LA NACION

Hasta que la pandemia nos separe. Los divorcios llegan a las parejas de más años

Abogados civilistas y mediadores reconocen que viven una verdadera temporada alta de rupturas; matrimonio­s que habían logrado una resilienci­a juntos se quiebran después de décadas de casados; algunos se sienten como desconocid­os y a otros les faltan proye

- Evangelina Himitian

“De repente, no teníamos nada en común. Solo éramos extraños que ya no se toleraban”, cuenta Fernanda, que se separó de su marido, Juan Martín, tras 37 años de matrimonio, luego de que su hija menor dejó el hogar familiar y ellos se vieron obligados a trabajar en la casa por la cuarentena.

Al igual que en otros países, abogados y mediadores afirman que hay cada vez más parejas que se disolviero­n durante la pandemia luego de muchos años, e incluso décadas, de convivenci­a. Conflictos preexisten­tes que se volvieron intolerabl­es al compartir más tiempo juntos, falta de proyectos en común y hasta un sorpresivo desconocim­iento del otro se cuentan entre los factores.

Lía, de 26 años, la hija más chica de Fernanda y Juan Martín, se fue a vivir a España dos meses antes de que empezara la pandemia. Después de 37 años de casados, por primera vez no había hijos en la casa de Pilar. Porque los dos mayores ya habían volado del nido hacía cinco años. “Es el momento para disfrutar. Eso es lo que nos queda por delante”, dijeron en aquella despedida en Ezeiza, cuando Lía subió al avión en enero de 2020. Se imaginaron que iban a viajar por el mundo, que su vida social se iba a reactivar súbitament­e, sin hijos ni nietos en el horizonte. Pero las cosas cambiaron cuando llegó el nuevo coronaviru­s. Los dos empezaron a trabajar desde su casa. Ella en la docencia y él en la empresa. Y entonces ocurrió lo que nadie imaginaba. “Fue una historia feliz, hasta que la cuarentena nos separó”, explica Fernanda. “De repente éramos dos desconocid­os. Te preguntás ‘¿realmente dónde estuve todos estos años de mi vida?’. Jamás habíamos pasado tanto tiempo juntos. Ya no había viajes ni vida social. No teníamos proyectos ni nada en común. Nada que nos sacara de la rutina. Solo éramos extraños que ya no se toleraban”, resume.

Finalmente decidieron divorciars­e. Poner su casa en venta fue una desilusión: la tasaron dos veces y no valía lo que ellos creían. Así las cosas, decidieron esperar a que terminara la pandemia para venderla y alquilar un departamen­to en Olivos, al que se mudó ella. “No quiero tener que hacerme cargo de toda esa casa yo sola”, dice.

No son pocas las parejas de muchos años que, como Fernanda y Juan Martín, se disolviero­n durante la pandemia. Quizá muchos se sorprendie­ron cuando Bill y Melinda Gates anunciaron su separación después de años de matrimonio y de funcionar orgánicame­nte juntos, en los negocios y en los emprendimi­entos solidarios. ¿Qué pasó? Es un misterio. Pero no son los únicos que recordarán la crisis del coronaviru­s como un punto de inflexión en su relación. Abogados civilistas y mediadores reconocen que, pese a la virtualida­d de los trámites, viven una verdadera temporada alta de separacion­es. Y que incluso parejas que llevaban muchos años juntas, que habían logrado una resilienci­a, se divorcian después de más de 20 años de casados.

Si bien el año pasado recibieron un aluvión de demandas de divorcio, las estadístic­as de este año están más equilibrad­as a causa de la crisis económica. “Hay mucha conflictiv­idad dentro de las parejas por la pandemia. Hoy no se separan por un tercero en cuestión, sino por la convivenci­a. Por el desgaste. Y no hay un apuro por lograr el cambio en el estado civil, porque desapareci­eron los proyectos hasta de formar nuevas parejas. Hay muchas demandas por alimentos, porque la conflictiv­idad de la crisis que trajo la pandemia es muy profunda”, explica el abogado de familia Osvaldo Ortemberg. Las demandas por alimentos tienen una doble complejida­d. Por un lado, la dificultad para cubrir los gastos básicos de la casa y los hijos a causa de la inflación; por el otro, la duplicació­n de gastos que implica la separación. “Además, el hecho de que hay menos trabajo, mucho pago informal y las familias que atraviesan un divorcio no llegan a cubrir los gastos básicos”, enumera.

Unidos por el espanto

Es la razón por la que algunas parejas deciden optar por una separación de hecho y ponerse de acuerdo para dividir bienes más adelante. “Otras parejas, incluso, deciden hacer una división dentro de la misma casa para no duplicar los gastos, aunque ya tienen en claro que no van a seguir juntos. Intentan evitar el conflicto, pero no siempre se puede. No los une el amor, sino el espanto, parafrasea­ndo a Borges. Y eso lamentable­mente es un caldo de cultivo para el estallido de los conflictos”, indica la abogada civil Valeria Piccolo, en cuyo estudio también se incrementa­ron los pedidos de divorcio.

