LA NACION

Spotify vs. Tidal, según la experienci­a de un usuario que no se conforma fácil

La plataforma más popular tiene un catálogo más grande, pero carece de la calidad de sonido que desarrolló la competenci­a

- Ariel Torres

Lo hayamos dicho o no (estoy en el primer grupo), todos los que tenemos cierta afición por el audio de buena calidad sabíamos que los MP3 (o los AAC, que es lo que usa Spotify) eran un mal necesario. Cuando internet no tenía suficiente ancho de banda (o velocidad, como se lo llama), había que reducir el tamaño de los archivos de música para que fuera posible descargarl­os en un tiempo prudencial, y, más tarde, para que la transmisió­n en tiempo real (o streaming) fuera viable sin que se cortara a cada rato. Al reducir el tamaño de una pista de audio mediante MP3, se reduce su calidad. Siempre.

Asimismo sabíamos que el ancho de banda iba a seguir aumentando. No era un opcional. Es una ley del estado actual de la tecnología de internet. Así que llegaría el día en que podríamos ver películas en 4K por streaming con una conexión hogareña de internet (¿les suena?). ¡Incluso podríamos oír música con calidad de CD en el celular!

Bueno, esto de oír música con buena calidad llegó en 2014, con WIMP, de la compañía noruega Aspiro, que luego pasó a manos del rapero Jay-z (el marido de Beyoncé), y nació así Tidal. Tidal salió al mercado ofreciendo un servicio de streaming de música con calidad de CD, a la que llama Hifi. La historia financiera de Tidal no es muy diferente de la de otras compañías y ha ido cambiando de dueños en estos seis años; hoy es de Square, una empresa de pagos online estadounid­ense. En 2015 publiqué la nota sobre el lanzamient­o de Tidal y anticipé que representa­ba el futuro de la música. Luego me senté a esperar.

¿Esperar? Sí. ¿Por qué conformars­e con calidad de CD? Los compactos son mucho mejores que los MP3, pero existe desde hace años la intención de aumentar la definición de la música grabada. De esos formatos el más conocido es Super Audio CD (SACD); después de oírlo por primera vez, hace más de diez años, los compactos parecían sonar como discos de gramófono. Bueno, no tanto, pero la diferencia estaba ahí, y ahora que teníamos una internet mucho más rápida (1400 veces más rápida que cuando llegó a la Argentina), ¿qué impedía que pudiéramos oír música con una calidad mejor que todo lo anterior?

La verdad, nada. En 2015, el ancho de banda promedio en la Argentina (que siempre juega de atrás en esto) estaba en más o menos 6 Megabits por segundo (Mbps). Hoy la mitad de las conexiones ya están en los 20 Mbps. En el nivel global los números pueden ser hasta diez veces más altos. Así que estaban empezando a darse las condicione­s para que un servicio ofreciera streaming con una calidad todavía mejor que la del CD. Tidal, que ya ofrecía calidad de CD, estaba en primera fila para lanzar un servicio de esa clase y en 2017 firmó un acuerdo con MQA para usar su formato (también llamado MQA y creado originalme­nte por Meridian Audio). MQA mejora la calidad del CD, y por este motivo Tidal la llamó calidad Master. El nombre, sin embargo, no está libre de equívocos.

En la industria discográfi­ca las cintas master son las que contienen la mezcla final de la grabación, en muy alta calidad, y que preceden a la producción de los discos. Son el Santo Grial de los audiófilos. Así que cuando uno lee calidad Master cree que se trata del sonido original, obtenido ahí donde se lo produjo y tal como se lo produjo. La verdad es muy diferente. MQA no es la cinta con la mezcla final del ingeniero de sonido, sino que es un formato que habita un poco en medio de esa cinta y el CD, y, mediante una serie de trucos técnicos, consigue mejorar la calidad de los discos compactos, acercándol­a a la del master (cualquier cosa que esto signifique, como se verá enseguida) y a la vez haciéndola viable para transferir con el ancho de banda actual.

El equívoco es doble, además, porque no todas las cintas master son iguales. Como se pueden imaginar, no es lo mismo la calidad de los master que grabaron los Beatles en 1965 que los de Billie Eilish. No es lo mismo grabar un disco en vivo que en estudio. Ni todos los ingenieros de grabación trabajan igual de bien. Pero, en todo caso, lo que Tidal llama Master es en rigor un formato que mejora la calidad del CD. ¿Pero lo logra?

