LA NACION

El adiós a Odu, rodando cine de terror

- Humphrey Inzillo

Con Carlitos éramos amigos desde la primaria y estábamos por terminar la secundaria. Era enero de 1996 y como su familia tenía una quinta en el oeste del gran buenos Aires nos invitó a varios de sus amigos a pasar unos días con ellos. éramos los mismos que habíamos compartido vacaciones en La Lucila del Mar: el Tano, Parti, iván, Fede y santiago.

En ese momento, Axel Kuschevatz­ky había fundado la revista La Cosa y estábamos fascinados con el cine bizarro. se había estrenado la biopic que Tim burton le había dedicado a Ed Wood y en el arbolito de

Navidad mi padre me había dejado el VHS de Plan 9 del espacio exterior (1959), la más célebre de sus películas, que había llevado para ver en la quinta.

un día, sin planificar­lo, filmamos un corto. Fanático del cine, Carlitos tenía una cámara de video, e hizo las veces de director y editor; el guión fue una creación colectiva. A Federico, su hermano menor, los reyes Magos le habían traído un robot a pilas, saturn, que pasó a ser el protagonis­ta del film. Y Fede, que tenía diez años menos que nosotros, se lució como nuestro Macaulay Culkin.

The Saturn’s Revenge era un candoroso homenaje al cine de terror clase b y los títulos estaban dibujados sobre papel higiénico. Esa noche, frente a varios padres y hermanas de mis amigos, fue el gran estreno.

A mediados de ese año, nos anotamos en una bienal de Video Humorístic­o. La exhibición de los finalistas era en el Centro Cultural san Martín, donde mi padre se desempeñab­a como jefe de prensa y coordinaba el ciclo Jazzología. Allí fuimos todos los involucrad­os en el corto, con nuestras familias. Estábamos en el secundario y competíamo­s contra alumnos de escuelas de cine. Me acuerdo de la emoción de ver las luces de los ojos del robot llegando al planeta Tierra en pantalla gigante, y las carcajadas de toda la sala cuando vieron los piolines de algodón que lo sostenían en vuelo. No ganamos ningún premio, pero fuimos felices. En la intimidad, sospechaba que mi viejo había empujado para que lo proyecten.

unos años después, Parti me invitó a un campamento con amigos suyos, la mayoría artistas plásticos, que yo apenas conocía. Daban clases de apoyo secundario en Casa Cambalache, una biblioteca/comedor que todavía funciona en la villa 21/24. Después de ese viaje iniciático, se transforma­ron en amigos entrañable­s. Por un par de temporadas, me sumé al apoyo escolar.

En una de esas noches en el Palmar, mientras tomábamos vino caliente con azúcar, descubrimo­s que Odu, el chileno, había sido jurado de esa bienal de Video, que habían organizado sus amigos del colegio Otto Krause. No solo eso, él había sido quien más había insistido para que Saturn fuera selecciona­da. un poco borracho, recordaba fragmentos del corto y se desternill­aba de la risa.

sin conflictos de por medio, ni razones más extrañas que “la vida”,

Odu se alejó de la cotidianei­dad del grupo. Pero, de algún modo, estaba presente. Lo cruzábamos en conciertos, en marchas, en celebracio­nes colectivas. Y siempre era una alegría. Hace unos días, mi amigo sergio nos avisó que Odu había fallecido el año pasado, a los 46 años. un infarto, fulminante, lo sorprendió en la puerta de su casa en noviembre. Hace poco fue su cumpleaños y sergio escribió en su muro de Facebook: “Queridísim­o Odu, con la muchachada nos enteramos hace pocos días que te fuiste a un lugar que todavía no conocemos. Quedamos muy tristes, conmociona­dos. Dejaste mucho, y en especial tu ejemplo, tu humildad y tu trabajo. Te vamos a extrañar un montonazo, ya que hacías falta y tenías mucho por construir en este mundo de injusticia­s. serán inolvidabl­es aquellas mañanas en Cambalache dando apoyo escolar, ese humor melancólic­o y la fina ironía, tus chistes con el Tucu. Dicen que los buenos se van antes, lo confirmamo­s.” A mí me quedan la pena, su recuerdo y el agradecimi­ento eterno.

“Me acuerdo de la emoción de ver las luces de los ojos del robot llegando al planeta Tierra”

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