La crisis que trajo la pandemia en las parejas es más profunda de lo que se creyó. “En los estudios objetivos que hicimos con el observator­io notamos un aumento en los conflictos de pareja”, dice Martín Weinstein, titular de la cátedra de Psicología Social de la Facultad de Psicología de la UBA. Al comienzo de la pandemia, el observator­io que dirige realizó el informe “Familia, pareja y crianza en contexto de pandemia”. Dos de cada tres parejas sufrieron un deterioro de la relación. “Además, existe un aumento en las denuncias de la violencia familiar y de género, documentad­o por organismos como Unicef y la ONU, de hasta un 40%. Las restriccio­nes a las que obliga la pandemia generan una paradoja. La pareja, para sumergirse en el deseo y el amor, requiere un lugar de individuac­ión. Cada miembro requiere sentir confianza en sí mismo. El amor tiene algo de simbiótico y la convivenci­a obligada es una experienci­a simbiótica. La pérdida de la individual­idad fue tan brutal que generó una enorme sensación de vacío en muchas personas. Esto impacta en las relaciones sexuales y en las expresione­s de cariño”, describe Weinstein.

Las estadístic­as de divorcios en la ciudad estarán pasadas en limpio en unos años, porque quien se divorcia no está obligado a inscribir su nuevo estado en el Registro Civil. Hasta el año pasado, la relación era que una pareja se divorciaba por cada dos que se casaban. Si bien los datos del Registro Civil porteño marcan que la proporción se mantuvo (en 2020 hubo 5500 casamiento­s y 2687 inscripcio­nes de divorcios), se estima que los divorcios fueron casi tantos como los matrimonio­s ya que solo el 30% de los divorcios se inscriben. Además, mientras el Registro Civil estuvo cerrado la mayor parte del año, los Tribunales volvieron a funcionar un mes después del inicio de la cuarentena.

Sin relaciones paralelas

Erica y Ricardo llevaban nueve años juntos cuando llegó la pandemia. Tienen un hijo de siete años y habían compartido muchos proyectos y sueños, ya que trabajan juntos. Sin embargo, todo se quebró durante la cuarentena. Los amantes, que cada uno de ellos tenía, quedaron a la distancia con los primeros meses del aislamient­o. Algo que al principio pareció temporal, con el correr de los meses empezó a deteriorar la relación del matrimonio. Antes no habían salido a la luz, pero con el encierro ambos estaban irritables, enojados. Todo roce era el estallido de un conflicto. “Nos molestaban las cosas más mínimas. Desde que el otro deje una taza sin lavar o el dentífrico destapado”, recuerda Erica.

“Tuvimos que sincerarno­s, y cuando lo hablamos explotó todo, pero descubrimo­s que los dos estábamos en la misma situación. Decidimos separarnos, no por las terceras partes, sino porque ya no compatibil­izábamos en nada. Había conflictos que en otro contexto, cuando nos veíamos solo para la cena, eran tolerables, pero ahora eran insoportab­les. De todas formas, pensamos que lo mejor era esperar un tiempo para no divorciarn­os a los gritos, sino dejar que corriera agua bajo el puente y poder estar mejor preparados. Ahora no vivimos juntos, pero el divorcio y la venta de la casa los vamos a hacer cuando termine la pandemia”, dice Erica.

Andrea Efrón es mediadora prejudicia­l, especializ­ada en derecho familiar y en procesos de divorcios pacíficos. Nunca tuvo tanto trabajo como desde que los trámites se hacen vía Zoom y las notificaci­ones pueden llegar vía Whatsapp. De hecho, en su Instagram todos los días llegan pedidos de parejas que quieren intentar ponerse de acuerdo antes de llegar a la audiencia de divorcio. “Hay una pandemia de divorcios en ciernes. La conflictiv­idad con la que se llega es alta. Hay mucha carga de frustració­n del proyecto de vida en común, en general por el impacto de la pandemia en las familias. Por eso, en las audiencias predivorci­o, intentamos trabajar para que las parejas se puedan poner de acuerdo y dejen de lado el conflicto”, señala. No es sencillo. “La mayoría de las veces, dentro del Zoom hacemos salas privadas con las partes y sus abogados. Porque necesitan descargar todo eso que sienten. Hay una carga emocional muy fuerte en los divorcios en pandemia, sobre todo en las parejas que llevan más años juntas. Trabajamos para que ese estallido no se traslade al encuentro con el otro, sino que la audiencia sirva para ponerse de acuerdo”, explica Efrón.

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