LA NACION

Los discos de Creedence Clearwater Revival, ordenados de peor a mejor

- Recomendad­os Fernando García

La dificultad de ordenar los Lp de cree den ceclearwa te r Revival (CCR) es que en la mismísima era de oro del álbum como unidad conceptual para escuchar música pop ellos no fueron un grupo de álbumes. Creedence, cuya popularida­d en la Argentina a principios de los 70 solo era superada por los Beatles, se consumió sobre todo a través de recopilaci­ones como el doble álbum Crónica (presentand­o a John Fogerty), que reunía esos “20 grandes éxitos” que definieron el esencialis­mo rocker de Fogerty.

7 Mardi Gras (1972)

En esa rockola de hitazos (como Vilas con la ATP, nunca llegaron al número uno de Billboard, pero metieron cinco números 2 en la Biblia de los charts solo entre 1969 y 1970) se hace difícil encontrar algo “peor”, pero si hay que empezar a ordenar la discografí­a en forma descendent­e, todos los boletos se juegan en el magro Mardi Gras. Para cuando este LP se editó, en abril de 1972, Creedence había quedado reducido a trío por la partida de Tom Fogerty, el hermano mayor de John, sobre quien recaían la responsabi­lidad compositiv­a y la ideología estética del grupo. Mardi

Gras parece un disco de outtakes, pero hecho de descartes antes que de hallazgos. Fogerty canta solo cuatro canciones entre las que se cuenta el último clásico de CCR: la balada autobiográ­fica “Someday Never Comes”, lado A del último single del grupo que salió en junio del 72. En octubre de ese mismo año, Creedence se había terminado. Archívese junto a Squeeze (Velvet Undergroun­d, 1973), Full Circle (The Doors, 1972) o Cut the Crap (The Clash, 1985) como discos irrelevant­es de bandas relevantes.

6 Creedence Clearwater revival (1968)

Puesto a jugar con el resto de la discografí­a, este debutazo queda relegado solo por su carácter embrionari­o. Ese carácter queda enfatizado en el hecho de que dos de sus tres simples eran covers cuando la idea de autor se había vuelto uno de los rasgos diferencia­les de la cultura rock dentro de la industria musical. Fogerty fue, como definió el crítico inglés Simon Reynolds, retro-garde: alguien que usaba el pasado como símbolo de distinción. Así, elige abrir el primer álbum de CCR para el oscuro sello Fantasy con una crudísima relectura de “I Put a Spell On You” del extravagan­te bluesman Screamin’ Jay Hawkins que Nina Simone ya había llevado a una cumbre sublime en 1965. En su rescate del rock and roll primal y bailable el primer álbum de CCR es un manifiesto anti-hippie aunque la atmósfera psicodélic­a amenaza tanta necesidad de clearwater y revival (que no lo es).

La relectura del rockabilly “Susie-q” (1958) de Dale Hawkins lleva a ocho minutos y treinta y siete segundos un original de apenas dos minutos a través de una zapada sin destino que se enrarece al límite de la disonancia y unos coros que balbucean algo indecible. Además del rockabilly y el blues más oscuro, Fogerty rescata el soul del sello Stax (Wilson Pickett) y define su ideario en “The Working Man”: el costado renegado del Summer of Love. No el nihilismo proto punk de Velvet Undergound sino la misma perspectiv­a de clase (trabajador­a) que Ray Davies con los Kinks (“Dedicado seguidor de moda”) o Moris (“Pato trabaja en una carnicería”). Es nada menos que la aparición en público de una voz cuyo gruñido irritante anticiparí­a el de Brian Johnson (AC/DC) y hasta el del Kurt Cobain menos pop.

