LA NACION

Las ventanas en las eliminator­ias, según el deporte que se mire

En el fútbol fortalecen a los grandes y en el básquetbol generan paridad; causas y efectos, en qué se diferencia­n los sistemas de cada competició­n

- Xavier Prieto Astigarrag­a

Hace no mucho, la Argentina estaba en básquetbol 20,

30 puntos arriba de Chile y Colombia. Quizás más. Este viernes y este sábado, jugando en Buenos Aires, sufrió para ganarles a ambos. ¿Se emparejó el deporte de la pelota naranja? Sin dudas. Como el fútbol. Pero en este último, las eliminator­ias sudamerica­nas tienden a consolidar a los poderosos, mientras que las del básquetbol en el mundo propenden a generar sorpresas, a igualar. ¿En qué se diferencia­n?

En el formato no, porque son muy parecidos: para clasificar­se para disputar la Americup, los selecciona­dos del continente se enfrentan en ventanas de dos fechas con algunos meses de interstici­o. Esta semana se desarrolló la segunda ventana, en la cual el equipo argentino derrotó a Chile por 67-61 el viernes, sin grandes merecimien­tos y con bastante susto (61-61 a

23 segundos del final), y a Colombia por 75-67 el sábado, en Obras Sanitarias.

Con 3-1 éxitos y una caída, quedó muy cerca del objetivo, que podrá cumplir en febrero, cuando se cierre el grupo A en el país trasandino. Necesita un triunfo más, o bien que los chilenos o los colombiano­s pierdan algún partido. El otro integrante de la zona es Venezuela, al que Chile llevó a un segundo tiempo suplementa­rio ayer, también en Obras. Los caribeños ganaron finalmente por 86-77, pero al susto que pasaron no lo padecían tiempo atrás.

Y en el básquetbol el peligro para los fuertes no se restringe a Sudamérica. También Europa ve sufrimient­o de los favoritos, o directamen­te cachetazos a manos de los débiles, con este sistema de ventanas. ¿Cuál es el factor desencaden­ante? Uno muy claro: los poderosos no están contando con sus figuras, que permanecen en la NBA o en sus clubes del Viejo Continente. En contraste con el fútbol, ciertament­e.

Décadas atrás, cuando las eliminator­ias sudamerica­nas del deporte más importante se desarrolla­ban por grupos y en un puñado de semanas, había lugar para las sorpresas. De hecho, se suele decir que a la Argentina siempre le costaron. No es cierto: desde que se desarrolla­n en formato largo, de todos los equipos enfrentado­s entre sí en un año y medio y con ventanas, AFA pasó con holgura cuatro de las seis clasificac­iones para los mundiales. Brasil, cinco. Y la segunda línea subcontine­ntal suele ser protagonis­ta ya estable de la Copa del Mundo, tras largo tiempo en que no lo era: Uruguay, Colombia. ¿Por qué?

En una competenci­a larga tienden a perder impacto numérico los resultados sorpresivo­s. A mayor cantidad de partidos, la normalidad termina imponiéndo­se. Como pasa en la Fórmula 1: se puede vencer en algunas carreras a Lewis Hamilton y Mercedes, pero es casi imposible quitarles campeonato­s, porque las temporadas abarcan muchas fechas. ¿Qué cambia entonces en el básquetbol? Simplement­e, que los mejores no están contando con sus figuras.

En el fútbol, se desviven por venir, y una muestra es que Ángel Di María hizo escuchar su amarga queja desde París cuando no fue convocado para la primera ventana de 2020 (Ecuador y Bolivia). También Brasil y el resto disponen de sus estrellas. Pero en el básquetbol, Luis Scola, Facundo Campazzo, Gabriel Deck, Nicolás Laprovitto­la, Luca Vildoza y otros referentes no se ponen la camiseta argentina en las eliminator­ias. ¿No quieren? Qué va: no pueden.

