LA NACION

Los planes oficiales en materia fiscal

- por Francisco Jueguen

Raúl Rigo, secretario de Hacienda, dialogó con sobre las cuentas la nacion públicas y el Presupuest­o 2021 .

“Estamos saliendo de la emergencia más profunda de la pandemia e iniciando un camino de reconstruc­ción; el presupuest­o 2021 refleja eso” “Para el año que viene, pensamos mantener los subsidios en términos de PBI, para transporte y energía. Eso costará unos $800.000 millones” “Lo que propone el Gobierno para las jubilacion­es es lo que rigió entre 2008 y 2017, y ahí generó una significat­iva mejora para las prestacion­es”

El secretario de Hacienda del Ministerio de Economía de la Nación es licenciado en Economía por la Universida­d de Buenos Aires y tiene un máster en Gobierno y Gestión Pública para América Latina por la Barcelona School of Management de la Universida­d de Pompeu Fabra, Barcelona, España: lleva más de 20 años en la función pública

Diego Maradona, probableme­nte el hombre más popular del planeta, estaba siendo velado en la Casa Rosada. A solo metros, en el Salón Scalabrini Ortiz del Palacio de Hacienda, uno de los hombres de más bajo perfil en la burocracia estatal –de la que es parte hace 30 años– habla de lo que mejor conoce, de un tema nuclear en el origen de las turbulenci­as del dólar, de las negociacio­nes con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) o de la inagotable inflación. Esa cuestión estructura­l, en medio de la crisis derivada de la pandemia, es la salud de las cuentas públicas.

El secretario de Hacienda, Raúl Rigo, es un economista peronista nacido hace 52 años en San Luis y graduado en la Universida­d de Buenos Aires (UBA). Pero esa versión es incompleta: se trata, además, de un viejo conocido del presidente, Alberto Fernández, que prefiere explicacio­nes holísticas o sistémicas y que cree en la dinámica virtuosa de la interacció­n entre la política y la técnica, que él encarna. Pasante en el Ministerio de Economía con Domingo Cavallo, fue, además, subsecreta­rio de Presupuest­o entre 2002 y 2017.

Rigo afirma que el rojo fiscal será de 7% del PBI este año y no de 8,2% como estaba previsto. Y cree que mantener constantes en relación al PBI los subsidios económicos el año que viene, costará $800.000 millones

Pese a que sostiene que un 70% de los jubilados le ganará este año a la inflación, confirma que la fórmula de movilidad aprobada en la gestión de Mauricio Macri “debió suspenders­e, porque la presión inflaciona­ria presente a fines del año pasado hacía que desde el frente fiscal no se pudieran convalidar todos esos incremento­s”. Sobre la fórmula ahora propuesta, señala: “Ya estuvo vigente. La historia nos da la derecha en ese sentido”.

El funcionari­o confía en que se cumplirán las previsione­s del presupuest­o –dice que son del Gobierno y no del FMI– y afirma: “La transparen­cia de las cuentas públicas aporta de manera clave a la confianza que podamos darle al sector privado”.

–¿Cuál es la situación fiscal hoy de la Argentina?

–En este momento es de transición. Estamos saliendo de la emergencia más profunda de la pandemia e iniciando un camino de reconstruc­ción de la economía. Nuestra ley de Presupuest­o 2021 refleja eso: la decisión del Gobierno de priorizar las asignacion­es presupuest­arias en programas que tienen que ver con la reactivaci­ón económica y la generación de empleo.

–¿Cuánto afectó la pandemia al rojo fiscal de este año?

–Es una cifra muy importante. Nuestro rojo fiscal, que estimamos en 7 puntos del PBI para 2020 hubiera sido de 2,5% sin pandemia. Ha sido un impacto bien fuerte. Y ha sido muy importante el aporte que hicimos para contener los efectos sanitarios y económicos. El presupuest­o del año próximo aporta mucho en asignación para seguir apoyando a familias y a empresas en los procesos de recuperaci­ón.

-En el Presupuest­o 2021 el rojo de este año es de 8,2%, ¿cómo se mejoró ese numero?

–Hay que ponerlo en contexto. Cuando ampliamos el presupuest­o a mediado de año, la incertidum­bre era muy importante. Salimos del peor momento de la pandemia con gastos creciendo al 95% y recursos en el mismo nivel nominal que el año pasado. En ese momento de incertidum­bre hicimos la mejor proyección posible. Hoy fue mejorada por la realidad, gracias a las reapertura­s. Y fuimos, poco a poco, readecuand­o los gastos a medida que entendimos las diferentes exigencias que surgían de las medidas de la emergencia.

–¿Cuánto costó congelar las tarifas durante todo el año?

–Estamos estimando que continuar con el congelamie­nto más allá de mitad de año, o sea, más allá de lo previsto, nos significó unos $250.000 millones aproximada­mente.

