LA NACION

Asignatura­s pendientes

- Ariel Torres

¿Cuándo y cómo nos enseñan a establecer prioridade­s? respuesta sucinta: nunca. Es una destreza clave para la superviven­cia, y sin embargo la dejamos en manos del azar. ¿Cuándo y cómo nos enseñan a enfrentar una crisis? lo mismo: nunca. Esto también se deja librado a la buena de Dios, a la suerte, a las lecciones que la vida nos enseñe, sin plan ni programa. Sin siquiera un decálogo.

Supongo que confiamos en que la existencia nos instruirá sobre qué hacer a cada momento, qué tiene más importanci­a, por dónde empezar, qué descartar, cuál es el norte, a qué renunciar para alcanzar la meta, cualquiera que sea. También ciframos nuestras esperanzas en que los aprietos a los que nos exponen la infancia y la adolescenc­ia terminen por prepararno­s para las horas críticas que, invariable­mente, nos aguardan en la adultez.

Tengo dos reparos respecto de esta forma de pensar. El primero es que nuestros organismos enfrentan crisis y establecen prioridade­s de forma ordenada, lógica e impasible. El cuerpo va a mantener la temperatur­a del núcleo (el abdomen, el torso y el cráneo), incluso a expensas de nuestros miembros. lo hará, además, según un protocolo estricto, ordenado e imperturba­ble. Puede que el resultado no sea agradable, pero si la situación no sobrepasa ciertos límites, salvaremos la vida. la prioridad es clara, los pasos por seguir están claros, y las emociones no tienen ninguna relevancia. Ciego y tenaz, el sistema nervioso autónomo hará todo lo posible por mantenerno­s con vida.

El mundo tiende a ser más arduo, y ese es mi otro reparo. Si el cuerpo pone en marcha un protocolo objetivo y riguroso solo porque una variable (la temperatur­a) se sale de lo normal, con más razón deberíamos entrenarno­s desde temprano para cuando llegue el momento de enfrentar las mucho más complejas sorpresas que ofrece la realidad. Pero ¿acaso hay un método?

Parecía una tardecita normal de vacaciones. Sin prisa y charlando, volvíamos a nuestro hotel por una ruta provincial cuando el camión que venía en dirección opuesta empezó a zigzaguear entre su carril y el nuestro. Oí las advertenci­as desesperad­as del lado del acompañant­e,

Luego, para espanto de los presentes, me acerqué todo lo que pude al límite con el carril opuesto

pero, debido a esta crisis imprevista, me encontraba ocupado en otros asuntos. Primero miré por el espejo retrovisor. Nadie. Así que bajé sustancial­mente la velocidad y gané unos segundos; cinco o diez, calculo. luego, para espanto de los presentes, me acerqué todo lo que pude al límite con el carril opuesto y en uno de los vaivenes ebrios del transporte pude advertir que tampoco venían detrás otros vehículos. llegado el caso, evadiría la mole por la izquierda; sin banquina en ninguna de las dos márgenes, no había ningún otro lugar adonde ir. Solo entonces me puse a tocar bocina sin parar (antes no habría podido oírme, por la distancia). Esto posiblemen­te despertó al conductor, que justo a tiempo recuperó el control y volvió a su cauce. Durante muchos días me quedé pensando de dónde saco esa sangre fría y el no apresurarm­e cuando el tiempo apremia. Parecen rasgos de mi personalid­ad. No lo son.

Son algo aprendido. la redacción de un diario, una sala de guardia, un incendio, el cockpit de un avión y varios otros ámbitos exigen establecer prioridade­s y resolver crisis. la meta es prístina. los pasos por seguir son claros y discretos. Pueden preguntarl­e a un bombero o a un emergentól­ogo. En medio de lo que parece ser un caos completo, mantienen la calma y saben exactament­e qué hacer. ¿Cómo es posible? Simple: lo aprendiero­n, se entrenaron hasta quedar exhaustos y hasta que ese proceder devino en una segunda naturaleza. ¿Por qué? Porque, como en aquella ruta, las crisis no ofrecen atajos. De otro modo, no serían crisis.

Este año anómalo, incierto y amenazante lo deja a uno pensando en si no deberíamos prestarles más atención a estas dos destrezas, aunque lleve años incorporar­las. O precisamen­te por eso.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina