Una brecha cada vez más profunda entre los chicos
Tan solo una autopista separa a los chicos y adolescentes que mañana podrán ir a la escuela de muchos otros que no. Pero una brecha cada vez más profunda los distancia. Según el Indec la pobreza en el conurbano bonaerense alcanza al 51% de la población, mientras que en la ciudad de Buenos Aires es del 16,5%. Las escuelas están abiertas de un lado de las autopistas. Pero donde más se las necesita están cerradas.
En las 35 intendencias que rodean la Capital Federal los chicos cuentan con muchas desventajas de partida respecto de sus vecinos porteños, desventajas que rezagan el objetivo de la educación inclusiva. Un estudio de pobreza multidimensional en el ejercicio de derechos de la infancia, que analiza seis dimensiones –derecho a la alimentación, al saneamiento, a una vivienda digna, a la atención de la salud, a la estimulación y educación, y a la información– presentado en un informe de 2019 del Observatorio de la Deuda Social de la UCA observa que mientras que en la ciudad el 30% de los chicos experimentan privaciones en al menos una dimensión de derechos, tal proporción asciende al 75% en el conurbano bonaerense.
Los chicos que asisten a escuelas del conurbano llevan al menos cuatro semanas de clases presenciales menos que sus vecinos porteños desde el comienzo del ciclo lectivo 2021. A esa diferencia se le suman los días de revinculación de noviembre de 2020, en mayor número también en la Capital. Además del conurbano, otros 12 distritos del interior de la provincia de Buenos Aires están sin clases presenciales. Se trata en total de nada menos que 3,5 millones de chicos, lo que representa casi el 80% de la matrícula de la provincia.
Desde antes de la pandemia, existen diferencias en los logros de aprendizaje entre los alumnos de una y otra jurisdicción. En las últimas pruebas PISA (2018), la provincia obtuvo 413 puntos en comprensión lectora contra 454 de la ciudad. En matemática la brecha es más amplia: 434 puntos en CABA contra 387 en la provincia. Según estas pruebas el 66% de los alumnos del conurbano no comprende las nociones básicas de matemática. Además las tasas de promoción efectivas del conurbano son históricamente más bajas y la provincia tiene índices muy altos de abandono escolar, a diferencia de la ciudad que registra los valores más bajos del país.
Más allá de su misión pedagógica las escuelas funcionan como centros de servicios sociales, y muchas de ellas promueven la matriculación y retención de chicos y adolescentes en el sistema educativo que de otro modo quedarían excluidos de la educación. Los servicios críticos reducidos o perdidos debido al cierre de escuelas son múltiples. En primer lugar el acceso a programas escolares de nutrición. Según el Observatorio de la UCA, en diciembre de 2020 el 48% de loshogaresdelconurbanorecibeayuda alimentaria; en la ciudad, el 30%.
Por otro lado, con el cierre de escuelas, los chicos con discapacidades han perdido acceso a tratamientos de atención especializada o de rehabilitación. Fuera de las escuelas, esos servicios no se encuentran al alcance de las familias que viven en la pobreza. Asimismo, muchos chicos dejaron de tener acceso a los servicios formales de salud mental y apoyo psicosocial que en general brindan las escuelas. La integración de estos servicios en la jornada escolar evita la estigmatización de los chicos con problemas de salud mental, en particular de aquellos que sufrieron situaciones de abuso o cualquier otra experiencia traumática.
Con el cierre de escuelas, los chicos perdieron también importantes salvaguardas sociales, muchas de los cuales son difíciles de cuantificar pero cruciales para garantizar su bienestar y desarrollo saludable. Las relaciones con sus pares y maestros pueden promover una salud mental positiva, y las escuelas proporcionan puntos de entrada a redes sociales para los alumnos así como para sus padres. Esto es especialmente importante para los grupos minoritarios, como la comunidad Lgbtiq.
La evidencia sugiere que tras más de un año sin escuelas ha habido retrocesos significativos en el progreso de las últimas décadas hacia la igualdad de género. Las chicas reportan con mayor frecuencia que las tareas domésticas les impiden participar en el aprendizaje a distancia y, especialmente las adolescentes, corren un mayor riesgo de sufrir violencia sexual y de género.
Otro punto de importancia que las autoridades de gobierno parecen ignorar es que el contenido y la calidad de la educación virtual, así como la capacidad de los chicos de participar en el aprendizaje, dependen en gran medida de los recursos y el apoyo disponibles en sus hogares. En todos los contextos, la participación de los padres –incluyendo su disponibilidad individual, nivel educativo, capacidad y voluntad de apoyar el aprendizaje de sus hijos en el hogar mientras cumplen con sus demás obligaciones– es un factor explicativo fundamental del éxito o fracaso de los formatos de aprendizaje a distancia. Así, los desafíos en el acceso a la educación son mayores para los chicos y jóvenes que viven en entornos precarios o vulnerables.
Los chicos y sus padres seguirán circulando, los más favorecidos con alternativas paralelas de educación y los más vulnerables sin la contención social de la escuela y en mayor riesgo de abandonar su educación para ingresar al mercado laboral, así como de sufrir abuso infantil, y otras formas de explotación y negligencia.
De cara al futuro, la situación de los chicos y adolescentes vulnerables en todo el país sigue siendo frágil. En respuesta a los efectos continuos de esta pandemia o de futuras emergencias, los funcionarios deben asegurarse de que los chicos y jóvenes estén en el centro de su toma de decisiones. Antes de cerrar las escuelas en el futuro, los decisores políticos deben esforzarse por comprender y sopesar el conjunto de riesgos que los chicos y adolescentes enfrentan, algunos de efecto inmediato y muchos con consecuencias para el resto de sus vidas.
Hay 3,5 millones de chicos sin clases presenciales; casi el 80% de la matrícula bonaerense
Las escuelas funcionan como centro de servicios sociales
Los desafíos en el acceso a la educación son mayores para quienes viven en entornos precarios
Las adolescentes corren mayor riesgo de sufrir violencia sexual y de género