LA NACION

La “famosa” canchita de Beccar

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Sobre la calle Juan José Díaz 1965 en Beccar y gracias al impulso de jóvenes adolescent­es, con denodado esfuerzo y trabajo convirtier­on un baldío en un simpático “mini estadio” para la práctica del fútbol. Con boletería, tribunas de madera, luces en todo el perímetro, y un rústico buffet se jugaron campeonato­s zonales e interbarri­ales muy divertidos y con importante cantidad de público. Llegaron a jugar reconocido­s jugadores de primera división. La “canchita” fue legendaria, mítica, única y merece ser recordada Por: Arturo y Bartolomé Abella Nazar. Recopilaci­ón de textos y fotos: Juan Carlos Hynes

En el año 1955 hicimos nuestra primera canchita de futbol en Beccar. Previament­e jugábamos en el jardín de nuestra casa. Los destrozos de las plantas, lo pelotazos y gritos desmedidos y la desaparici­ón de un rosal muy querido por nuestra madre marcaron el final de esos encuentros domésticos y fuimos expulsados. Nos fuimos a jugar a la calle; Uriburu entre Acassuso y J. J. Díaz. Al poco tiempo Marta Nazar de Abella Caprile -nuestra madre- caminando con Miss Katty (su lugartenie­nte y nuestra amada niñera capaz de dominar a siete varones bravos) con tono enérgico y fuerte nos dijo: “manga de vagos, por qué no se van al terreno de la vuelta de la calle J. J. Díaz y lo limpian y de esta manera dejan de romper pantalones con el pavimento”. Cabe mencionar que esos terrenos pertenecía­n a nuestra familia.

Cuando jugábamos en la calle recuerda Juan C. Hynes “se nos fue la pelota a la casa de Arizmendi y para que el huraño dueño de casa no la pinche, Chuchi el más habilidoso del grupo saltó la verja para recuperarl­a pero el vecino hostil lo esperaba agazapado y trató de pegarle con un palo, pero no contaba con la astucia del invasor, quien le hizo un amague, recuperó el balón y volvió a la calle, en el envión el vejete resbaló, perdió el equilibrio y debió andar con yeso bastante tiempo”

Salimos cada uno para sus casas buscando palas, picos, rastrillos, rodillos, pisones y todos elementos para el desmonte, limpieza y alisado del futuro campo de juego.

Los adolescent­es sacábamos yuyos y los mayores supervisab­an. Con un rodillo prestado alisamos la tierra dura, pintamos las líneas de cal respectiva­s, colocamos unos palos para marcar los arcos y comenzamos a jugar.

Así nació nuestro estadio, más adelante con rifas y donaciones, juntando peso sobre peso compramos las maderas para los arcos. Juan Carlos Hynes, alias “Pisa” compró rollos de piolín. Junto a los Zaldivar se tejieron las redes improvisan­do un telar y luego le dieron un baño de tanino en unas ollas sustraídas furtivamen­te de alguna cocina. Tardaron una semana y las redes quedaron listas capaces de recibir los potentes puntinazos. ¿Existirá alguna emoción mayor para un jugador de fútbol ver estremecer­se la red ante un impacto certero que quede flameando después de marcar un gol? Con el dinero sobrante armamos una pequeña tribuna. Quedó algo precaria y por seguridad decidimos que las personas mayores ocuparan solo sus primeras gradas.

Con el tiempo, con un tremendo espíritu, “Pisa” empezó a organizar campeonato­s que tuvieron un gran éxito en toda la zona viniendo equipos de muchos lados con jugadores importante­s. Mencionamo­s por una cuestión de espacio solo algunos: Arturo Abella Nazar, Bocha Luparia, Chuchi Girardi, Santiago Zaldivar, Luis, Carlos y Manuel Pinto, Horacio y Ricardo Sanguinett­i, el flaco Puchi, Caito Widorovitz, Jalacho, Goyo Bachrach, Roy Scott, Roberto Plate, Federico Olivero, Ataliva Medina, Coco y Quique Fernández, Gerardo Collarini. También fueron parte del grupo; Chacho Quiroga, Chicho Ernesto Blanco y Angelito Márquez. Otro grupo estaba compuesto por Carlos Mancini, el gordo Zelaya, Mario, Juan, Roberto y Jorge Mezzini, Pedrin Simón y Edwin Achinelli. No podemos olvidarnos de Osvaldo Rodríguez el repartidor de “Dibble”.

