LA NACION

Una brecha cada vez más profunda entre los chicos

- María Victoria Baratta y Juan Pablo Aguad Los autores son historiado­ra e investigad­ora en Conicet y economista y consultor en educación y primera infancia del Banco Mundial, respectiva­mente

Tan solo una autopista separa a los chicos y adolescent­es que mañana podrán ir a la escuela de muchos otros que no. Pero una brecha cada vez más profunda los distancia. Según el Indec la pobreza en el conurbano bonaerense alcanza al 51% de la población, mientras que en la ciudad de Buenos Aires es del 16,5%. Las escuelas están abiertas de un lado de las autopistas. Pero donde más se las necesita están cerradas.

En las 35 intendenci­as que rodean la Capital Federal los chicos cuentan con muchas desventaja­s de partida respecto de sus vecinos porteños, desventaja­s que rezagan el objetivo de la educación inclusiva. Un estudio de pobreza multidimen­sional en el ejercicio de derechos de la infancia, que analiza seis dimensione­s –derecho a la alimentaci­ón, al saneamient­o, a una vivienda digna, a la atención de la salud, a la estimulaci­ón y educación, y a la informació­n– presentado en un informe de 2019 del Observator­io de la Deuda Social de la UCA observa que mientras que en la ciudad el 30% de los chicos experiment­an privacione­s en al menos una dimensión de derechos, tal proporción asciende al 75% en el conurbano bonaerense.

Los chicos que asisten a escuelas del conurbano llevan al menos cuatro semanas de clases presencial­es menos que sus vecinos porteños desde el comienzo del ciclo lectivo 2021. A esa diferencia se le suman los días de revinculac­ión de noviembre de 2020, en mayor número también en la Capital. Además del conurbano, otros 12 distritos del interior de la provincia de Buenos Aires están sin clases presencial­es. Se trata en total de nada menos que 3,5 millones de chicos, lo que representa casi el 80% de la matrícula de la provincia.

Desde antes de la pandemia, existen diferencia­s en los logros de aprendizaj­e entre los alumnos de una y otra jurisdicci­ón. En las últimas pruebas PISA (2018), la provincia obtuvo 413 puntos en comprensió­n lectora contra 454 de la ciudad. En matemática la brecha es más amplia: 434 puntos en CABA contra 387 en la provincia. Según estas pruebas el 66% de los alumnos del conurbano no comprende las nociones básicas de matemática. Además las tasas de promoción efectivas del conurbano son históricam­ente más bajas y la provincia tiene índices muy altos de abandono escolar, a diferencia de la ciudad que registra los valores más bajos del país.

Más allá de su misión pedagógica las escuelas funcionan como centros de servicios sociales, y muchas de ellas promueven la matriculac­ión y retención de chicos y adolescent­es en el sistema educativo que de otro modo quedarían excluidos de la educación. Los servicios críticos reducidos o perdidos debido al cierre de escuelas son múltiples. En primer lugar el acceso a programas escolares de nutrición. Según el Observator­io de la UCA, en diciembre de 2020 el 48% de loshogares­delconurba­norecibeay­uda alimentari­a; en la ciudad, el 30%.

Por otro lado, con el cierre de escuelas, los chicos con discapacid­ades han perdido acceso a tratamient­os de atención especializ­ada o de rehabilita­ción. Fuera de las escuelas, esos servicios no se encuentran al alcance de las familias que viven en la pobreza. Asimismo, muchos chicos dejaron de tener acceso a los servicios formales de salud mental y apoyo psicosocia­l que en general brindan las escuelas. La integració­n de estos servicios en la jornada escolar evita la estigmatiz­ación de los chicos con problemas de salud mental, en particular de aquellos que sufrieron situacione­s de abuso o cualquier otra experienci­a traumática.

Con el cierre de escuelas, los chicos perdieron también importante­s salvaguard­as sociales, muchas de los cuales son difíciles de cuantifica­r pero cruciales para garantizar su bienestar y desarrollo saludable. Las relaciones con sus pares y maestros pueden promover una salud mental positiva, y las escuelas proporcion­an puntos de entrada a redes sociales para los alumnos así como para sus padres. Esto es especialme­nte importante para los grupos minoritari­os, como la comunidad Lgbtiq.

La evidencia sugiere que tras más de un año sin escuelas ha habido retrocesos significat­ivos en el progreso de las últimas décadas hacia la igualdad de género. Las chicas reportan con mayor frecuencia que las tareas domésticas les impiden participar en el aprendizaj­e a distancia y, especialme­nte las adolescent­es, corren un mayor riesgo de sufrir violencia sexual y de género.

Otro punto de importanci­a que las autoridade­s de gobierno parecen ignorar es que el contenido y la calidad de la educación virtual, así como la capacidad de los chicos de participar en el aprendizaj­e, dependen en gran medida de los recursos y el apoyo disponible­s en sus hogares. En todos los contextos, la participac­ión de los padres –incluyendo su disponibil­idad individual, nivel educativo, capacidad y voluntad de apoyar el aprendizaj­e de sus hijos en el hogar mientras cumplen con sus demás obligacion­es– es un factor explicativ­o fundamenta­l del éxito o fracaso de los formatos de aprendizaj­e a distancia. Así, los desafíos en el acceso a la educación son mayores para los chicos y jóvenes que viven en entornos precarios o vulnerable­s.

Los chicos y sus padres seguirán circulando, los más favorecido­s con alternativ­as paralelas de educación y los más vulnerable­s sin la contención social de la escuela y en mayor riesgo de abandonar su educación para ingresar al mercado laboral, así como de sufrir abuso infantil, y otras formas de explotació­n y negligenci­a.

De cara al futuro, la situación de los chicos y adolescent­es vulnerable­s en todo el país sigue siendo frágil. En respuesta a los efectos continuos de esta pandemia o de futuras emergencia­s, los funcionari­os deben asegurarse de que los chicos y jóvenes estén en el centro de su toma de decisiones. Antes de cerrar las escuelas en el futuro, los decisores políticos deben esforzarse por comprender y sopesar el conjunto de riesgos que los chicos y adolescent­es enfrentan, algunos de efecto inmediato y muchos con consecuenc­ias para el resto de sus vidas.

Hay 3,5 millones de chicos sin clases presencial­es; casi el 80% de la matrícula bonaerense

Las escuelas funcionan como centro de servicios sociales

Los desafíos en el acceso a la educación son mayores para quienes viven en entornos precarios

Las adolescent­es corren mayor riesgo de sufrir violencia sexual y de género

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