LA NACION

Tango, fado, Piazzolla y peronismo, en el almuerzo de Lisboa

Junto a Solá, el Presidente intentó explicar qué significa adherir al partido fundado por Perón

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LISBOA (De un enviado especial).– “¡Mi amigo!”, levantó el tono de su voz Alberto Fernández mientras abría los brazos y avanzaba. “¡Qué lindo verte ahora como presidente!”, le devolvió la gentileza el primer ministro de Portugal, Antonio Costa, al pie de la escalera del Palacio de Sao Bento. La escena, que finalizó con un abrazo, sirvió para anticipar el entendimie­nto alcanzado en esta ciudad: el Presidente se llevó de Portugal lo que vino a buscar: un apoyo total en la negociació­n con el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI).

Se trató de un encuentro distendido, en el que además de los problemas políticos y los acuerdos hubo tiempo para hablar de peronismo y literatura, y de la dictadura, y hasta de embarcarse en un contrapunt­o en el que se comparó el tango con el fado, la expresión más conocida de la música portuguesa.

Todo comenzó cuando el canciller Felipe Solá mencionó una anécdota sobre la cantante Amalia Rodrigues y la canción “Gaviota”.

Entonces lo interrumpi­ó Costa, que tomó el celular y puso la canción. La historia no terminó ahí: en medio de la melodía, el premier señaló a uno de sus acompañant­es, Francisco Alegre. “Esta canción fue escrita por su padre”, dijo Costa, un poeta de profesión que tuvo que exiliarse en Argelia. Hubo un debate sobre las diferencia­s entre el tango y el fado, mientras Costa pasaba una canción tras otra. En ese instante, alguien habló de Astor Piazzolla. La charla apuntó luego al antiperoni­smo y derivó hacia su contracara: qué significa ser peronista.

En una larga mesa, con paneles de acrílico que separaban a las 12 personas que participar­on del ágape, Costa se mostró muy intrigado sobre el peronismo. El premier portugués quiso conocer detalles del movimiento que fundó Juan Domingo Perón. Los encargados de responder sus interrogan­tes y dudas fueron el Presidente y el canciller Felipe Solá.

“La evolución del hombre tiende al peronismo”, se ufanó Solá, que citó a Pedro Saborido. Costa, rápido de reflejos, levantó el guante. “Entonces, voy hacia ahí”, dijo, divertido, el primer ministro. El encuentro, que se extendió dos horas más de lo previsto, sirvió para dejar en claro la sintonía entre el líder portugués y el jefe del Estado argentino. Una vez abordada la agenda bilateral, que incluyó una conferenci­a de prensa, llegó la hora de la distensión y el almuerzo, que incluyó abadejo con papas. A diferencia de la cena, no hubo vino. Todos tomaron agua.

Los movimiento­s alrededor del Presidente son incesantes. Finalizado el almuerzo, la cápsula que lo transporta junto a la comitiva que integran avanzó a toda velocidad por la ciudad. No hubo tiempo que perder. El avión lo esperaba en una pista auxiliar del aeropuerto Humberto Delgado. Apenas tocó el suelo, un grupo de trabajador­es se acercó para saludar a Fernández. “Lo invitamos para que venga a hablar de fútbol a la cola del avión”, contó uno de ellos. El Presidente les aseguró que lo haría en algún momento del viaje.

Aún restan varias escalas: Francia e Italia aparecen en la agenda, pero podría haber un viaje sorpresa. Nadie confirma la situación. Con el avión en el aire, el Presidente y su equipo por fin se relajan. Se completó la primera etapa de la gira. Todavía resta mucho camino por recorrer.

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