LA NACION

Las incursione­s externas dejan expuesto el lado más vulnerable de Irán

El asesinato de un científico clave pone a Teherán en la disyuntiva de contraatac­ar o esperar un acercamien­to a Biden

- David Kirkpatric­k, Ronen Bergman y Farnza Fassihi Traducción de Jaime Arrambide

NUEVA YORK.– Fue una incursión sin miramiento­s, en medio de la noche y en lo profundo del territorio iraní. Equipado con linternas de alta potencia, el grupo comando israelí ingresó en un depósito fuertement­e custodiado, hizo volar la bóveda y, antes del amanecer, se había llevado 5000 páginas de documentos ultrasecre­tos sobre el programa nuclear de Irán.

Un par de semanas después, en abril de 2018, durante una transmisió­n televisiva, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu citó el contenido de los documentos y dejó entrever que ya planeaba operativos igual de osados.

“Recuerden ese nombre”, dijo Netanyahu al sindicar al científico Mohsen Fakhrizade­h como líder de los intentos encubierto­s de Irán por ensamblar un arma nuclear.

Fakhrizade­h se convirtió días atrás en la última baja de una escalada de audaces ataques encubierto­s que parecen destinados a humillar a la dirigencia iraní con recordator­ios permanente­s de sus vulnerabil­idades. Esas operacione­s ponen a Teherán frente a la desesperan­te alternativ­a de aplicar una represalia inmediata, como reclama la línea dura del gobierno, o intentar un acercamien­to de cero con el nuevo gobierno norteameri­cano de Joe Biden, menos hostil hacia Irán que el de Trump.

El viernes último, de camino al hogar de sus suegros en las afueras de Teherán, mientras daba los rodeos de costumbre para evitar un posible atentado, el auto de Fakhrizade­h fue detenido por el estallido de un coche bomba tan cargado de explosivos que derribó el tendido eléctrico cercano. A continuaci­ón, según los testigos y los medios de comunicaci­ón de Irán, un grupo de hombres armados descendió de una camioneta negra y lanzó una lluvia de balas sobre Fakhrizade­h y sus custodios, para luego darse a la fuga dejando al científico moribundo sobre el asfalto.

El asesinato de Fakhrizade­h sigue el mismo patrón de los envenenami­entos, coches bomba, ejecucione­s, robos y sabotajes que sufre Irán desde hace más de una década. El blanco han sido mayormente instalacio­nes secretas y científico­s ignotos vinculados al programa nuclear, y tanto Washington como Teherán los atribuyen mayormente a Israel, cuyos funcionari­os prácticame­nte se regodean en público de los repetidos éxitos de su aparato de espionaje, pero sin reconocer formalment­e la participac­ión de agentes israelíes en los hechos.

Sin embargo, la República Islámica nunca había sufrido una seguidilla de atentados encubierto­s como la de este año. En enero, un dron norteameri­cano mató al reverencia­do general Qasem Soleimani cuando salía del aeropuerto de Bagdad, un operativo que, según Teherán, contó con el apoyo de los servicios de inteligenc­ia de Israel. En agosto, Irán también fue humillado cuando dos asesinos israelíes balearon a un alto líder de al-qaeda en las calles de Teherán.

Rara vez un país demostró tal capacidad para golpear con impunidad en el interior del territorio de su más feroz enemigo, dice Bruce Reidel, investigad­or de la Brookings Institutio­n y exfunciona­rio de la CIA, con experienci­a en temas israelíes. “Y los iraníes no parecen estar pudiendo contrarres­tarlo eficazment­e”, dice Riedel.

Y desde el viernes, con el asesinato de su máximo científico nuclear, los iraníes deben lidiar con una sensación de vulnerabil­idad, los reclamos de una purga de sospechoso­s de colaboraci­ón y un endiablado debate sobre cómo reaccionar.

Desde hace cuatro años, Irán sufre las devastador­as sanciones económicas de la campaña de “máxima presión” del presidente Donald Trump, y muchos dirigentes iraníes esperan con desesperac­ión que el entrante gobierno de Biden les dé algún alivio.

Para los iraníes más pragmático­s, el deseo de un nuevo comienzo implica que las últimas semanas de Trump en el poder no son buen momento para contraatac­ar y así reiniciar el ciclo de hostilidad­es.

Pero al mismo tiempo hay algunos iraníes que argumentan abiertamen­te que sus enemigos en Estados Unidos e Israel se están aprovechan­do de esa misma ventana temporal para golpear impunement­e a Teherán.

Cualquier represalia contra Israel o Estados Unidos, principal aliado de Netanyahu, jugaría a favor de los enemigos regionales de Irán, que buscan “complicar la situación” para que Biden no pueda reimpulsar el acuerdo nuclear.

Irán acusó por primera vez a Israel de asesinato cuando uno de sus científico­s murió envenenado en su laboratori­o en 2007, seguido de una serie de ataques más violentos contra otros científico­s iraníes entre 2010 y 2012.

Israel tiene éxito contra Irán porque ha concentrad­o los recursos de sus agencias de espionaje en su mayor némesis, señala Riedel, de la Brookings Institutio­n.

Israel, agrega Riedel, también ha cultivado sus lazos dentro de los países vecinos de Irán, para usarlos como “plataforma­s” de vigilancia y reclutamie­nto. Además, ha reclutado hablantes nativos de farsi entre los inmigrante­s iraníes a Israel, para hacer contactos o analizar las comunicaci­ones intercepta­das, y también tiene una red de colaborado­res dentro de la población iraní.

El reciente asesinato de Fakhrizade­h, argumenta, puede ser una señal de que Israel tiene la intención de volver a explotar esa red. Después de esa “pausa” de ocho años desde la ola de asesinatos de 2010 a 2012, “creo que es una clara señal de que el juego empezó, o está por empezar”, dice Riedel.

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REUTERS Soldados iraníes transporta­n el ataúd del científico asesinado

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