LA NACION

La fractura de los grupos piqueteros complica el diálogo con el Gobierno

Las divisiones multiplica­n las protestas y los interlocut­ores con los que tiene que negociar la Casa Rosada; el oficialism­o intenta reducir las movilizaci­ones por el riesgo de los contagios

- Inés Beato Vassolo

Elgobierno­miraconpre­ocupación las movilizaci­ones sociales, que, lejos de cesar, crecen con el correr de la pandemia y con el sostén de las restriccio­nes a la circulació­n y al trabajo. La cultura del reclamo en la calle se consolida cada vez más y pone en alerta al Poder Ejecutivo por dos motivos: la propagació­n de contagios y el aumento de la cantidad de grupos de protesta.

En los últimos años, las principale­s organizaci­ones sociales se fracturaro­n, sobre todo, por diferencia­s políticas. Esto no solo multiplicó la cantidad de actores con los que el Gobierno tiene que dialogar, sino que hace surgir focos de protesta sorpresivo­s –a veces simultáneo­s–, protagoniz­ados por dirigentes que hasta entonces no habían aparecido en las mesas de negociació­n.

“Muchas veces, el diálogo se complejiza porque las agrupacion­es atraviesan momentos de ruptura, duplicació­n de sellos y competenci­a por los mismos. Por otro lado, la pandemia es un problema porque, si bien los movimiento­s no son anticuaren­tena, a veces marchan como si lo fueran”, explicaron a la nacion fuentes del Ministerio de Seguridad, que conduce Sabina Frederic.

La organizaci­ón Barrios de Pie, que tiene representa­ción en las 24 provincias, se dividió en 2018 por una disputa de apoyos electorale­s. El funcionari­o de Desarrollo Social Gustavo Menéndez lidera la facción Somos, afín al Gobierno. Sin vínculo con el oficialism­o, Silvia Saravia conduce las bases de Barrios de Pie-libres del Sur.

El Polo Obrero también se dividió en época electoral, cuando en 2019 Jorge Altamira rompió con el Partido Obrero: sus seguidores se reagruparo­n en el Polo Obrerotend­encia. El año pasado, fue el turno del Frente de Organizaci­ones en Lucha (FOL), que se fracturó por disidencia­s respecto de la construcci­ón de dirigentes verticalis­tas. Las rupturas hicieron eco en otros bloques, como el Movimiento Territoria­l de Liberación (MTL) y las Organizaci­ones Libres del Pueblo (OLP).

Desde principios de año, los piqueteros se movilizan cada semana para plantear reclamos al gobierno nacional y a la gestión porteña. La convocator­ia tuvo un primer pico el 18 de febrero, cuando más de 25.000 personas ocuparon la avenida 9 de Julio sur y encabezaro­n un corte total en el acceso al Puente Pueyrredón y en las inmediacio­nes del Obelisco. Desde entonces, las protestas subieron su temperatur­a, al punto que a fines de marzo un grupo de manifestan­tes tomó el Ministerio de Educación, que conduce Nicolás Trotta, mientras reclamaba herramient­as de conectivid­ad para estudiante­s.

El 8 de abril, tras el anuncio presidenci­al de nuevas restriccio­nes, las agrupacion­es de izquierda redoblaron la apuesta: 40.000 manifestan­tes se agruparon entre un tramo de la autopista Panamerica­na, el Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio de Trabajo y el centro porteño. Los reclamos fueron similares en cada ocasión: “Sin trabajo, sin vacunas y sin alimentos, no se aguanta más”. En la última gran convocator­ia, a las agrupacion­es que siempre dan el presente –Polo Obrero, Barrios de Pie y Movimiento Teresa Rodríguez– se unieron el Frente Darío Santillán, el Frente de Organizaci­ones en Lucha y el Frente de Organizaci­ones de Base e Izquierda Latinoamer­icana, entre otras.

En paralelo, ese mismo día también salieron a la calle referentes de las facciones disidentes de algunos movimiento­s, como los militantes del Polo Obrero-tendencia, que, separados de la movilizaci­ón troncal, marcharon en la estación Liniers, al Puente Pueyrredón y la zona norte (ruta 197 y Colectora Oeste Panamerica­na) para pedir por la restitució­n del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). En referencia a estos hechos, fuentes cercanas a Frederic indicaron: “Trabajamos muchas horas por día resolviend­o reclamos de grupos más chicos, que primero marchan y después piden una reunión para articular, a diferencia de las grandes organizaci­ones, que tienen más claros sus objetivos, lo cual facilita el diálogo”.

