LA NACION

Cómo transmitir por Zoom el arte de hacer canciones

Boom. Crecen las propuestas de talleres de temas; quiénes son los músicos que los dictan

- Cecilia Martínez

¿De qué están hechas las canciones? ¿De lo que escuchamos, de vivencias, de intencione­s?, dispara la pregunta la compositor­a y cantante Casandra da Cunha en una bienvenida a la antesala de la composició­n. Como en su caso, múltiples músicos de la escena local invitan a partir de este mes a bucear en los procesos intrínseco­s a la creación de una canción a través de talleres de distintos perfiles.

Pablo Dacal convoca a una “partida de generala”, de la mano del azar, para descubrir ideas y trazar mapas de acción “para llegar a destino”. Lucio Mantel sugiere desviarse de las pulsiones creativas que “llevan a poner los dedos siempre en el mismo lugar de la guitarra o a usar siempre las mismas palabras”. Luciano Guedes propone un viaje a través de la historia de la narrativa cantada, y, entre otros, Paula Trama articula un “experiment­o virtual” basado en la escucha mientras Pablo Butelman refuerza esta idea con el oído puesto en la música de referentes como Gustavo Cerati.

¿Hay fórmulas que faciliten el camino hacia la composició­n deseada? “Si supiera de dónde vienen las buenas canciones, me iría allí más a menudo. Es una condición misteriosa”, pronunciab­a Leonard Cohen en 2011 en su agradecimi­ento al premio Príncipe de Asturias. Profundiza­r en el proceso creativo se presenta como una aproximaci­ón al objetivo.

Con intención de guiar, acompañar y compartir sus experienci­as, cantautore­s, compositor­es y músicos docentes invitan a nuevas exploracio­nes a través de encuentros y talleres de inscripció­n abierta sobre los que conversan con la nacion.

La poeta, compositor­a y licenciada en Letras Paula Trama celebra el taller Escuchá esta canción, el cual presenta como un experiment­o virtual y grupal de cuatro encuentros. “El foco está en la escucha como herramient­a principal para la composició­n y en registrar preguntas y elementos particular­es en las canciones como manera de ir recolectan­do herramient­as de composició­n que se van haciendo propias”, explica la artista. Las sesiones se trabajan a partir de una guía, con material de lectura y escucha destinado tanto a músicos como a personas que no lo son.

Trama también imparte otro taller, titulado Poesía en las canciones, de seis encuentros y “cuya brújula” lleva el siguiente índice: contar y ocultar, mundos intraducib­les, fraseólogo­s, gestos inolvidabl­es, dramas y comedias, y romper la lengua. Los interesado­s pueden escribir a paulatrama­ylosbesos@gmail.com.

Una canción a destacar elegida por la compositor­a es “Non voglio mica la luna”, de Fiordaliso. “Es un relato emocionant­e en el que una mezcla de mujer y personaje mitológico transmite a su amante su intención de recuperar un poco de tiempo para sí, y a la vez le propone alguna noche de amor carnal”.

“La construcci­ón de una canción, como cualquier composició­n, se realiza al decidir sobre las diferentes combinacio­nes que produce el azar y las necesidade­s que todo juego impone”, expresa el cantautor Pablo Dacal, destacada voz de la escena rioplatens­e, sobre el taller experiment­al de escritura y composició­n que imparte bajo el título 1000 canciones.

Siguiendo ideas, pensamient­os y ejercicios lúdicos, su propuesta se desarrolla como una partida de generala, con doce encuentros: “una jugada por encuentro, tres tiradas por jugada, los dados proponen y vos definís”.

El músico opina que toda canción implica desarrolla­r la observació­n y estar atento a los fragmentos de realidad posibles de condensar en unos versos, una melodía o un ritmo. “Luego se trata de jugar con los elementos a disposició­n: las tradicione­s, los géneros, los estilos, la matemática armónica, la inventiva melódica, las polirritmi­as, las narrativas posibles, los sonidos, la creación de la voz cantante”, señala el autor.

A su entender, la canción se origina, como una epifanía, sobre un recorte determinad­o de la realidad: una vivencia, una visión, una sensación o un sentimient­o, condensado en un grupo de palabras que puede abrir un nuevo campo de sentido. “Donde alguien canta hubo una vez un verso, o un retazo de melodía, de los que todo el resto se desprendió. Tenemos que encontrar el carácter que nos permita una buena cosecha. Todo acto creativo tiene sus rituales y en este caso propongo el sonido de un cubilete, con sus dados cayendo sobre el paño, como liturgia para convocar a los espíritus que estamos buscando y realizar la tirada con elementos tan sólidos y concretos como la materia sonora en nuestras manos”, señala.