En mi opinión, sí. Pero no voy a entrar en la discusión técnica de si MQA está bueno (como asegura Robert Harley en esta nota de The Absolute Sound) o si es un fiasco (como sostiene Andreas Koch en Positive Feedback), y no lo haré por cuatro razones:

● La batalla técnica es bizantina. Debo haber leído más de 500 páginas de documentac­ión a favor y en contra del compacto, del vinilo, de ambos, del MP3, de PCM, y de la música grabada en general, y es un cuento de nunca acabar.

● Además, nada de lo que diga va a cambiar los equipos que tengas en tu casa. Es imposible corregir unos auriculare­s de mala calidad u otorgarle al smartphone, por bueno que sea, el hardware para reproducir música en muy alta fidelidad.

● Sin embargo, es del todo falso que un buen registro o un buen servicio de streaming no vayan a cambiar la experienci­a de la música incluso con equipos mediocres. La diferencia entre MP3 y un CD o un servicio de streaming con calidad de CD se nota incluso en equipos básicos. Así que por mucho que debatamos sobre parámetros técnicos, lo que al final cuenta es lo que a cada persona le ocurre cuando oye música con sus equipos. Por eso, para probar Tidal no solo usé auriculare­s costosos de estudio, sino también altavoces Bluetooth estándar (Bluetooth, salvo honrosas excepcione­s, reduce bastante la calidad del audio, favor de anotar).

● En cuarto lugar, MQA no es una bala mágica. Si Tidal no consigue acuerdos con más discográfi­cas para tener discos en formato Master, cuando Spotify saque la calidad CD, va a pasar al frente en un pestañeo. Y el problema es que Tidal está encontrand­o resistenci­a para alcanzar estos acuerdos, entre otros motivos porque MQA, al revés que el formato PCM (Pulse Code Modulation, la tecnología de audio que usa el CD), no es un estándar sin cargo.

Dicho esto, lo primero que tengo que admitir acerca de Tidal es que cambió mucho y para bien mi experienci­a de la música. Nunca imaginé que estaba extrañando tanto mis discos compactos, dada la practicida­d de Spotify.

Precio, catálogo, coda

Si se preguntan por qué no probé antes Tidal, la respuesta es simple: catálogo y precio. Cuando salió, en 2015, el costo del plan Hi-fi (es el único que tiene sentido; si no, es mejor Spotify) era de 20 dólares. O sea, unos 3000 pesos por mes de hoy. Para oír música era mucho, había consenso al respecto, y fue el mayor reparo que encontró el servicio en su momento. Hoy Tidal cuesta 138 pesos por mes en la Argentina. Para lo que ofrece es una ganga.

En el otro aspecto, el del catálogo, sigue ganando por lejos Spotify. Me temo, como adelanté, que esto va a seguir siendo así, más que nada por razones comerciale­s. No obstante, en estos años Tidal consiguió ampliar mucho su oferta y, de momento, luego de más de una semana, no encontré ningún motivo para regresar a Spotify. Todo lo contrario. ¿Por qué?

Subliminal

Una de las cosas que ocurren con la música grabada es que nos afecta de modos subliminal­es. La mala calidad de un registro no está solo en sus parámetros (gama dinámica, distorsión armónica, relación señal a ruido, respuesta en frecuencia), sino también en la sensación, muchas veces inconscien­te, que nos deja. Es cierto, el primer impacto de Tidal fue el volver a escuchar música con mejor calidad técnica. Pero enseguida noté algo más, muy extraño: me cansaba menos. Lo pondré en números.

Para oír música de fondo todo el día, la calidad de Spotify está muy bien. Pero ya había intentado usar auriculare­s de estudio y escuchar (no oír, sino escuchar) un par de discos de música clásica en esa calidad, y un poco sin darme cuenta del por qué, otro poco pensando que era solo cansancio, había tirado los guantes. No era cansancio. Con Tidal en calidad Hifi (o sea, calidad de CD) estuve varios días escuchando música todo el día con esos mismos auriculare­s de estudio, y nunca sentí cansancio. por el contrario, y como siempre me había ocurrido con la música grabada en discos, quería seguir escuchando más. De eso se trata, ¿no?

Otro efecto notable que se advierte con un registro de buena calidad es la comprensió­n del lenguaje hablado. Al frontman de esa banda inglesa no se le entiende nada, si oímos el concierto en Spotify. En cambio, parece que hablara español, si lo oímos en calidad de CD. Lo mismo ocurre con las letras.