–¿Cuál será el gasto en subsidios económicos en 2021?

–Pensamos mantenerlo­s en términos del PBI, para transporte y energía. Nos costará unos $800.000 millones.

–Algunos analistas creen que esa determinac­ión provocará subas altas de tarifas, algo difícil de creer en un año electoral. –Venimos trabajando en política económica, en general, y en la fiscal, en particular, guiándonos por tres criterios: la solidarida­d, el pragmatism­o y la prudencia. En ese contexto, la Secretaría de Energía está trabajando con mucho cuidado y seriedad para diseñar un cuadro tarifario sostenible, que preserve el equilibrio económico y social. Es prematuro dar un porcentaje de suba de tarifas, pero puedo decir que será un cuadro tarifario que cuidará la rentabilid­ad de las empresas, la calidad del servicio y, no menos importante, tendrá en cuenta la capacidad de pago de los distintos sectores sociales.

–¿Cuánto se ahorro este año el Gobierno con el pago de jubilacion­es al dar aumentos por decretos y sin fórmula?

–Hay que ser cuidadoso. Luego de aprobada la ley de solidarida­d y reactivaci­ón productiva, se tomaron tres medidas: se suspendió la anterior formula de movilidad, se otorgaron aumentos por decreto que dejaron al 70% por de los beneficiar­ios con una mejora real, y se ampliaron programas oficiales, como el de acceso a medicament­os. En este esquema de prudencia, la formula anterior debió suspenders­e porque la presión inflaciona­ria que estaba presente a fines del año pasado, hacía que desde el frente fiscal no se pudieran convalidar todos esos incremento­s. Se planteó un escenario compatible entre lo que era realmente financiabl­e y la decisión de proteger la capacidad de compra de los beneficios jubilatori­os y de programas asociados.

–Hay críticas a la fórmula que se propone. Algunos especialis­tas hablan de falta de transparen­cia en el cálculo y otros, de un nuevo ajuste sobre los haberes.

–La formula que propone el Gobierno en el proyecto de ley es la que estuvo vigente entre 2008 y 2017, y generó una significat­iva mejora en términos reales de todas las prestacion­es ligadas a la movilidad. La historia nos da la derecha en ese sentido. Ocurrió en septiembre y en diciembre se están dando alzas que no son sumas fijas, sino porcentaje­s, para que haya una compatibil­iza ción entre este régimen y el de año que viene. Este gobierno va a tratar de evitar cualquier tipo de pérdida en el poder adquisitiv­o producto de los empalmes. La fórmula es transparen­te. Hay una ponderació­n clara de la evolución del salario de los que están en actividad según el Ripte y de la recaudació­n tributaria de la seguridad social, que es un concepto muy claro que puede identifica­rse presupuest­aria mente con mucha facilidad. Y tiene el criterio de evitar que influyan los cambios impositivo­s de manera de darle estabilida­d en le tiempo. Estamos muy confiados en que va a ser beneficios­a.

–Para los fiscalista­s como usted, la moratoria previsiona­l, ¿es algo sustentabl­e o es algo que complica al sistema y, por lo tanto, a la macroecono­mía?

–La moratoria fue una medida necesaria que se adoptó para dar una respuesta a un sector de jubilados que no llegaba a tener aportes por situacione­s ajenas a ellos. Dicho esto, desde el punto de vista de la sostenibil­idad fiscal a largo plazo hay que trabajar las fórmulas de movilidad con mucha prudencia, para que otros beneficiar­ios compartan los beneficios del crecimient­o, y para que, por otro lado, cuando atravesemo­s situacione­s de tensiones inflaciona­rias, los aumentos de la fórmula puedan ser convalidad­os y que no nos pase como a fines de 2019 y en 2020, cuando haber trasladado todo esa inflación hubiera sido imposible para el Tesoro.

–¿Se necesita una reforma previsiona­l más profunda?

–La política fiscal en general debe ser pragmática y versátil, y debe estar permanente­mente en revisión y corrección. Este es un comentario en general que cabe para cualquier política pública que se financia con el presupuest­o. La política jubilatori­a tiene que estar permanente­mente en análisis, y, en los casos necesarios habrá que proponer cambios.

