LA NACION

Peregrinac­ión. Desconsuel­o, pasión y rivales hermanados en un día que será imborrable

Una multitud en la que se mezclaron distintas generacion­es acudió a despedir a Diego; hubo sentimient­os desbordado­s, muestras de afecto y una palabra repetida hasta el infinito: “Gracias”

- Mauricio Giambartol­omei Con la colaboraci­ón de María Nöllmann

El 30 de junio de 1986, después de haberse consagrado en México al ganar el Mundial, Diego Maradona saludó a una multitud desde el balcón de la Casa Rosada. Abrazó la Copa del Mundo, la besó y se la ofreció al pueblo futbolero, que jamás podrá olvidar esos momentos, que quedarán grabados en la historia argentina. Un hecho inolvidabl­e, como el que ocurrió ayer en la Plaza de Mayo, donde otra multitud –atravesada por diferentes generacion­es– se reunió más para despedirlo y convertirl­o en leyenda eterna.

Con una vigilia que había comenzado anteanoche, la Plaza de Mayo se fue colmando de incondicio­nales que deseaban homenajear al exjugador. Camisetas y banderas de Boca y remeras de la selección argentina eran mayoría en la antesala del velatorio multitudin­ario.

Las puertas de la capilla ardiente se abrieron a las 6.30 para los hinchas. Los familiares de Maradona ya habían tenido su momento privado y llegaba el turno de los hinchas. Hombres con remeras de La 12, la barra brava de Boca, marcaban el pulso del ingreso en ese tramo inicial, mientras la fila de gente bordeaba la Plaza de Mayo y se encolumnab­a por la Avenida de Mayo y llegaba hasta la 9 de Julio.

“¡Te amo Diego, te amo! ¡Sos lo más grande que hay!”, gritaba un hombre con los brazos en alto, de frente a la Rosada, con los ojos vidriosos después de ver el féretro. Lágrimas, llanto sin consuelo y caras desencajad­as aún en busca de una respuesta a la trágica noticia se podían ver en el entorno de la Plaza de Mayo.

“Diego es un referente nacional, no habrá otro”, decía Nicolás García, al salir de la capilla ardiente, abrazado a Manuel Albello, que apenas podía caminar de la emoción. “Se nos fue todo, Diego era todo para nosotros, no podemos entender que se haya muerto, es muy triste todo”, balbuceaba Manuel.

Fue notorio el contraste entre el clima del acceso a la capilla ardiente y el del egreso. Antes de poder dar el último adiós al ídolo, la fila avanzaba exultante. Pero del otro lado, en la columna que salía de la Casa de Gobierno, los ánimos colapsaban tras haberse topado con la realidad de ver el féretro donde descansaba el cuerpo de Diego Maradona.

El enrejado de la Casa Rosada parecía un alambrado de cualquier estadio de fútbol argentino, con banderas que fueron preparadas para el funeral. “Podrán imitarte, pero igualarte, jamás”, “Pelusa, siempre en el corazón de los Cebollitas”, “La pelota está llorando, el cielo está de fiesta y la tierra está de luto. Hasta siempre, señor 10”, eran algunos de los mensajes que se leían.

Elingresod­eloshincha­seraacompa­ñado por los cánticos de cancha que acompañaro­n la carrera de Maradona en cada estadio donde jugó. “¡Diego, Diego de mi vida, vos sos la alegría, de mi corazón!”, era una de las entonacion­es. “Brasilero, brasilero, que amargado se te ve, Maradona es más grande, es más grande que Pelé”, también se escuchaba.

“Lo vi jugar cuando volvió a Boca y lo que hizo antes, por videos. Maradona es Dios, es increíble que se haya muerto”, decía Leonardo Godoy, a metros de entrar a la Casa Rosada. “Diego nos dio mucho a los hinchas de Boca, pero le dio todo al pueblo futbolero”, acotaba a su lado Pablo Monjes. Y así fue que también ayer el amor por Maradona traspasó rivalidade­s y se convirtió un factor de unión. Lo demostraro­n Luis Manrique y Damián Juárez.

Luis, de Boca; Damián, de River, con sus respectiva­s camisetas del Xeneize y del Millonario, se fundieron en un abrazo por su devoción incondicio­nal por el Diez, por el que lloró gran parte del pueblo argentino.

“Diego trasciende todo, nos unió para siempre, hizo felices a todos los argentinos y por eso estamos acá para despedirlo”, dijo Luis, sin soltar a su amigo, que poco podía decir por la emoción. “Gracias a toda la gente que vino a saludarlo. Diego se merece una despedida tan grande como fue él. Desde hoy es el eterno 10”, agregó Luis.

Ambos viven en la ciudad de Buenos Aires y, apenas se enteraron del fallecimie­nto de Maradona, se organizaro­n para llegar temprano ayer a la Casa Rosada. A lo largo del día, esa misma foto se repitió más de una vez en la Plaza de Mayo: camisetas distintas, pero un mismo sentimient­o fundido en un abrazo.

“Quería estar cerca, sentirlo cerca, agradecerl­e por alegrarme la vida”, dijo Pascual Capola, de 46. Maradona, explicó, es su infancia. Tenía 10 años cuando su padre llegó una tarde a su casa, en La Matanza, con un televisor a color para ver el Mundial del 86. “Después de la final, mi papá lloraba, mi mamá nos besaba. En la tele había alguien muy parecido a nosotros, y estaba levantando una copa”, se emocionó. Capola llegó a la Plaza de Mayo a las 11 con dos de sus hijos. “Los traje al igual que mi papá me trajo a mí para festejar la final del 86. Quiero que ellos sientan lo mismo que sentí yo en ese momento, y que inmortalic­en a Diego en su memoria”, explicó.

Rodrigo Suárez, de 38 años, sabía que posiblemen­te no iba a poder ingresar al velatorio. Él y su amigo Germán Vázquez, de 39, también arribaron a las 11, tras horas de viaje desde Villa Manuelita, Santa Fe. “Más allá de entrar o no entrar a la Casa Rosada, vinimos a palpitar a Diego, a despedirlo. Él es parte del sentimient­o popular, parte de cada uno de nosotros, parte del pueblo”, expresó Suárez, con un pequeño ramo de jazmines en mano. Su idea original era colocar las flores al lado del cajón de Maradona, pero cuando supo que no podría entrar a verlo por la gran cantidad de gente que esperaba antes que él, se preparó en tirarlas cuando el cortejo fúnebre abandonara la Plaza de Mayo.

 ?? fotos de santiago filipuzzi, ignacio sánchez y rodrigo abd/ap ?? Postales de la despedida: llantos, abrazos y emociones a flor de piel poblaron el entorno de la Casa Rosada La AFI envió una corona , cuyo costo ronda los $35.000
fotos de santiago filipuzzi, ignacio sánchez y rodrigo abd/ap Postales de la despedida: llantos, abrazos y emociones a flor de piel poblaron el entorno de la Casa Rosada La AFI envió una corona , cuyo costo ronda los $35.000

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