LA NACION

España festejó el fin del estado de alarma con fiestas e incertidum­bre

Tras seis meses de estrictas medidas y restriccio­nes, el levantamie­nto disparó celebracio­nes de miles de personas en las calles y plazas de algunas ciudades; varias autonomías fueron a la Justicia para mantener los controles

- Ricard González

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BARCELONA.– “Estaba ya dormida y de golpe me desperté por el ruido de petardos y los gritos en la calle. Miré el reloj y eran las 12. Parecía la noche de fin de año”, cuenta Lydia Roca, una “joven de 52 años” que reside en los suburbios de Barcelona. Su estupefacc­ión fue compartida ayer por muchos habitantes de ciudades repartidas por toda la geografía española al ver cómo algunos conciudada­nos, la mayoría muy jóvenes, celebraban con fiestas en la calle el fin del estado de alarma, vigente desde hace medio año, y que incluía un estricto toque de queda nocturno.

En Barcelona, los escenarios principale­s de bailes y “botellones” –reuniones nocturnas en calles y plazas para consumir alcohol– fueron el barrio de Gracia, el paseo del Arco de Triunfo y las diversas playas de la ciudad.

Pasada la medianoche, poco a poco se fueron congregand­o miles de personas, a menudo sin mascarilla, con una lata o vaso de cerveza en la mano y sin guardar distancia de seguridad alguna. Según informó la policía local, llegó a desalojar unas 6500 personas de la vía pública en varias intervenci­ones, aunque a menudo retornaban pasados unos minutos para continuar la fiesta.

Entre los noctámbulo­s se contaban muchos extranjero­s, como Tim Kaldas, un estudiante de doctorado estadounid­ense. “Decidí salir porque después de seis meses de toque de queda quería absorber este momento de euforia para mucha gente. El ambiente es muy festivo”, comentaba el investigad­or, que salió a dar una vuelta con un amigo suyo en bicicleta por la zona de la playa.

Sin embargo, no todos los jóvenes se sumaron a una noche de desenfreno después de muchos meses de contención en un país que sufrió una de las primeras olas más mortíferas del mundo entero. “No salí porque estaba algo cansado, pero también porque creo que disfrutar de la libertad debe ser compatible con mantener un mínimo de medidas. No quise contribuir a crear aglomeraci­ones”, sentencia Andrés González-nandín, un profesor universita­rio novel.

El día después de la juerga, políticos y epidemiólo­gos no se cansaron de recordar a la población que la pandemia, que se cobró la vida de más de 80.000 personas en España, está lejos de terminar. “La libertad no consiste en infringir las normas. Son actuacione­s que desde el Ayuntamien­to tenemos que condenar. Hay que recordar que los botellones no están permitidos”, advirtió José Luís Martínez almeida, el alcalde de Madrid.

“La libertad no consiste en infringir las normas... Son actuacione­s que desde el ayuntamien­to tenemos que condenar. Hay que recordar que los botellones no están permitidos” José Luis Martínez almeida alcalde de madrid Además del fin del estado de alarma, este estado descompres­ión de debe también a la aceleració­n del proceso de vacunación. Después de un atribulado inicio, las autoridade­s sanitarias administra­ron durante la última semana casi tres millones de dosis. En total, más de 13 millones de españoles (alrededor de un 30% de la población) ya recibió por lo menos una dosis, y casi la mitad la pauta completa. La mayoría de las personas por encima de los 65 años cuenta con algún tipo de protección, mientras el gobierno espera haber inmunizado al 70% de la ciudadanía en agosto.

No obstante, los datos diarios de infeccione­s, no tanto el de fallecidos, no permiten relajarse en exceso. La incidencia en todo el territorio fue de casi 200 casos por 100.000 habitantes, pero hay cinco comunidade­s (Madrid, País Vasco, Navarra, Aragón y Cataluña) superan los 250 casos, y por tanto, se hallan en situación de “alto riesgo”, según el criterio del Ministerio de Sanidad. En estas comunidade­s, la cifra de camas de las unidades de cuidados intensivos (UCI) dedicada a enfermos de Covid-19 supera el 25%, lo que afecta el funcionami­ento normal de muchos hospitales.

El final del toque de queda no fue unánime, ya que algunas regiones optaron por mantenerlo en vigencia, como las Islas Baleares. Precisamen­te, en la ciudad Palma fue el único lugar donde anoche se produjeron altercados, pues un grupo de 300 personas se reunieron para protestar contra los confinamie­ntos y lanzaron adoquines, piedras y botellas a los agentes que los intentaron dispersar. La batalla campal se saldó con 16 detenidos.

El gobierno de Pedro Sánchez renunció a aprobar algún tipo de ley que unifique criterios una vez terminado el estado de alarma, como sí ha hecho Alemania, y delegó en las comunidade­s autónomas la potestad de imponer restriccio­nes a la movilidad y a las reuniones sociales. Pero todas aquellas medidas que afecten a los derechos fundamenta­les recogidos por la Constituci­ón deben ser avaladas por los tribunales, lo que puede dar pie a un caos jurídico como el que ya sucedió el verano pasado.

Así, mientras en las Baleares un tribunal dio luz verde al mantenimie­nto del toque de queda, no fue así en el caso del País Vasco o de las Islas Canarias. El Ejecutivo de esta última región anunció que recurrirá al Tribunal Supremo. La semana pasada, el gobierno central aprobó un decreto-ley que obliga al Supremo a resolver este tipo de disputas en un plazo máximo de cinco días, una decisión criticada por la magistratu­ra, que teme una avalancha de contencios­os.

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Ap En las playas de Barcelona se celebró con una multitudin­aria fiesta el fin del estado de emergencia que había dispuesto Madrid en 2020

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