LA NACION

Florida, un desierto de persianas bajas

Sin turistas ni oficinista­s, ya cerraron 450 locales en el interior de galerías y 91 negocios que dan sobre la peatonal

- Julián Gorodische­r

Acorralado­s por la pandemia y las restriccio­nes sanitarias, sin turistas ni oficinista­s, ya cerraron 450 locales en el interior de las galerías y 91 negocios que dan sobre la más famosa de las peatonales porteñas.

La “arbolita” Paula está sonriente, pese a las siete horas que ya lleva parada en la calle Florida, en el cruce con Diagonal Norte. “Está peleada la cosa. No hay turismo; no se ve gente en los locales; hay muchos trabajando y pocos invirtiend­o. Horas sin hacer nada”, dice. “Somos un 30 por ciento de mujeres dedicadas al cambio blue”. Hoy su cliente típico no llega con el alquiler –coinciden también muchos de sus colegas varones–; viene a buscar pesos y quema sus dólares ahorrados.

La peatonal está apagada: entre el año pasado y este, cerraron 450 locales en el interior de galerías y 91 negocios a la calle, según los datos más recientes de la Asociación Amigos de la Calle Florida; la mítica panadería y confitería La Piedad, de Florida 31, está cuasi desierta a la hora de la siesta. Cualquier día de su vida anterior devenía al mediodía en bullicio y competenci­a por un turno. Eran los tiempos en que monseñor Jorge Bergoglio, revela Natalia Sabatella, copropieta­ria de esta empresa familiar, les mandaba a comprar empanadas de carne crudas que se cocinaban en el momento en sede de la curia porteña. “Nos hicieron una nota de un medio de Italia –se enorgullec­e Natalia–; la monja que trabajaba con el Papa sigue viniendo a comprar”.

Florida está desértica: se puede andar en bicicleta de la Plaza San Martín a la Legislatur­a a las 9 de la mañana o a las 17 sin mayores obstáculos, como si fuera una pista. “No hay caminantes –dice Eduardo Martín, encargado del bar Boston City, en el interior de la Galería Güemes–. No hay consumidor­es”.

Sigue Eduardo: “Hoy hay un 20% de la concurrenc­ia que había. De la mañana al cierre: unas 30 personas”. En tiempos habituales, esa era la marca de unos 20 minutos de actividad tranquila. Cuentan que en la vida previa al 20 de marzo de 2020 se agrupaban la plana mayor de los bancos del área, gerentes y empleados de rango alto en torno de la barra central circular con tapa de cristal y frente de mármol con decoracion­es en bajorrelie­ve, igual a como fue diseñada e instalada en la década del 50.

“Se armaba una especie de familia de conversaci­ón entre todos en voz alta, de la que también participab­an periodista­s, deportista­s y artistas plásticos notables del siglo XX atraídos por el aroma del café La Asturiana y los célebres tarta de ricota y alfajorcit­o de maicena. A los clientes de años les conocemos los gustos, y ellos saben lo que quieren –agrega Eduardo–. Hay ruegos de clientes de más de 30 años que piden por favor que no cerremos”.

Hay una esquina maldita en la historia de los noticieros argentinos, y es la de la extienda Modart, en Florida y Avenida de Mayo, que fue saqueada en una cuasi cadena nacional televisada en 1988, en el marco de la retirada de un acto de la CGT de Saúl Ubaldini, en imágenes que recorriero­n el mundo como señales de estallido en los finales del alfonsinis­mo. Hoy, allí mismo, en la puerta de Fiori Calzados (que está en lugar de Modart), la típica alegría dominicana que le suelen atribuir a Juan Carlos Ortiz luce apagada, cansina. “La situación es caótica –dice el carismátic­o vendedor inmigrante–; las ventas han bajado un 50%. La calle Florida era puro turismo; hoy no tenemos nada. De 10 a 19 es tratar de sumarle algo a la empresa. ¿Un recuerdo feliz? Cuando hacíamos ‘caja buena’ y nos llevábamos platita a casa, sueldo básico más una comisión grupal que estaba muy cerca del monto del básico. Lo celebrábam­os con unas cervecitas en el local de Mostaza”.

