LA NACION

La Casa Rosada, los goles en contra y el voluntaris­mo

- El Escenario Claudio Jacquelin

“Podría haber sido peor”. “Se podría haber hecho mejor”. En esas dos frases que Alberto Fernández pronunció ante unos pocos colaborado­res se resumen las primeras conclusion­es del Gobierno sobre el desbordado funeral de Estado de Diego Maradona. Un compendio de resignació­n, autoindulg­encia y crítica (sin autocrític­a) para otro bochorno argentino que da vueltas al mundo. Pero también más que eso.

Las dos frases sintetizan la manera en que Fernández afronta y administra las vicisitude­s de su gestión. Frente a casi todo lo malo que ocurre, suele emerger del Presidente y de su equipo una exhibición de ajenidad, de prescinden­cia, pero también de victimizac­ión porque los hechos no suceden como se han propuesto, imaginado o deseado.

En declaracio­nes públicas el jefe del Estado fue aún más explícito. “Confié en la conciencia social”. “Tuvimos el ‘problema’ de que la familia quiso que todo terminara a las 16”. “Esperaba que todos, en respeto a la memoria de Diego, entendamos que algunos íbamos a poder verlo y otros no”. “Me llamó la atención que muchos plantearon que, habiendo puesto la Casa de Gobierno, teníamos que poner nosotros las condicione­s a partir de las cuales debía ser velado. A mí me pareció que no, nunca enfrenté ese dilema”. Todo parece indicar que en la Casa Rosada la realidad se padece. Y, en el mejor de los casos, se administra­n consecuenc­ias. Pero solo en raras ocasiones se conduce. Es lo que advierten, lo que lamentan, lo que sufren y por lo que reclaman muchos dirigentes políticos, sociales, empresaria­les y ciudadanos comunes. Es la raíz de la crisis de confianza que ha afrontado en reiteradas ocasiones este gobierno en su primer año.

Maradona otra vez fue el catalizado­r de la realidad argentina. El mundo idílico y el pueblo idealizado que se imagina desde los despachos de los porteñísim­os dirigentes que gobiernan el país es mucho más complejo y tiene un grado de descomposi­ción mucho mayor que el supuesto y admitido. Como si la representa­ción del sujeto social no se vinculara con las crudas y dolorosas estadístic­as que lo describe nen su mul ti dimensiona­l id ad y agudeza. Esa realidad demanda mucho más que limitarse a administra­r conflictos internos y externos. O de consolarse con que “podría haber sido peor”. “Todo el tiempo parece que nos contentamo­s con perder por poco”, admite apesadumbr­ado un asesor ministeria­l de neto cuño albertista. “No parecemos un gobierno peronista. No hay gestión, conducción ni audacia”, acusan desde cost ad oscr is tic am por is tas. La rampa de despegue que, como se llegó a imaginar, podría haber a portado otro velatorio popular en la Casa Rosada terminó siendo un tropiezo mayúsculo, cuyas consecuenc­ias aún no se dim en si onan. néstork ir ch ner no era Maradona. La Argentina de 2020 no es la de 2010. “El liberalism­o y el progresism­o se parecen en que ambos profesan el ‘dejar hacer, dejar pasar’ como filosofía de vida (…) Si el Estado no garantiza la seguridad porque propicia una filosofía de no intervenci­ón, se consagra la ley del más fuerte”, disparó sin eufemismos, el secretario de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, en una columna publicada en Infobae, dedicada a criticar lo ocurrido en el velatorio de Maradona. El funcionari­o cristinist­a quedó más cerca de ab sol vera horaciorod­ríguez la r reta que solo de ilusión planetas demasiado que que restañe Seguridad, proyecta de el se fuego tiempo desean defender de las es que “amigo” desavenenc­ias apenas alejada el arregle o las gobierno. Sabrina porque a Fernández. cosas una de sobre los la caricatura se ocurran Frederic. platos imagen el la alinean y anhelo ministra salde Ya rotos, no porque real los las no La de es contradicc­iones constante. acciones El reciente festival parl amen tariocrist in ist aquea fect ande EsCrist in aloque planes tiene ocurre y Máximo una del Gobierno. con presencia Kirchner varias con proyecto la aprobación alcanzó exigido su por clímax en la el vicepresid­enta Senado el viernes del de para todos facilitar los fiscales la designació­n federales a del gusto jefe y ella placer sí conduce de la mayoría con mano oficialist­a de hierro que y guante de titanio (jamás de seda). Regía aún el duelo nacional que había dispuesto al Poder Ejecutivo. Fue un golpe al hígado del declamado institucio­nal is mo al fon albert is ta.

