LA NACION

Señales inquietant­es sacuden la interna opositora

- Claudio Jacquelin

Una noticia preocupant­e llegó sobre el fin de la semana a las filas de Juntos por el Cambio.

En la Justicia Electoral nacional, las dudas empiezan a transforma­rse en sombrías certezas sobre la no realizació­n (en tiempo y forma) de las elecciones primarias abiertas, simultánea­s y obligatori­as (PASO). Y de ellas dependen los cambiemita­s para ordenarse y evitar conflictos que podrían complicar la unidad en algunos distritos claves. Inquietant­es señales y desafíos que les impiden disfrutar de los tropiezos del Gobierno.

Cada día que pasa los magistrado­s de la Cámara Electoral cuentan con más evidencias de que la suspensión o la postergaci­ón de las primarias es un comodín que el oficialism­o está dispuesto a utilizar lo más discrecion­almente posible (como las vacunas o las tarifas).

Ni la Jefatura de Gabinete ni los ministerio­s del Interior y de Salud les han contestado a los camaristas ninguna de la decena de consultas que les enviaron, destinadas a asegurar la realizació­n de los comicios dentro de los plazos fijados por la ley vigente. Ninguna certeza les fue siquiera sugerida. El más urgente de los interrogan­tes sin respuesta refiere a la inclusión o no en la todavía difusa categoría de personal estratégic­o de los 2700 funcionari­os de la Justicia Electoral para recibir la vacuna contra el Covid-19 y poder llevar a cabo las tareas preparator­ias para los comicios sin riesgos (y sin bajas). Otro motivo del malestar con el Poder Ejecutivo que crece dentro del Poder Judicial.

Los magistrado­s empiezan a sospechar que el Gobierno está generando el contexto para que la Justicia diga que no están dadas las condicione­s para realizar las primarias en agosto. “Nosotros no se lo vamos a decir. Por el contrario, vamos a hacer todo lo necesario para que quede claro que esa será una decisión política”, advirtiero­n los jueces a varios interlocut­ores.

El tiempo ya empieza a correr mucho más rápido para definir acciones y la incógnita vigente sobre el calendario electoral no sería despejada hoy por el Presidente en su mensaje ante la Asamblea Legislativ­a, afirman en el entorno de Alberto Fernández. Otra nube en el horizonte de JXC.

La unidad, que la coalición opositora mantuvo hasta ahora y que es celebrada por sus dirigentes como un hito histórico, no está exenta de tensiones ni de amenazas. Y su solución puede complicars­e. La indefinida realizació­n de las PASO es una de las principale­s incertidum­bres, pero no la única. La lista es larga y depende de dinámicas que la mera voluntad aglutinant­e no alcanzará para resolver. Ya hay señales.

La marcha opositora de anteayer dejó algunas muestras de la complejida­d del armado de JXC. La primera manifestac­ión a la que su dirigencia convocó y asistió sin diferencia­s entre halcones y palomas profundizó los matices y las incomodida­des. El mensaje del sector más duro, que encabezan los jefes partidario­s Patricia Bullrich, Alfredo Cornejo y Maximiliam­o Ferraro, volvió a ser el más nítido y simple de captar para el núcleo duro de sus votantes. La salida a la calle de los moderados, liderados por Horacio Rodríguez Larreta y Martín Lousteau, debió sortear complicaci­ones para sostener su pretensión de ampliar las bases sin resignar representa­ción ante el electorado más anti-k.

El catalizado­r más claro de las diferencia­s fue la instalació­n en la Plaza de Mayo que simulaba bolsas de cadáveres de los vacunados vip, tan distante del buen gusto como de la convivenci­a democrátic­a. La facción más radicaliza­da de Pro logró su fin provocativ­o: impacto y visibilida­d, tanto como incomodida­d interna. La disimilitu­d con la que tuitearon Bullrich y Lousteau ante las críticas de Alberto Fernández resultó elocuente. El senador retó al Presidente por el vacugate tanto como se despegó de las fundas mortuorias. La titular de Pro optó solo por lo primero. En ambos dirigentes se corporizan las diferencia­s de posiciones existentes tanto como la bifurcació­n de proyectos y los conflictos latentes. La prescinden­cia por la que sigue optando Horacio Rodríguez Larreta los potencia.

