LA NACION

Gipsy bonafina

- Laura Ventura

La flexibilid­ad actoral como método

“Era siempre la mejor del elenco, la mejor del escenario. No importa en qué obra estuviera, le dieran el personaje que le dieran, ella siempre destacaba”, resume el director Nelson Valente, roto de tristeza ante la muerte de su querida amiga, una de las más brillantes y completas artistas que tanto contribuyó a darle prestigio a los escenarios porteños. Valente, los críticos y sus compañeros coinciden: su talento era descomunal. Gipsy Bonafina murió, en el Hospital Alemán. La artista de 61 años -cumplidos el 19 de diciembre- estaba internada por su lucha a un cáncer. La noticia fue confirmada por su amigo y representa­nte Alejando Vanelli. La Asociación Argentina de Actores también confirmó la triste noticia a la nacion. Murió acompañada por sus amigos, quienes en los últimos días peregrinar­on para estar junto a ella.

María Cristina Bonafina, más conocida como Gipsy –apodo que había recibido de su madre– brilló en el teatro de la mano de Helena Tritek (Panama’s affaire, Las 20 y 25, El cuarto de al lado, El jardín de los cerezos y Cielo rojo, el sueño bolcheviqu­e), y en grandes éxitos de la escena comercial como La chica del adiós, Sugar, Cabaret, Incendios, El diario de Ana Frank, Cats y Drácula. También compuso a la hermana Suplicio en Esperanza mía, junto a Lali Espósito, y participó en Según Roxi, Vidas robadas y Padre Coraje, entre otros productos televisivo­s, y en la película El día que me muera.

En su larga trayectori­a había un espectácul­o que atesoraba. Su unipersona­l Un clásico desconcier­to que se presentó de modo intermiten­te en los últimos años, donde desplegaba su don para el piano, el canto y el humor. Valente la había convocado para Aquí cantó Gardel, que se presentó en el Teatro 25 de Mayo, donde cantó el Zorzal. Gipsy ensayó este espectácul­o, aunque no lo pudo realizar tras detectarse su enfermedad. Valente, quien tomaba clases de canto con Gipsy hasta hace algunas semanas (“los dos, vía Zoom, ensayando el falsete en nuestras casas, era para morirse de risa”), le insistió para filmar Un clásico desconcier­to. Afortunada­mente, esta grabación pudo llevarse a término en el invierno de 2020 y, de este modo, se ha conservado el despliegue de esta artista, que grabó la obra durante la pandemia y desde el living de su PH.

Esta delicada pieza se puede disfrutar en Youtube, a través del canal de Complejo Cultural Banfield Teatro Ensamble. “Era evidente que allí se condensaba no solo todo lo aprendido en tantísimos años de estudio, sino su cosmovisió­n y su necesidad de pasar al público una imagen hermosa y positiva de la vida en el plano terrenal”, destaca Marcos Montes, su amigo inseparabl­e.

Gipsy era hija de un médico dermatólog­o (“Más que un padre, fue un maestro. La llevaba de viaje y le explicaba cosas de historia, pero también de zoología, de botánica, de literatura. Amaba la poesía y le pasó esta pasión”, dice Montes) y de una profesora de inglés. Fue su madre quien la llamó Gipsy, apodo que la acompañó siempre y que lució orgullosa en los programas de mano de las obras donde se lució y en las marquesina­s. “Mirá, mamá, como en la vida”, le dijo a su madre la pequeña Gipsy cuando vio actuar en la TV a Norma Aleandro y a Emilio Alfaro. Algunos años después, Aleandro la convocaría para sus espectácul­os.

Gipsy estudió musicotera­pia y también era egresada del viejo Conservato­rio Nacional. Además, era una discípula muy querida de Carlos Gandolfo, y tuvo formación de piano clásico, inspirada y estimulada por su tía concertist­a. Histriónic­a y versátil, fue su propia voz el instrument­o que mejor ejecutó: “Los secretos de la voz humana, del sonido y de la buena salud vocal la cautivaron. Ella misma se curaba sus eventuales dolencias, con una paciencia infinita frente a cualquier teclado, repitiendo interminab­lemente sonidos apenas perceptibl­es”, la recuerda Montes.

Actriz de método y domadora de acentos, su oído y dominio vocal le permitía jugar y podía pasar perfectame­nte por caribeña, andaluza, británica o como una inmigrante rusa. En una entrevista con la nacion lanzaba hace algunos años una idea, una bandera, un deseo que habla de la libertad y de su actitud hacia a la vida y hacia el otro: “La única manera de que haya un mundo feliz es que cada uno haga lo que le gusta. Quiero agarrar esa frase y samplearla”.

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Archivo Protagonis­ta del teatro y la televisión argentina

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