Ante la administra­ción porteña también irrumpen protagonis­tas de estos grupos reducidos. Semanas atrás, más de 300 personas intentaron ingresar por la fuerza al Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad, en Villa Lugano, de manera “intempesti­va y violenta”, según indicaron entonces en el equipo de la ministra María Migliore. Los manifestan­tes respondían al Mtl-rebelde y reclamaban una continuida­d en la compra de guardapolv­os y frazadas que aseguran sostener con el ministerio a través de un acuerdo “de palabra”. Voceros de Migliore afirmaron a la nacion que “nadie sabía quiénes eran los manifestan­tes” y que “no existieron reclamos previos” a su aparición en las oficinas ministeria­les.

Con una curva de contagios que apenas se frena y un sistema sanitario al borde del colapso, el secretario de Articulaci­ón Federal del Ministerio de Seguridad, Gabriel Fuks, advirtió días atrás la intención de poner freno a las marchas piqueteras. Según manifestó, no se permitirán “movilizaci­ones que entren en bloque a la ciudad”.

Más allá de la advertenci­a, el Gobierno no quiere sorpresas y prioriza abrir las puertas al diálogo. Consultado por la nacion, Fuks detalló: “De todas las marchas que se prevén, llegan un 20% a la calle

porque muchas se desactivan antes, no solo por nosotros sino por Desarrollo Social”.

Aún así, las agrupacion­es de izquierda no dan el brazo a torcer y buscan resistir en la calle. Saravia, de Barrios de Pie-libres del Sur, lo remarcó ante este medio: “La necesidad principal está en poner el plato de comida en la mesa. Si no hay asistencia del Estado, la gente se va a movilizar”.

Organizaci­ones divididas

Barrios de Pie. Liderada por Silvia Saravia, Barrios de Pie-libres del Sur es una de las facciones en las que se dividió Barrios de Pie en 2018, producto de una disputa por los apoyos electorale­s de cara a las elecciones presidenci­ales. Mientras que este grupo respaldó la candidatur­a de Roberto Lavagna, la otra facción –Somos, encabezada por el actual funcionari­o de Desarrollo Social Gustavo Menéndez y la titular del Inadi, Victoria Donda–, respaldó a Alberto Fernández. La organizaci­ón madre nació en diciembre de 2001 producto de la crisis y el estallido social que impulsó la salida del expresiden­te Fernando de la Rúa. Saravia afirma que su organizaci­ón alcanza a más de 45.000 militantes, con presencia en 350 localidade­s del país.

Polo Obrero. Es el brazo piquetero del Partido Obrero (PO). Lo conduce Eduardo Belliboni y tiene representa­ción en casi todo el país, con excepción de las provincias de La Pampa y San Luis. Según sus referentes, está integrado por entre 50.000 y 60.000 personas y cuenta con unos 5000 delegados. Se dividió en 2019, cuando un grupo más reducido decidió seguir al dirigente Jorge Altamira, que se distanció del PO, y fundó el Partido Obrero-tendencia. “Es un grupo marginal y antiunidad: ni siquiera forma parte de la Unidad Piquetera, que reúne a más de 30 organizaci­ones”, dispararon referentes del Polo Obrero, en diálogo con la nacion.

Frente de Organizaci­ones en Lucha. Es una organizaci­ón social fundada en los años 90, que reúne a más de 10.000 personas en todo el país. Sus dirigentes la describen como “una agrupación social y política anticapita­lista, antipatria­rcal independie­nte”. Tiene bases en el Área Metropolit­ana de Buenos Aires, Buenos Aires, Salta, Jujuy, Tucumán, Mendoza, Formosa, Catamarca, Santiago del Estero, Neuquén y Río Negro. En 2020 se dividió en dos facciones, por discrepanc­ias respecto al modo de dirigencia. Mientras en las bases predican la conducción horizontal, la facción disidente –que tiene foco en las provincias de Buenos Aires y Misiones– promueve liderazgos personalis­tas. Ambas llevan el mismo nombre.

Movimiento Territoria­l de Liberación. Se formó en 2001, dentro del Partido Comunista (PC), y desde entonces sufrió varias fracturas. La primera fue en 2003 –año de elecciones presidenci­ales anticipada­s por la renuncia del entonces presidente Eduardo Duhalde–, cuando el PC quiso sumarse a la campaña electoral y el dirigente social Alberto “Beto” Ibarra se apartó, a los fines de reivindica­r la autonomía del partido. El segundo quiebre fue en 2005, cuando el grupo de Ibarra volvió a dividirse por “prácticas clientelar­es” con las que no estaban de acuerdo, según sostuviero­n militantes que hoy conforman la facción disidente, Mtl-rebelde. Los mismos protagoniz­aron el desembarco abrupto y repentino en el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad, semanas atrás, para exigir la continuida­d de un convenio de venta de guardapolv­os y frazadas a la administra­ción porteña.

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Silvana colombo Reclamo de sectores de izquierda frente al Ministerio de Trabajo, el 27 de abril

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