Con el tiempo “La Canchita” fue creciendo y fue imperioso generar nuevos ingresos. Santiago Zaldivar, alias Lázaro, organizó el buffet: un tacho de 200 litros con gaseosa y especiales de jamón y queso, panchos y choripanes.

Fermín, el casero de un vecino llamado Morell, por unos pesos nos proveía el agua para el consumo y regaba la cancha, pero notábamos un riego escaso. Nos enteramos con el paso del tiempo que el honesto” Lázaro” lo “adornaba” con dinerillos para que el riego no fuera muy intenso y de esa manera aumentaba exponencia­lmente sus ventas de gaseosas en el buffet. La tierra que volaba con viento sudeste, sumado al calor del mediodía eran un combo perfecto para aumentar las ventas, “lindo pibe” pensábamos.

Al tiempo los gastos fueron aumentando y se decidió por unanimidad cobrar $2 la entrada los domingos (que era fecha por los campeonato­s). En el ingreso junto a la puerta instalamos un panel de madera y en su frente estampamos la palabra “Boletería”

Nuestro padre Eduardo Abella Caprile (pocas personas fueron de tremenda bondad como él) concurrió un domingo y cuando quiso ingresar se le comunicó que debía abonar los $2. Protesto diciendo que era el dueño del terreño y recibió como respuesta… “Señor, no hay opción o paga o ¡no entra!”. Conclusión: compro cinco entradas y participó con una sonrisa.

Y llegaron las luces: Los calores del verano eran muy fuertes para jugar al rayo del sol. Las mejoras eran imprescind­ibles y por eso pensamos en poner luces. Se donaron unos faroles inmensos para hacer la instalació­n. Lázaro manejó las operacione­s y colgándono­s de los árboles pusimos las luces en un lateral. ¡Fracaso total! Y una vez la picardía y el ingenio se adueño del grupo, Invitemos la noche de la inauguraci­ón al Coco Enrique Fernández veterano entusiasta de la pelota y algo mas pudiente que nosotros… por ahí se entusiasma y nos ayuda con las otras luces. La estratagem­a dio resultado y nos dijo “acá no se ve nada, compren toda otra línea de luces que yo la pago, para nosotros una fortuna. Volvió Lázaro y sus técnicos a colocarlas sobre el cerco y el estadio quedó iluminado.

No se veía nada la verdad era como si estuvieran apagadas. No había opción, necesitába­mos una restructur­ación con más lámparas y así llegó la gran mejora.

De los famosos que jugaron en “la canchita” podemos citar a C. Bruzzone de Union de San Fé, Raúl Fiore de Tigre, Lito Giurlani, los hermanos Rickens de Platense y Banfield y Ornad de River y Carlitos Mancini de Atlanta. Tambien vinieron Daniel Onega y Juan Carlos Sarnari “el nene” de River que los trajo un vecino que estaba en la C.D de River.

Años mas tarde hubo otra ‘‘canchita’’, la de Acassuso y Ayacucho que será motivo de otra crónica del barrio.

“DURANTE CINCO AÑOS SE JUGARON TORNEOS INTERBARRI­OS CON EQUIPOS LOCALES Y DE OTROS LADOS. FRAVEGA SAN ISIDRO, INTEGRADO POR SUS DUEÑOS Y EMPLEADOS, Y EL EQUIPO DE LA BARRA DE LA CALLE BRASIL, JUGABAN MUY BIEN. CONCURRÍA MUCHA GENTE LOS DOMINGOS Y FUERON UN ÉXITO DEPORTIVO Y DE BOLETERÍA. Remora Juan Carlos Hynes.

EN EL CASI NOS DIERON UNA PALIZA EN UN PARTIDO ORGANIZADO POR ORNAD –JUGADOR DE LA TERCERA DEL MILLO– CON UN COMBINADO INTEGRADO POR “EL NENE” SARNARI, JUGADOR DE RIVER Y DE LA SELECCIÓN ARGENTINA, DANIEL ONEGA Y ALGÚN OTRO DEL MILLONARIO. PERDIMOS 6 A 1. Nos cuenta Juan Carlos Hynes.

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1. Equipo completo con ropa de la época. 2. Equipo Tururú: Carlos Pinto, Chacho Quiroga, J. Carlos Zelaya, Arturo Abella Nazar y Ernesto Blanco (1959)

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