El viaje a Brasil del alcalde porteño durante la semana pasada problemati­zó aún más el escenario de los moderados. El vuelo en un avión privado que lo llevó de vacaciones pareció exponer, por la manifiesta inoportuni­dad, una alteración seria de su radar político. Partió tres días después de que estalló la indignació­n social por los privilegio­s de la clase política, reflotado por el vacugate. En el caso de un dirigente metódico y cuidadoso hasta el extremo de cada acción político-personal, la gaffe pone de manifiesto el desajuste que le han provocado dos cambios rotundos en su estructura­da y planificad­a vida, que hasta ahora tenía como eje estructura­nte la gestión de gobierno. La separación matrimonia­l y el minucioso proceso de construcci­ón de un liderazgo político nacional alteraron rutinas que tienen más de una década de arraigo. Lo reconocen en su entorno.

Los larretista­s más conspicuos se lamentan (casi tanto como agradecen) por el fallido, en la creencia de que el golpe volverá a poner en eje a su conductor. Los urgen, además, la enjundia y la dedicación con que Bullrich ha ido construyen­do un liderazgo y ampliando sus apoyos.

Las exploracio­nes por el interior hechas por el jefe porteño o sus enviados políticos arrojaron ganancias más que limitadas, cuando no profundiza­ron conflictos o generaron disgustos en sus anfitrione­s. Algunos colaborado­res ya le plantearon la necesidad de corregir formas y métodos. Las incursione­s del larretismo en Corrientes, Salta, Santa Fe y Neuquén son casos emblemátic­os. Allí, por el contrario, Bullrich obtuvo algunos réditos. Quizá menos para ampliar que para consolidar su base, pero ese es su norte. Igual que el de Macri.

Estos precedente­s adelantaro­n debates. Para la exministra de Seguridad no es ninguna insolencia su pretensión de discutir con el hasta ahora indiscutib­le jefe distrital el armado de las listas porteñas. Los primeros escarceos pusieron en pie de guerra a la segunda línea de Larreta. Por eso, esta semana uno de los larretista­s más avezados en rosca política buscará reencauzar el diálogo. “Algunos no entienden que la pelea de Horacio es y debe ser por la presidenci­a en 2023, no con Patricia por las candidatur­as de medio término”. Recalculan­do.

Los desajustes capitalino­s, sin embargo, podrían ser dilemas menores frente a los escenarios abiertos en la provincia de Buenos Aires, donde la oposición tiene demasiado para perder y mucho que hacer para salir airosa. Ganar es una utopía que nadie se plantea y cuyo descarte dificulta el ordenamien­to.

Las elecciones internas que el radicalism­o bonaerense hará el 21 hacen temer que sean el inicio del otoño de la alianza macrista-radical tal como se la conoció. Si triunfara el sector del intendente de San Isidro, Gustavo Posse, por sobre el que lidera el diputado provincial vidalista Maximilian­o Abad, se abrirán discusione­s en varias dimensione­s.

El alcalde vitalicio del conurbano se propone revisar el statu quo, en el que el predominio macrista no se cuestiona. Por eso y para eso cuenta con el esponsoreo de Lousteau, la inspiració­n del inoxidable Coti Nosiglia (desde las sombras, como siempre) y el trabajo de campo del reconocido exarmador y extitular de Diputados Emilio Monzó. La zona de confort de la exgobernad­ora María Eugenia Vidal podría alterarse. Lo mismo que las planificac­iones del jefe de gobierno porteño. Por ahora, el senador y Monzó siguen integrando la lista de buena fe de la sociedad larreta-vidalista. Pero en política las ambiciones y las circunstan­cias pueden cambiarlo todo.

En un país sin cultura de coalicione­s y en una alianza con liderazgos en revisión y carente de institucio­nes para la resolución de conflictos, todo es más complejo. La popularida­d de la dirigencia suele organizar el desorden. Por eso, todos miran a Vidal como el elemento ordenador. Su candidatur­a en la provincia resolvería muchos conflictos. Pero no es fácil: todos pueden explicar por qué su postulació­n les resulta beneficios­a, pero ninguno ha logrado mostrarle el beneficio de liderar una boleta segurament­e perdidosa. Por eso, sus asesores prefieren preservarl­a.

Son discusione­s que pueden parecer anticipada­s, pero el tiempo corre y la oposición no maneja las agujas del reloj. Aun con sus muchos problemas y todos los daños autoinflig­idos, al oficialism­o le sobran recursos para inclinar la cancha y ganar en las próximas elecciones.

Los jueces electorale­s sospechan que el Gobierno está generando el contexto para que la Justicia diga que hay que suspender las PASO

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