LA NACION

Córdoba: reclaman que abran los comedores escolares

Según directivos, docentes y familias, muchos chicos pasan hambre

- Gabriela Origlia

CÓRDOBA.– “Los chicos están contentos de venir a la escuela a aprender, pero les falta comida, tener aunque sea una merienda. Se hace muy difícil prestar atención cuando el estómago está vacío”, describió Mónica Pereyra, directora de la Escuela Presidente Juan Domingo Perón, del barrio Ciudad Evita, en esta ciudad. Contó que muchas veces los alumnos se sienten mal; cuando les pregunta qué les pasa, le dicen que en sus casas “no había nada para comer”. Y consultan: “Seño, ¿hoy van a dar la leche?”.

En Córdoba hay clases presencial­es, pero el gobierno provincial –por recomendac­ión de sanitarist­as– mantiene cerrados los comedores escolares del Programa de Asistencia Integral de Córdoba (Paicor), y la situación aflige mucho en los barrios más carenciado­s. En el inicio de la pan de mi a, la modalidad tradiciona­l de darles desayuno y almuerzo o almuerzo y merienda calientes en los colegios se reemplazó con la entrega de módulos alimentari­os que contienen arroz, fideos, aceite y conservas. Según Pereyra, el problema es que muchas familias ni siquiera tienen con qué cocinar.

De acuerdo con datos del Indec correspond­ientes al segundo semestre de 2020, la pobreza alcanzaba en el Gran Córdoba al 40,8% de la población, unas 650.000 personas. “Hay mucha hambre en la calle; se me complica un montón para darles al mediodía y a la noche a los chicos. La escuela nos salva un montón las necesidade­s; el almuerzo nos ayudaba mucho, por eso queremos que vuelva”, señala Andrea, madre de cinco hijos en Ciudad Evita.

En Córdoba, desde el 1° de marzo las clases son presencial­es, con el sistema de burbujas, cuyos alumnos concurren cada dos semanas a las aulas. El sistema complica el retorno de las viandas o de cocinar en las escuelas, además de que el protocolo no lo permite.

En Villa El Nylon, en otra zona de la ciudad de Córdoba, una madre que prefiere no dar su nombre insiste en que el regreso del Paicor es “fundamenta­l”. “Todos lo necesitamo­s. Estamos pasando hambre, hay mucha miseria. Es necesario porque sustenta lo que no damos en la casa porque no se puede”, dice.

R., madre de cuatro chicos en Quilino, afirma: “Nos dan los módulos, pero no podemos mandarlos con fideos hervidos –sigue–. Están desnutrido­s; a la noche no tienen nada, comen pan con chicharrón. El Paicor en la escuela les da leche, carne, fruta”.

Eugenia, biblioteca­ria de una escuela secundaria del Valle de Punilla a la que concurren alumnos de sectores vulnerable­s, describe que muchas familias perdieron ingresos y que ya en 2020 el dictado de clases estuvo condiciona­do por la falta de conectivid­ad. “Ahora que volvieron, se siente la falta de algo caliente a la mañana y del almuerzo, que era lo único elaborado y caliente que recibían. No se puede tener hambre en el aula. Los bolsones no alcanzan porque les faltan fruta, verdura y carne”, agrega.

Desde la Secretaría General de la Gobernació­n, de la que depende el Paicor, afirman que hay análisis “periódicos” para evaluar cuándo pueden regresar los comedores. Y respondier­on a LA NACION: “La entrega de módulos alimentari­os obedece a una disposició­n sanitaria en el marco de la pandemia, del Ministerio de Salud de la provincia y en función de las resolucion­es del Consejo Federal de Educación. La provincia sostiene el compromiso a través de la entrega de módulos para más de 275.000 beneficiar­ios, asistencia que se complement­a con otras ayudas, como las tarjetas que entregan el Ministerio de Desarrollo Social provincial y el gobierno nacional para garantizar el acceso a los alimentos complement­arios, como carnes y vegetales”.

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