5 Cosmo’s Factory (1970)

En términos de impacto, el disco que revelaba en su tapa la trastienda de trabajo de Creedence (a la que Fogerty llamaba “The Factory” sin ninguna relación con la de Andy Warhol) marcó el Everest de dos años agotadores yendo del estudio de grabación a los escenarios. Editado el 16 de julio de 1970, “Cosmo’s Factory”, que fue número uno en los Estados Unidos y seis países de Europa al mismo tiempo, apareció como un flash en una dimensión paralela a la separación de The Beatles (“Let it be” había salido en mayo). Fogerty era capaz de hacer que Creedence sonara tan amenazante como los Stones de “Gimme Shelter” en “Run Through the Jungle”: joya del minimalism­o rocker que sostiene la tensión en un solo tono evitando el paroxismo de un estribillo que nunca llega.lúm penes dewood stock( la actuación deCCRquedó­d es teñida por la de Grateful Dead), en la Factory de Fo gertyhabí alugar al mismo tiempo para un retro-rock que se pasaba de anacrónico. “Travellin Band” debió haber reinado en las rock e rías( discoteca s suburbanas donde el rock and roll se preservó como baile) pero se trataba al fin de una interpreta­ción lineal de standards de la segunda mitad de los 50. Y los hit(o)s de Fogerty no estuvieron en repetir como un mirlo el rock and roll vintage sino en re visionarlo usando y des echando al mismo tiempo la atmósfera de su época. Lo que queda expuesto aquí en la electrizan te apertura con“rambl eT amble” ola alegría contagiosa, neurótica, de “Up Around the Bend”. En “Who’ll Stop the Rain” retoman el estilo clásico de The Byrds pero sin aquella armonía pastoral (Angry Byrds), mientras que la solidarida­d con el poder negro (¿soulidarid­ad?) sigue con la versión de “I Heard it to the Grapevine” (Marvin Gaye) que desemboca en una jam obsesiva de once minutos. No es “peor” que los discos que siguen sino que acaso Cosmo’s sea menos álbum.

4 Bayou Country (1969)

1969 fue el año de cree den ce que, en una proeza fordista, editó tres LP entre enero y noviembre. La imagen de la tapa de su segundo álbum repetía la fotografía del cuarteto en el mismo ambiente natural del debut pero con un efecto de distorsión óptica. Esta dislocació­n entra en diálogo con la bombástica apertura, piedra angular del estilo swamp: “Born on the Bayou”. Por “Bayou” se designaba en la lengua de la etnia choctauw a los meandros pantanosos del río Misisipi y esa es la tierra prometida de Fogerty y Creedence que no eran del sur profundo de los Estados Unidos sino que se habían formado en El Cerrito, una pequeña ciudad recostada sobre la bahía de San Francisco. “Ojalá estuviera de vuelta en el Bayou enrollado con alguna reina del Cajún” se le oye gritar a Fogerty en su imaginaria nostalgia mientras conduce a la banda a través de un sueño de Faulkner. Pero nada es impostado aquí: Creedence se la cree. “Bayou Country” afirma un sonido; la voz urticante de Fogerty y hasta su estilo de guitar anti hero. Todo eso es conjugado en “Orgullosa Mary” donde la ensoñación americana (ese subestilo que termina en Wilco) roza la perfección. No solo es alto pop sino que la electricid­ad se deja oír diáfana (huyendo de los efectos de la época) en ese interstici­o donde Fogerty se vuelve un acupunturi­sta de la guitarra: una intervenci­ón mínima (escuchar a la altura de 1:50) le alcanza para sacudir entero el sistema nervioso del oyente.

3 Pendulum (1970)

El menos explorado de los LP de CCR es el que mejor califica como álbum: es el único compuesto íntegramen­te por originales de Fogerty (no hay covers) y el que mejor responde a la demanda conceptual del formato. Luego del éxito de “Cosmo’s Factory” al gruñón del pantano le quedaba todavía una bala y era para demostrarl­e al mundo (del rock) que Creedence no eran unos Monkees o Archies en camisas leñadoras. “Sí, ya sé que pese a esto el rebaño escuchará a Creedence Clearwater Revival para moverse y gastar energía”, escribía a fines del 69 Luis Alberto Spinetta en el diario undergroun­d Lo Inadvertid­o, editado por Marta Minujín y Daniel Beilinson, uno de los hermanos de Skay. Sí, esa era un poco la idea que se tenía de Creedence en la tribu aunque casi al mismo tiempo Moris rubricara otra mirada en la contratapa de Treinta Minutos de Vida: “Son las once y media de la noche y escucho en el aire una canción del conjunto Creedence Clearwater Revival y suena con la naturalida­d de un tango antiguo flotando sobre la ciudad”. Pendulum se transita como un todo homogéneo y autárquico; un mundo que se pliega sobre sí mismo del mismo modo que venían haciendo los Beatles a partir de Revolver. También es cierto que es el disco menos hitero aunque en ese recorrido aparece el country-rock “Have you Ever Seen the Rain”, que se editó como simple en enero del 71 para instalarse para siempre en el canon del rock clásico. Antes y después de “Have you Ever Seen the Rain” lo que hay en Pendulum es terra incognita. La paleta sonora se ensancha y Creedence se reinventa con arreglos de bronces (“Chameleon”), aires de góspel (“Sailor’s Lament”) y hasta un final de música concreta debió haber sido un enigma insoluble para sus fans entonces.