Tampoco los mejores de Brasil ni los de otros selecciona­dos. Sucede que sus clubes europeos y franquicia­s de NBA no los liberan, algo que en el fútbol está prohibido. FIFA obliga a las entidades a ceder a sus jugadores contratado­s para que actúen en sus equipos nacionales. FIBA, su par del básquetbol, no está en condicione­s de hacerlo. No tiene poder sobre la NBA ni sobre la Euroliga, simplement­e porque no están bajo su órbita. Son competenci­as que se mueven por fuera del paraguas global. Como si la Champions League y la Major League Soccer fueran independie­ntes de FIFA.

Lo que hace la Federación Internacio­nal de Asociacion­es de Básquetbol es negociar con NBA y Euroliga que sus calendario­s no se superponga­n con las dos competenci­as más importante­s de selecciona­dos, es decir, los mundiales (agosto-septiembre) y los Juegos Olímpicos (julio-agosto). Y ha logrado firmar acuerdos con ellas para que éstas no les veden a las federacion­es nacionales citar a sus jugadores durante esos grandes certámenes. Pero no ha logrado llegar más allá; no consiguió nada para sus ventanas eliminator­ias.

Y entonces se producen las bajas de nombres trascenden­tes, en todos los continente­s. La jornada clasificat­oria del sábado en Europa fue un cúmulo de resultados inesperado­s. España (8795), el campeón del mundo, perdió contra... Israel. Claro: no contó con Marc ni Pau Gasol, Willy ni Juancho Hernangóme­z, Ricky Rubio, Sergio Llull, Chacho Rodríguez, Nikola Mirotic. Serbia, una gran potencia, no tuvo a Nikola Jokic, Bogdan Bogdanovic, Milos Teodosic, Vasilije Micic, Stefan Jovic, y así le fue: cayó frente a Suiza (90-92), que en básquetbol está lejos de tener un PBI per capita alto. A Grecia le faltaron Giannis Antetokoun­mpo, Nick Calathes, Kostas Sloukas, Giorgios Printezis e Ioannis Bourousis y por eso fue superado por Letonia (66-77). Un actor de primer nivel de este deporte, Lituania, extrañó a Jonas Valanciuna­s, Domantas Sabonis, Rokas Giedraitis y Renaldas Seibutis a tal punto que protagoniz­ó una derrota impensable en otro tiempo: ante Dinamarca (76-80), y como local.

Desde hace años FIBA está en una suerte de pie de guerra con Euroliga por la disponibil­idad de los basquetbol­istas. Una y otra van creando competenci­as para debilitar a la contrapart­e, en una carrera que parece tener al frente al campeonato continenta­l pero que termina dañando a ambos. La federación internacio­nal sí puede, y de hecho lo hace, detener los campeonato­s nacionales para priorizar sus ventanas eliminator­ias, pero los mejores jugadores del planeta participan justamente en esos dos torneos que ella no maneja: hay más de 200 jugadores que integran la Euroliga y unos 120 extranjero­s en la NBA que se quedan sin vestir sus colores patrios fuera del Mundial y los Juegos Olímpicos.

Y sin los mejores en sus selecciona­dos, las distancias hasta los no tan buenos se acortan. Por eso a la Argentina, con Máximo Fjellerup como pieza más trascenden­te (uno de los dos subcampeon­es de China 2019 presentes en esta ventana; el otro fue Agustín Caffaro), le costó tanto imponerse en Obras a los –vale aclararlo– crecientes Chile y Colombia. Y parece que deberá adaptarse a eso mientras FIBA no consiga una solución a su problema. ¿Cómo? Desarrolla­ndo una muy buena –dicho al estilo NBA– segunda unidad, reduciendo la brecha entre el primer mundo de sus astros y el nivel de sus satélites.

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Fiba americup Fjellerup ataca vs. colombia, durante el trabajoso triunfo argentino por 75-67

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