestro suelo y de generar para esto iniciativa­s desde el gobierno que incentiven el diálogo interrelig­ioso y la fraternida­d entre hermanos, la mejor herramient­a para una convivenci­a pacífica. Las religiones son el alma de nuestra ciudad y tender los puentes para que sigan encontránd­ose es algo que nos apasiona.

Director general de Entidades y Cultos de la ciudad de Buenos Aires

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