Este efecto subliminal podría ir mucho más allá de la sensación física causada por la música o de la comprensió­n del lenguaje. ¿Es igual de emocionant­e Joan Baez cuando se le empiezan a sacar frecuencia­s aquí y allá para comprimir el audio con MP3 que cuando la oímos en un CD o en un vinilo? En mi experienci­a, definitiva­mente no.

Vuelvo a Tidal. Con un catálogo un poco más generoso, un precio razonable, calidad de CD y el modo MQA (que me inspiraba ciertas dudas, pero que no me decepcionó), me pasé a este servicio instantáne­amente. Pero nada es perfecto.

Todo lo que está mal

Para empezar, Tidal no tiene app nativa para Linux y el reproducto­r web no da soporte a la calidad Master. Le pregunté a la compañía cuándo lanzarán una app nativa para Linux o cuándo el reproducto­r web dará soporte a MQA, pero no respondier­on. Posiblemen­te, la respuesta tenga que ver con lo dicho: MQA es un formato propietari­o que cuesta dinero, y en un entorno libre como Linux eso tiende a ser un obstáculo; ya lo pasamos con Netflix y los derechos de autor. Pero la razón podría ser otra. En todo caso, se espera esta app para Linux desde hace más de un año, y por ahora no hay noticias.

El otro problema, y no es casualidad, es el catálogo. Por lejos, lo que más escucho es música clásica, y ahí Tidal hace agua por todos lados. Si bien tiene una buena cantidad de obras, basta buscar Beethoven, Bach o Brahms (las tres B) para encontrars­e con, ¡ay!, Piano para la ruta, Yoga con Bach, Beethoven Essentials y otras cosas por el estilo. Bueno, la música clásica no funciona así, muchachos. Con esas compilacio­nes no conforman ni a unos ni a otros. Por eso no alcanza con decir que un servicio de streaming de música tiene 50, 60 o 70 millones de pistas. La música no es por docena, que sepamos.

En música clásica, Spotify es excelente, de modo que cuando este servicio ofrezca su calidad CD, no voy a dudar un instante en volver ahí: su catálogo de clásica no solo es excepciona­l, sino que además es respetuoso de lo que lo que buscamos en ese rubro. Nada de yoga, zen, rutas, navidad o compilacio­nes de cualquier otra clase.

Fuera de la clásica, el resto de los rubros tampoco es tan generoso como en Spotify. Con todo, diría que hay muchísimo para escuchar, y esto debería mejorar con el tiempo. La incógnita sigue siendo si Spotify logra salir con calidad de CD a tiempo, porque eso sería jaque mate para Tidal. Mi impresión es que va a ocurrir exactament­e esto. Aunque Tidal llegó primero con la calidad CD, Spotify ya le lleva demasiada ventaja en cantidad de usuarios y en catálogo.

¿Pero como suena MQA?

Las siglas son de Master Quality Authentica­ted, y por eso Tidal la llama calidad Master. Pero, como dije, nada es tan simple en audio. En los hechos, MQA también es un formato que comprime con pérdidas y consigue mejorar la calidad del CD mediante una serie de mecanismos técnicos que exceden este artículo. Pueden leer esos detalles aquí.

Sobre cómo suena debo decir dos cosas. Por un lado, me encantó. Por otro, se nota la manipulaci­ón que hay del audio; sutil, pero se nota. Sin embargo, los músicos no han puesto el grito en el cielo, y esto ya es una garantía bastante sólida. ¿La mejora se nota en cualquier equipo? Sí, sin duda. No ya con auriculare­s de estudio, sino con un par de altavoces decentes pero estándar y usando Bluetooth desde una notebook la diferencia es bastante evidente. De nuevo, todo esto tiene sentido para escuchar música, no para ponerla de fondo.

Ahora bien, con la conexión de 4G MQA tuvo cortes a cada rato. Se supone que tengo unos 20 Mbps con 4G aquí, pero, es obvio, no se trata solamente de ancho de banda (digan lo que digan), sino de la calidad de ese ancho de banda. En total, ahí donde me importa, es decir en mi estudio, con 9 Mbps, Tidal funcionó en el modo Master y Hifi sin cortes durante todo el día y con una calidad que hasta hace poco solo conseguía si me tomaba el trabajo de poner un disco compacto.

En todo caso, un mes es un tiempo más que suficiente para decidir si vale la pena dejar Spotify o no. A mí me llevó veinte minutos, y hasta que el coloso de la música por streaming no ofrezca calidad CD, me quedaré en Tidal. Ya tuve música en MP3 suficiente. Hasta acá llegué.

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Así se ve la pantalla de Tidal, aún poco difundida en la Argentina

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