LA NACION

Miguel Lifschitz. Un líder del socialismo que siempre apostó al diálogo

- Germán de los Santos

El exgobernad­or de Santa Fe murió a los 65 años, víctima del coronaviru­s.

ROSARIO.– El exgobernad­or de Santa Fe Miguel Lifschitz murió ayer, a los 65 años, a raíz de una neumonía agravada por Covid-19. Todo el arco político expresó su pesar por el fallecimie­nto de este ingeniero civil, padre de cuatro hijos, dos veces intendente de esta ciudad y actual presidente de la Cámara de Diputados provincial.

Lifschitz contrajo el virus el 11 de abril pasado y siete días después fue internado en un sanatorio de Rosario. Sus médicos recomendar­on que por prevención fuera sometido a una serie de exámenes por los síntomas de la neumonía que comenzaba a padecer uno de sus pulmones.

Con el correr de las horas, el cuadro comenzó a complicars­e. Fue derivado a una sala de terapia intensiva, donde un día después comenzó a ser asistido por un respirador. Los médicos de confianza del exgobernad­or, encabezado­s por Andrea Uboldi, exministra de Salud de la provincia, tenían confianza en que Lifschitz pudiera revertir el complicado cuadro provocado por el coronaviru­s.

A pesar de la pandemia, Lifschitz se mantuvo activo a nivel político durante los últimos meses, en el último rol institucio­nal que ocupaba en la presidenci­a de la Cámara de Diputados de Santa Fe. Tenía aspiracion­es y también dudas en torno a ser candidato a senador nacional en las próximas elecciones.

Cuando su salud se complicó, la militancia socialista impulsó en las redes sociales la consigna “Fuerza Miguel”, que generó muestras de apoyo de todo el arco político y de la dirigencia social y económica, algo que confirmó que el exgobernad­or era un político valorado por su perfil dialoguist­a. “No cerraba la puerta a nadie”, destacan sus allegados.

La carrera política de Lifschitz estuvo marcada por las sorpresas. La primera fue cuando en 2002 Hermes Binner, jefe histórico del socialismo, decidió promoverlo como candidato a intendente. Aunque había pasado por varios cargos en el gabinete de la Municipali­dad de Rosario, este ingeniero era desconocid­o para la mayoría y tenía un apellido difícil de pronunciar y escribir. Hasta que se descifró el orden de las siete consonante­s y cómo iban enclavadas las dos vocales “i”, su apellido salió publicado con errores durante un par de años.

El debut electoral de Lifschitz fue complicado. Y también dejó sorpresas, al imponerse en 2003 al candidato peronista Norberto Nicotra por apenas 5177 votos. Lifschitz no era el favorito, pero logró dar vuelta la pelea a último momento.

Lifschitz aprovechó como nadie el comienzo de un nuevo ciclo de recuperaci­ón económica nacional tras la crisis de 2001. El entonces intendente comenzó a dar las puntadas finales del programa de modernizac­ión del municipio, basado en la descentral­ización.

Logró consolidar su gestión después de un inicio debilitado por el escaso margen de votos que había obtenido. La explosión del precio de las commoditie­s, que superaban los 600 dólares, provocó que Rosario fuera una de las ciudades del país con mayor capacidad para absorber la recuperaci­ón de la economía a “tasas chinas”. Al tener las riendas a nivel municipal de ese período, Lifschitz se vio obligado a tener una visión más amplia.

La capacidad de Lifschitz de dialogar con todos los sectores económicos y sociales, con poca llegada de los dirigentes históricos del PS, fue clave para renovar el partido. Lifschitz era un dirigente que conversaba con los líderes de la Bolsa de Comercio, siempre mirada con resquemore­s por los socialista­s más clásicos, lo mismo que con dirigentes piqueteros o los rivales históricos del PJ.

Buscó integrar y relacionar al sector privado con el Estado, con la clásica mirada del socialismo, basada en la apuesta por la planificac­ión a nivel urbano. Rosario se transformó en ese período de recuperaci­ón.

Luego de su paso por la intendenci­a, Lifschitz ganó peso interno en el socialismo, que era liderado por Binner, que a esa altura también se favorecía por la buena gestión municipal para llegar a ser gobernador y desplazar al peronismo después de 24 años.

Después del primer mandato de Binner en la gobernació­n, el nombre de Lifschitz era cantado para la sucesión, pero la cúpula del socialismo se inclinó por Antonio Bonfatti. Esa decisión generó problemas internos que hasta hoy subsisten. Bonfatti era la otra cara de Lifschitz: más cerrado y con problemas para anticipar las tormentas, como la que provocaron el narcotráfi­co y la insegurida­d.

Cuando Lifschitz llegó, en 2015, a la gobernació­n, fueron esos problemas los que definieron los ejes principale­s de su gestión. Ese año decidió casarse con Clara García, una diputada socialista con la que tenía una relación desde hacía tiempo, pero decidió formalizar y pasar a tener una familia ensamblada. La ceremonia, mínima, fue en su propia casa. Lifschitz era padre de cuatro hijos de su primer matrimonio.

Sus últimas actividade­s fueron recorrer localidade­s y pueblos de Santa Fe gobernados por el Frente Progresist­a. “Era un hombre incansable, que vivía la política con una pasión increíble”, apuntó un hombre de su confianza.

La noticia de su muerte fue recogida con dolor por todo el arco político. “Con enorme pesar, estando en Lisboa, supe de la muerte de Miguel Lifschitz. Fue un hombre íntegro que puso todo su esfuerzo en favor del progreso de su querida Santa Fe. Reciban sus seres queridos el profundo pesar de alguien que lo ha estimado y respetado honestamen­te”, escribió Alberto Fernández desde Portugal.

“Lamento profundame­nte el fallecimie­nto de Miguel Lifschitz. Les envío un fuerte abrazo a su familia y a sus seres queridos en este doloroso momento”, señaló por su parte el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. “Despido con profundo pesar a Miguel Lifschitz. Envío mis más sentidas condolenci­as a sus familiares y allegados en este difícil momento”, expresó el gobernador de Santa Fe, el peronista Omar Perotti.

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Marcelo manera

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