No sorprenden entonces la interrupci­ón del diálogo entre Presidente y vicepresid­enta, que ya supera el mes, ni la frialdad expuesta en el funeral. Lo singular es que Fernández minimiza la situación y algunos de sus colaborado­res afirman que hasta se siente cómodo. Lo prefiere antes que las larguísima se infructuos­as discusione­s que lo dejaban literalmen­te de cama. El diálogo nunca ha sido uno de los atributos de Cristina Kirchner. Sí imponer sus propósitos, y suele lograrlo en lo que de ella depende. Por eso, tampoco estaría incómoda. Además, ya dijo que el que gobierna es el Presidente y que hay “funcionari­os que no funcionan”. Eso no depende de ella. El “todo podría ser peor” también opera en su caso. Para celebrar el primer año de gobierno a Fernández le alcanza con que se mantenga viva la ilusión del alineamien­to de algunos planetas: precio de la soja y otras commoditie­s en alza, dólar sin sobresalto­s, negociació­n con el FMI encaminada, ausencia de desbordes sociales en diciembre y llegada de la vacuna contra el Covid-19. Son los cinco deseos albertista­s para ponerle fin al annus horribilis. Pero todo es muy frágil. Los precios en ascenso, la conflictiv­idad social deses perezándos­e, el dólar en equilibrio inestable y el acuerdo con el Fondo, que ahora el ministro Guzmán admite que no llegará antes de fin de año, como pretendía, no ameritan relajamien­tos. Más si “metemos adentro las que van afuera”, como se lamentan algunos funcionari­os frente a los errores de gestión y los conflictos internos que terminan en goles en contra. La relación agriada en extremo con la oposición, por impulso del cristi-camporismo y por el laissez faire, laissez passer del albertismo, no facilitan tampoco la concreción de las ex deseos del gobierno. mucho más cuando se espera o se necesita de algún apoyo en el Congreso, como el que pretende tener Guzmán para revestir de consistenc­ia y credibilid­ad un acuerdo con el FMI. Los avances sobre la Justicia y las acusacione­s y denuncias del ministro del Interior, Wado de Pedro; de la ministra Frederic contra el jefe y el vicejefe de gobierno porteño, Rodríguez Larreta y Diego Santilli, por los incidentes durante el funeral de Maradona hacen ver a la pax pandémica como escenas de otra era geológica. La curiosa conferenci­a del viernes del Presidente para seguir pidiendo no relajarse contra el Covid después del pandemóniu­m de contactos estrechos de los dos días anteriores puso en evidencia tanto contradicc­iones como cambios profundos. Ya no estuvo rodeado de Larreta ni de Axel Kicillof, sino por el ministro de Salud y la titular del PAMI, la camporista Luana Volnovich, para empezar a instalar la esperanza de vacunación contra la peste. La creación de expectativ­as es la esencia de la política. Ante un año electoral es una necesidad vital para cualquier gobierno. Eso lo explica todo.

El Presidente se interna en terrenos pantanosos sin baqueanos. Es el caso de su involucram­iento en el complejo objetivo de lograr que se posponga la aplicación de la prohibició­n legal para la rereelecci­ón de los intendente­s bonaerense­s. Sin los votos asegurados en la Legislatur­a ni la predisposi­ción, hasta ahora, de los miembros de la Suprema Corte provincial para habilitar ese bypass corre el riesgo de quedar tan expuesto como en su fallido y grotesco intento de apaciguar a barrabrava­s con un megáfono para evitar la invasión a la Casa de gobierno. el deci sionismo requiere de liderazgo y convicción. Lo demostró Maradona. Sin eso, todo es voluntaris­mo. Lo confirman las dos frases que sintetizan la aciaga semana pasada. “Podría haber sido peor”. “Se podría haber hecho mejor”.

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Presidenci­a El presidente Alberto Fernández, al despedir los restos de Diego Maradona, en la Casa Rosada

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