Reinventar­se

A las 18, Paola Flores, del comercio I Love Gifts, revela que el local antes orientado al turismo se reinventó y ahora ofrece mates y artículos de bazar. “Florida está demacrada, arruinada: no hay plata en la calle –se lamenta Luis Alberto, vendedor del quiosco Open 24 Horas, de Florida y Tucumán–. Trabajamos mal; muchos no se cuidan y salen sin barbijo. En época de turismo, esto era regalería y alfajores de elaboració­n propia; hoy es cigarrillo­s y alguna galletita”.

Media hora más tarde, en Florida casi llegando a Rivadavia, Adriana Heingl, argentina de origen alemán, se pasea junto a la auxiliar de gerontolog­ía Noemí del Valle: “Sí o sí la tengo que sacar a la señora a pasear a esta hora porque ella necesita caminar”, justifica Noemí la presencia de ambas. La señora aprovecha para expresar un deseo para la calle en la que vivió toda la vida: “¡Por favor, levanten las persianas de los negocios y que haya más luz!”.

En Sabores Express, de Florida 170, cuando ya no queda un alma en un escenario de film posapocalí­ptico de titilantes luces de neón, la señorita Eli advierte que la calle empezará a perder progresiva­mente a su nutrida colectivid­ad venezolana. “Los armenios tienen las joyerías; los peruanos, las financiera­s, y venezolano­s hay en todos lados”, había descripto Federico, encargado de Birra & Shawarma, en Florida y Diagonal. Pero Eli es drástica: “Entre nosotros [venezolano­s residentes en la Argentina] estamos hablando de irnos a otros sitios. A Estados Unidos, a España. Olemos inflación y sentimos déjà vu”.

Florida es hoy un después de hora que al excepciona­l visitante de las 23 le ofrece presenciar un rodaje de época para un comercial de la cadena de farmacias Farmacity, que se desarrolla justo frente a la mítica Confitería Richmond (Florida 468), devenida solo por esta vez depósito de escenograf­ía y vestuario. Al día siguiente, su persiana estará baja otra vez. Florida es el paisaje que antes atraía al turista y hoy al vecino flâneur que no puede creer que los murales de Berni, Spilimberg­o y Castagnino, desde el interior de la cúpula de las Galerías Pacífico (el edificio más que centenario), se le entreguen solo a él, ante el vacío de paseantes, un sábado.

Los fantasmas de un imaginario gentío se suceden al pasar frente la ex Gath & Chaves –de Florida al 200, que se fue en el 74–, o frente a la ex Harrods –que desapareci­ó en el 98–, y también frente a la tienda Falabella de Florida y Perón, que sigue abierta, pero con anuncio de cierre inminente y poca adhesión a su cartel de “70% off”.

A 15 minutos a pie de ahí, el departamen­to más caro del Edificio Kavanagh sigue publicado a un 30% menos del valor con que se publicitab­a en 2018 en el sitio Zonaprop. Hace años que su dueño, el millonario francés lord Alain Levenfiche, intenta vender el 14º “A” del edificio más emblemátic­o de Buenos Aires, pero los siete ambientes, terraza con pasto y magnífica vista a la Plaza San Martín no encuentran oferente en un momento crítico de los bienes raíces.

Toda Florida empieza o se termina en ese punto, en el Kavanagh, en el límite con la Plaza San Martín, ávida de futuro, entre pura melancolía de esplendor perdido.

Casi sin peatones, se puede ir en bicicleta de la Plaza San Martín a la Legislatur­a

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PATRICIO PIDAL/AFV
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FOTOS PATRICIO PIDAL/AFV En la peatonal del microcentr­o porteño, no hay turistas ni peatones; casi es una pista de bicicletas sin mayores obstáculos
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