2 Willy and the Poor Boys (1969)

El pulso del bajo en el comienzo de “Down on the Corner” es pura memoria en el oído pop. Al punto de, como mucha de la mejor música folklórica, volverse anónima. Con “Willy and the Poor Boys”, Creedence cierra la trilogía de 1969 y en el nombre dickensian­o del LP puede leerse una suerte de guiño de la América profunda al colorido “Sargeant Pepper” de The Beatles. Donde Paul hacía descansar a los Fab 4 de su vida pública otorgándol­es un alter ego neovictori­ano y lisérgico, Fogerty sacaba la banda a la calle y la convertía en un cuarteto de skiffle que se fotografia­ba tocando para un puñado de chicos negros. Willy and the Poor Boys es el LP que más cerca está de Pendulum en cuanto a la idea de diseño de álbum mientras que las canciones evitan esos finales aletargado­s en el estilo del fundaciona­l “Susie-q” (excepto por “Effigy”, otra obra maestra inadvertid­a). En solo dos minutos con veinte segundos Creedence deja grabada en este LP la mejor canción contra la guerra de Vietnam: “Fortunate Son”. “Algunas personas heredan las estrellas de la bandera en sus ojos / te envían a la guerra señor y cuando les preguntas ¿cuánto debemos dar? Solo responden, más, más, más / No soy yo, no soy yo, el hijo de un millonario, no soy yo el afortunado”. Fogerty gritaba que no era solo una cuestión de pacifismo oponerse a la guerra sino de cuna. La política doméstica se cuela también en el rockazo “It Came out of the Sky” donde la aparición de un objeto extraño en el campo se vuelve disputa de poder entre Hollywood, el Vaticano y “Ronnie el populista que dice que se trata de un complot comunista” (Ronnie es Reagan…). Y así como el bajo de “Down in the Corner” pasó al dominio público, las versiones de “Cottonfiel­ds” y “Midnight Special” saltaron del cancionero anónimo a ser dos más entre los “grandes éxitos” de Creedence.

1 Green river (1969)

Piel de jean y chaleco de cuero crudo, una guitarra acústica sostenida como espada medieval, los otros tres un poco más lejos a la sombra de un viejo árbol. El imaginario sigue siendo rural pero el primer plano de John Fogerty se justifica en tanto y en cuanto apenas se ponía la púa en el primer surco de este LP lo que se escuchaba era nada menos que la reinvenció­n del rock and roll, como música de baile y como metáfora erótica, como todo lo que había sido al principio pero, ahora, 1969, atravesado por una década revolucion­ada.

La guitarra de “Green River” es algo tan demarcator­io como los gorjeos de Elvis, el ulular demente de Little Richard, los riffs de Chuck Berry y su posterior reencarnac­ión en Beatles y Stones. Un hit tan perfecto como “Proud Mary” pero a la vez una pieza capaz de sumarse al canon de los pioneros, cuando los pioneros marchaban con destino incierto al universo temático de Las Vegas. Green River, el álbum, es puro vértigo y apenas si da descanso en las baladas “Wrote a Song for Everyone” y “Lodi”, el molde de las futuras lluvias de Clearwater: “Who’ll Stop the Rain” y “Have You Ever Seen the Rain”. El lado B abría con otro futuro clásico como “Bad Moon Rising”, que no era otra cosa que la versión de Fogerty del final del sueño que los Stooges de Iggy Pop sumariaron en “1969” (el advenimien­to de la mala onda). Fogerty usaba la voz del profeta y cantaba, veía: “Veo el ascenso de la mala luna / veo problemas en el camino / terremotos y relámpagos / veo los malos tiempos hoy / No salgan esta noche que hay una mala luna asomando”. Al otro lado del mundo nadie le hizo caso y la canción pasó de bailarse en las rockerías a las tribunas de fútbol hasta que ralentizad­a apareció en el Mundial 2014 de Brasil. No fue magia, claro. La música de Creedence hundió sus raíces en la Argentina como si fuéramos nosotros también una extensión del País Bayou aquel. Piel del pueblo.

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Una máquina de rock que trascendió el género

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