Las incursiones externas dejan expuesto el lado más vulnerable de Irán
El asesinato de un científico clave pone a Teherán en la disyuntiva de contraatacar o esperar un acercamiento a Biden
NUEVA YORK.– Fue una incursión sin miramientos, en medio de la noche y en lo profundo del territorio iraní. Equipado con linternas de alta potencia, el grupo comando israelí ingresó en un depósito fuertemente custodiado, hizo volar la bóveda y, antes del amanecer, se había llevado 5000 páginas de documentos ultrasecretos sobre el programa nuclear de Irán.
Un par de semanas después, en abril de 2018, durante una transmisión televisiva, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu citó el contenido de los documentos y dejó entrever que ya planeaba operativos igual de osados.
“Recuerden ese nombre”, dijo Netanyahu al sindicar al científico Mohsen Fakhrizadeh como líder de los intentos encubiertos de Irán por ensamblar un arma nuclear.
Fakhrizadeh se convirtió días atrás en la última baja de una escalada de audaces ataques encubiertos que parecen destinados a humillar a la dirigencia iraní con recordatorios permanentes de sus vulnerabilidades. Esas operaciones ponen a Teherán frente a la desesperante alternativa de aplicar una represalia inmediata, como reclama la línea dura del gobierno, o intentar un acercamiento de cero con el nuevo gobierno norteamericano de Joe Biden, menos hostil hacia Irán que el de Trump.
El viernes último, de camino al hogar de sus suegros en las afueras de Teherán, mientras daba los rodeos de costumbre para evitar un posible atentado, el auto de Fakhrizadeh fue detenido por el estallido de un coche bomba tan cargado de explosivos que derribó el tendido eléctrico cercano. A continuación, según los testigos y los medios de comunicación de Irán, un grupo de hombres armados descendió de una camioneta negra y lanzó una lluvia de balas sobre Fakhrizadeh y sus custodios, para luego darse a la fuga dejando al científico moribundo sobre el asfalto.
El asesinato de Fakhrizadeh sigue el mismo patrón de los envenenamientos, coches bomba, ejecuciones, robos y sabotajes que sufre Irán desde hace más de una década. El blanco han sido mayormente instalaciones secretas y científicos ignotos vinculados al programa nuclear, y tanto Washington como Teherán los atribuyen mayormente a Israel, cuyos funcionarios prácticamente se regodean en público de los repetidos éxitos de su aparato de espionaje, pero sin reconocer formalmente la participación de agentes israelíes en los hechos.
Sin embargo, la República Islámica nunca había sufrido una seguidilla de atentados encubiertos como la de este año. En enero, un dron norteamericano mató al reverenciado general Qasem Soleimani cuando salía del aeropuerto de Bagdad, un operativo que, según Teherán, contó con el apoyo de los servicios de inteligencia de Israel. En agosto, Irán también fue humillado cuando dos asesinos israelíes balearon a un alto líder de al-qaeda en las calles de Teherán.
Rara vez un país demostró tal capacidad para golpear con impunidad en el interior del territorio de su más feroz enemigo, dice Bruce Reidel, investigador de la Brookings Institution y exfuncionario de la CIA, con experiencia en temas israelíes. “Y los iraníes no parecen estar pudiendo contrarrestarlo eficazmente”, dice Riedel.
Y desde el viernes, con el asesinato de su máximo científico nuclear, los iraníes deben lidiar con una sensación de vulnerabilidad, los reclamos de una purga de sospechosos de colaboración y un endiablado debate sobre cómo reaccionar.
Desde hace cuatro años, Irán sufre las devastadoras sanciones económicas de la campaña de “máxima presión” del presidente Donald Trump, y muchos dirigentes iraníes esperan con desesperación que el entrante gobierno de Biden les dé algún alivio.
Para los iraníes más pragmáticos, el deseo de un nuevo comienzo implica que las últimas semanas de Trump en el poder no son buen momento para contraatacar y así reiniciar el ciclo de hostilidades.
Pero al mismo tiempo hay algunos iraníes que argumentan abiertamente que sus enemigos en Estados Unidos e Israel se están aprovechando de esa misma ventana temporal para golpear impunemente a Teherán.
Cualquier represalia contra Israel o Estados Unidos, principal aliado de Netanyahu, jugaría a favor de los enemigos regionales de Irán, que buscan “complicar la situación” para que Biden no pueda reimpulsar el acuerdo nuclear.
Irán acusó por primera vez a Israel de asesinato cuando uno de sus científicos murió envenenado en su laboratorio en 2007, seguido de una serie de ataques más violentos contra otros científicos iraníes entre 2010 y 2012.
Israel tiene éxito contra Irán porque ha concentrado los recursos de sus agencias de espionaje en su mayor némesis, señala Riedel, de la Brookings Institution.
Israel, agrega Riedel, también ha cultivado sus lazos dentro de los países vecinos de Irán, para usarlos como “plataformas” de vigilancia y reclutamiento. Además, ha reclutado hablantes nativos de farsi entre los inmigrantes iraníes a Israel, para hacer contactos o analizar las comunicaciones interceptadas, y también tiene una red de colaboradores dentro de la población iraní.
El reciente asesinato de Fakhrizadeh, argumenta, puede ser una señal de que Israel tiene la intención de volver a explotar esa red. Después de esa “pausa” de ocho años desde la ola de asesinatos de 2010 a 2012, “creo que es una clara señal de que el juego empezó, o está por empezar”, dice Riedel.