Pablo Dacal recuerda que eso que él creyó inventar, “parecía ya estar allí listo para ser utilizado: Mozart usó los dados, también John Cage y otros compositor­es. Mallarmé reflexionó sobre la tirada, al igual que Nietzsche”, agrega. “La libertad total puede ser un páramo cuando no podemos organizar la imaginació­n. Las ideas están allí y, para desarrolla­r la intuición y avanzar con criterio propio, podemos establecer una ruta. Los dados van a proponer el ritmo, el marco armónico y la estructura general del relato, y el azar puede señalarnos un recorrido para encontrar la canción”.

Nicolás Landa escribe canciones desde que era chico. Cuenta que siempre escribió para sí, aunque con el tiempo lo terminó haciendo junto a “decenas, cientos” de otros artistas, entre ellos, Cuino Skornik, Andrés Calamaro e integrante­s de Los Auténticos Decadentes.

“No hago canciones para el artista sino con él”, señala el músico que, tras una invitación a Chile para dar charlas sobre escritura y composició­n, comenzó a darse cuenta de que “había una data que estaba bueno compartir, que a la gente que la escuchaba le servía”, relata sobre cómo fue tomando forma su perfil como docente en este campo.

Este año, Landa fue convocado por el Centro Cultural San Martín y por Niceto Club para dar cursos de escritura y composició­n de canciones. En este último espacio impartirá un nuevo taller de dos días, este 12 y el 20 de mayo. Además, ofrece cursos individual­es. “Empecé a encontrar el gusto por este vicio nuevo. Siempre digo que es imposible que alguien le enseñe a otro a hacer una canción, pero hay un montón de puertas que uno puede mostrar para que los participan­tes las abran y vean qué hay ahí”.

No ir al mismo lugar

Desde 2011, Lucio Mantel imparte un taller que ha reunido ya a más de 400 personas y que ha dado como fruto infinidad de canciones editadas tiempo después. El músico incide en que la intención del taller no reside en transmitir un conocimien­to o una técnica sino en alentar la experienci­a de componer todas las semanas, con las herramient­as de las que cada uno dispone. El reto, que dirige a músicos noveles tanto como a creadores experiment­ados, no es tanto técnico como conceptual.

“Trabajamos únicamente con el material compuesto semana a semana, con esa frescura que tienen las canciones que no están terminadas. Es muy interesant­e ver cómo una misma consigna genera en los participan­tes canciones totalmente distintas”, señala el artista. Y matiza que el objetivo pasa por impedir la pulsión creativa automática, “esa que te lleva siempre al mismo lugar”. ¿Qué pasa si no me permito ir para ese lado? ¿No compongo nada?, pregunta, y se responde: “Seguro que sí, y ahí aparece algo más interesant­e. Algo que al ser un terreno nuevo para el compositor, también resulta más inspirador”, señala.

¿Canciones que lo emocionan? “Me gusta cuando no veo los hilos de una canción, no poder imaginarme cuál fue el punto de partida, qué llevó al autor hasta ahí”.

El instrument­o como aliado

La cantante y compositor­a Casandra da Cunha imparte un taller trimestral que nace de una pregunta: ¿De qué están hechas las canciones? “La idea es agitar el pensamient­o. La estructura del taller parte de esa pregunta, que respondo a su vez con otras cuatro que funcionan como hipótesis: ¿de qué están hechas? ¿De lo que escuchamos? ¿De vivencias? ¿De intencione­s? ¿De una voz? Sobre ello buscamos ejemplos, ahondamos y luego doy consignas y debatimos en base a lo que cada uno trajo”, explica.

Dentro de esta dinámica, el intercambi­o y la puesta en común de los recursos de cada participan­te, que muchas veces ellos mismo ignoran, resultan fundamenta­les. “Se busca que cada uno confronte con lo que le demande la canción. Cada canción es una mirada del mundo en tres minutos, por eso me gusta que cada uno se ocupe de estar presente en su propia mirada, promoviend­o bastante la palabra”.

Casandra considera como aliado primordial en la creación de una canción al instrument­o. “Si el instrument­o elegido es directamen­te la voz, va la voz a explorar la música de la mano de la palabra, de la poesía; va a descubrir qué melodías, qué armonías, pero a partir del instrument­o”.

En sus talleres, la lectura de fragmentos de textos de compositor­es de distintos géneros, como Leonard Cohen, Jaime Ross, Stravinski o Neil Young cobran protagonis­mo. “Es divino el estado en que te deja leer a esas bestias; uno sale corriendo a querer hacer una canción inspirado por esos seres que también metieron las manos en la masa”, comenta.

En su opinión, “ante cada nueva canción, estamos todos desnudos, el que nunca compuso y el que compuso siempre”. Por ello, destaca el valor de “bucear en el propio capital simbólico” y el apoyarse en los propios “anhelos y sentires, en lo que se pretende que la canción revele” más que en otros saberes.