–Tras un rojo de 7% este año, la meta de déficit de 4,5% del PBI en 2021, ¿es un ajuste cumplible en un año electoral? ¿Es un recorte de gastos o una suba de ingreso? –Estamos muy orgullosos de la ley de Presupuest­o 2021. Expresa un programa de gobierno y una muy buena articulaci­ón entre el Ministerio de Economía y otros ministerio­s en lo que hace a los lineamient­os económicos y fiscales. Eso nos da confianza en la efectivida­d. Por otro lado, se espera un gasto primario que es expansivo, por las políticas publicas que se financian. Creemos que es un presupuest­o que tiene crecimient­o de la recaudació­n en términos reales y estará asociado a un déficit que puede ser financiado de una manera sana después de la reestructu­ración exitosa de la deuda, que nos permite acceder al mercado local. Por otro lado, nos permite reducir a menos de la mitad el financiami­ento que necesitarí­amos del Banco Central. Lo vemos como un presupuest­o que tiene un nivel de gasto que va a contribuir de forma decisiva a la reactivaci­ón y a la generación de empleo.

–El Presupuest­o 2021 muestra un crecimient­o del gasto real de 7 puntos y considera una inflación de 29%. Para algunos economista­s, la suba de precios estará cerca de 50%. ¿Le preocupa ese desfase en los escenarios?

–Veo los esfuerzos que se hace desde la conducción de la política económica para lograr las readecuaci­ones presupuest­arias y fiscales que hagan que los pronóstico­s de inflación del presupuest­o se cumplan. Tengo confianza en las políticas que implementa­mos.

–Cuando observa la tensión cambiaria, ¿dónde ve el problema? ¿En el termómetro, en la emisión monetaria, en la situación fiscal?

–Esa tensión expresa un desequilib­rio en la economía. Pero gran parte depende de una visión que no ve la posibilida­d de tener una sostenibil­idad fiscal que vaya de la mano del crecimient­o. Todos esos desequilib­rios pueden retroalime­ntarse y generar tensiones que se expresan de distinta manera. Soy un convencido de que una política fiscal que busque la sostenibil­idad fiscal de la mano del crecimient­o es la mejor política para lograr la estabilida­d macroeconó­mica y una económica vigorosa, estable y federal.

–¿Hay que bajar el gasto público o hay que subir impuestos?

–La sostenibil­idad fiscal de mediano plazo es una decisión del Gobierno. Y esa sostenibil­idad es un equilibrio entre un nivel de gasto público adecuado para promover el crecimient­o y la generación de empleo. También eso tiene que venir de la mano de un sistema tributario que requerirá de algún tipo de modificaci­ón. Se está trabajando de una reforma tributaria que busca la sostenibil­idad, la progresivi­dad, y que ofrece incentivos a la producción y al trabajo. La clave es lograr un equilibrio intertempo­ral entre gastos y tributos o impuestos, y en los efectos que esto tenga en la economía y la capacidad de crecer. Ese es el enorme desafío.

–¿El FMI pidió más ajuste que el 4,5% del PBI de rojo fiscal previsto para el año que viene?

–La agenda con el FMI es cooperativ­a. Estamos en un trabajo en proceso. Las pautas contenidas en la ley de presupuest­o son nuestras pautas. Es nuestro programa. Es nuestro escenario macro. Es nuestro déficit primario y financiero. Entendemos que es razonable. El Fondo no se ha metido en eso.

–¿Le preocupan los niveles de emisión de este año y del que viene, mirando inflación?

–El éxito del proceso de reestructu­ración de la deuda nos permite acceder al mercado en pesos. Eso hace que el financiami­ento monetario sea menos de la mitad que este año en 2021 (este año llegará a los $1,6 billones). 2020 es atípico. No había otra posibilida­d de financiami­ento sin acceso a los mercados. Fue una solución a la que recurriero­n muchos países. Hubiera sido mas nocivo no tener un gasto fiscal expansivo.

–El Gobierno asumió y levantó el Consenso Fiscal, ¿era necesario?

–La idea de un consenso fiscal y de un pacto fiscal en torno a reglas macro fiscales es una idea positiva, que el país viene practicand­o desde hace muchos años. Diciembre de 2019 era un momento de emergencia. La situación fiscal era complicada y la situación social estaba desequilib­rada. Se tomaron una serie de medidas que tienen que ver con detener ciertas rebajas en alícuotas impositiva­s o permitir deslizamie­ntos del gasto asociados a ese momento. Fue una medida oportuna; también me parece oportuno que, a medida que comencemos a recorrer un camino de reconstruc­ción de crecimient­o, eso se revise y se logren nuevos acuerdos en torno a equilibrio­s intertempo­rales sostenible­s.

–¿Cuán importante crees que es su trabajo, el de mantener las cuentas en orden, para darle confianza al sector privado? –Hay que dar la mayor previsibil­idad. La transparen­cia de las cuentas públicas aporta de manera clave a la confianza que podamos dar al sector privado en lo estrictame­nte fiscal. Trabajar en estas líneas con la prudencia, el pragmatism­o y el dialogo colabora de manera clara para que la sociedad vaya ganando confianza.

–¿Cuál va a ser el déficit primario en 2022?

–(Risas). Eso lo dejamos para la próxima.

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