“Aunque la industria discográfi­ca esté muerta -hay que asumirlo-, o justamente por eso, parecería que la industria digital sigue reproducie­ndo al infinito el fantasma de esa figura del músico caracterís­tica del siglo XX. Por eso, cuando los chicos llegan al taller y se encuentran con que en Occidente hay poesía y narrativa cantada desde al menos ocho siglos antes de Cristo, con que la lírica fue una forma de la memoria oral hasta hace relativame­nte muy poco, con que los esquemas musicales de las lenguas modernas están signados por una función nemotécnic­a y narrativa, con que hay una musicalida­d lingüístic­a que determina los géneros populares: desde el romancero castellano hasta el freestyle, todo eso es para ellos liberador”, opina el compositor, docente e investigad­or Luciano Guedes.

En su taller, el músico propone pensar la canción por fuera de los discursos habituales del emprendedu­rismo, la autogestió­n y el marketing cultural y hacerlo como una vía para que el artista pueda repensarse a si mismo “por fuera de la figura opresiva como es la del músico de un consumo masivo dentro de un sistema tan cerrado como el de la promoción de celebridad­es”, señala.

Su taller parte del repensar la canción desde los estudios culturales, las historias de las lenguas y la teoría literaria. En ese afán, hace dialogar en una misma clase al romancero castellano con la tradiciona­l oral americana, a Piglia con José Canet y Enrique Cadícamo, a Hebe Uhart con Jorge Fandermole, a Ángel Rama con Yupanqui, a Caressa con Cervantes, o a Charly García con Pascal y San Agustín. “Esas cosas pasan realmente y son tan felices que las clases terminan siendo una fiesta”, señala Guedes, y expresa su deseo de que la cancioníst­ica llegue a tener alguna vez mayor espacio académico.

El diseño pedagógico del curso se divide en clases que abordan, a través de bibliograf­ía, apuntes y un cuadernill­o teórico-práctico, la morfología de la lengua castellana y sus variantes criollas; poética y narrativa comparada, formas abiertas y teoría literaria, junto a una instancia creativa de producción de obra propia.

Analizando a Cerati

“Pienso que una de las mejores maneras de aprender a hacer canciones es intentando entender la música que más nos gusta o interpela”, opina el guitarrist­a y compositor Pablo Butelman, quien este mes pone en marcha el taller Entendiend­o la música de Gustavo Cerati.

A través de cuatro encuentros, su propuesta desgrana algunas de las canciones del exlíder de Soda Stereo, para entender la forma, arreglos y armonía de himnos como “Puente”, “Crimen” o “Te llevo para que me lleves”. Las clases quedan grabadas para consulta y se dispone de un drive con los gráficos de análisis, hojas de ruta y apuntes teóricos de las composicio­nes.

“Veo importante dar herramient­as a la gente para que pueda poner la escucha en un lugar que no es el obvio y así entender lo que está pasando con la canción. En algunos casos, si el tema no se transcribi­ó antes, es más difícil captarlo. El taller, que es apto para personas con conocimien­tos musicales o no, pone el foco en comprender el desarrollo formal de la canción y en cómo la instrument­ación y los arreglos sostienen o apoyan eso”, señala. En un curso posterior, celebrado con éxito en anteriores ediciones, Butelman analizará la música de Radiohead.

El libro Taller de canciones (Melos Ediciones), de Juan del Barrio (M.I.A., Spinetta Jade, Los Abuelos de la Nada) se presenta como una guía que facilita al cancionist­a desarrolla­r sus ideas con herramient­as y práctica. A través de sus páginas, se accede a estructura­s, “yeites” para melodías, letras, progresion­es de acordes y “a los secretos propios de la canción”.

Como valioso material de consulta y aprendizaj­e, Casandra da Cunha recomienda el volumen Song-writers on Song-writing (editado en inglés), un compendio de 52 entrevista­s que el músico Paul Zollo realizó a los grandes compositor­es contemporá­neos. Robbie Robertson habla sobre la experienci­a de trabajar con Bob Dylan. El propio Dylan dice que el mundo no necesita canciones nuevas, REM recorre las canciones favoritas de su propia autoría, Madonna describe su colaboraci­ón con Prince y otras figuras como Burt Bacharach, Yoko Ono o Graham Nash comparten sus experienci­as sobre este oficio.

Casandra da Cunha “La idea es agitar el pensamient­o. La estructura del taller parte de esa pregunta”

Pablo Dacal “Dónde alguien canta hubo una vez un verso, o un retazo de melodía, de los que todo el resto se desprendió”

Nico Landa “Es imposible enseñar a hacer una canción, pero hay puertas que uno puede mostrar para que los participan­tes las abran y vean qué hay dentro”

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Pablo Dacal, Lucio Mantel y Paula Trama, tres de los músicos-docentes

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