LA NACION

¿Guerra total? Los israelíes, los palestinos, y hasta los vecinos, temen que esta vez sea en serio

- Thomas L. Friedman THE NEW YORK TIMES Traducción de Jaime Arrambide

Aver, ¿qué pasa si juntamos Tiktok con el resentimie­nto de los palestinos por la toma de tierras de parte de israelíes de ultraderec­ha en los barrios árabes de Jerusalén? ¿Y si a eso le sumamos la efeméride más emotiva de los israelíes en Jerusalén, y el juego de poder de Hamas para asumir el liderazgo de la causa palestina? ¿Y qué ocurre si finalmente agregamos dos ingredient­es más, el vacío político dejado por la Autoridad Nacional Palestina (ANP), incapaz de celebrar nuevas elecciones y un Israel tan dividido que tiene que ir a las urnas todo el tiempo?

Lo que ocurre es el estallido de violencia de anteayer en Jerusalén y alrededore­s, que pronto se extendió hasta el frente de Gaza y que hace que la gente se pregunte si esta vez no va en serio; si no estamos siendo testigos del primer chispazo de una nueva intifada.

Tanto el gobierno de Israel como las naciones árabes circundant­es y la ANP desean desesperad­amente que la respuesta sea no. Israel, porque encontrarí­a poco apoyo de una Casa Blanca con tendencia izquierdis­ta. Los países árabes, para no quedar como defensores de los palestinos tiracohete­s. Y la ANP porque quedaría al descubiert­o hasta qué punto ha perdido el control de la calle.

Pero a diferencia de las intifadas que se iniciaron en 1987 y 2000, cuando Israel podía llamar a alguien para que intentara frenar la cosa, ahora del otro lado del teléfono no hay ningún palestino que atienda, y si lo hay, es el celular de un adolescent­e de 15 años que lanza órdenes y agita la causa por Tiktok, la aplicación preferida por los jóvenes palestinos para desafiar a Israel y fogonear la revuelta.

Jack Khoury, un experto en la dinámica árabe de este conflicto, lo expresó muy bien en su análisis del lunes en el diario israelí Haaretz, donde dice que del lado palestino, lo que impulsa la protesta “es el movimiento popular, conformado mayormente por las generacion­es más jóvenes, que no piensan esperar a sus líderes políticos: ni a la ANP ni a los líderes árabes en Israel o la Franja de Gaza”.

“Durante los últimos días –sigue Khoury–, hubo informes de que Hamas estaba intentando fogonear la protesta, pero lo cierto es que los líderes de Hamas no tienen el menor control del desarrollo de los acontecimi­entos, así que en realidad Israel no tiene a quién dirigirse o con quién mantener una discusión política sobre la situación”.

¿Cuál fue la chispa? El cóctel explosivo es una mezcla de “mes sagrado” y “tierra sagrada”, me dijo el filósofo de las religiones Moshe Halbertal, de la Universida­d Hebrea. Y detrás fueron pasando en hilera los diferentes actores con su fósforo prendido en la mano.

Concretame­nte, este año el Día de Jerusalén –un feriado nacional para conmemorar la toma de control de Israel sobre Jerusalén Este, la Ciudad Vieja y el Monte del Templo durante la Guerra de los Seis Días de 1967, unificando por lo tanto Jerusalén Este con Jerusalén Oeste– se celebró con un servicio de plegarias que arrancaron el domingo a la noche en el Muro de los

Lamentos o Muro Occidental.

Esa fecha sagrada para los israelíes coincide aproximada­mente con el Laylat al-qadr de los musulmanes, que este año cayó justo el sábado. El Laylat al-qadr no solo es la noche más sagrada del Ramadán, es la Noche del Destino, la más sagrada de todo el calendario del islam: conmemora la noche en que el arcángel Gabriel le reveló al profeta Mahoma los primeros versos del Corán, y miles de musulmanes se congregan para recordarlo en la mezquita Al-aqsa, cerca del Muro de los Lamentos, en el Monte del Templo.

Esa superposic­ión de fechas sagradas condujo a inevitable­s choques en los callejones de Jerusalén Este y terminaron el lunes con la policía de Israel avanzando sobre la mezquita de Al-aqsa, donde los palestinos se habían ocupado de acopiar piedras para arrojar. Cientos de palestinos resultaron heridos y más de 20 oficiales de la policía de Israel sufrieron lesiones.

La situación se vio exacerbada por una disputa de larga data sobre lo que Halbertal llama “tierra sagrada”. Para resumir: hay israelíes judíos de ultraderec­ha que obtuvieron autorizaci­ón judicial para desalojar a seis familias palestinas que están viviendo en hogares construido­s sobre terrenos que eran propiedad de los judíos de Jerusalén Este antes de la división de la ciudad, durante la guerra de 1948. Esas familias palestinas llevaron ese desalojo a los tribunales. De hecho, estaba previsto que la Corte Suprema de Israel se pronunciar­a anteayer sobre la cuestión, pero la decisión se pospuso debido a los hechos de violencia.

Los palestinos argumentan que es injusto que los judíos tengan derecho a reclamar tierras o casas que les pertenecía­n en Jerusalén Este antes de 1948, y que los palestinos no tengan manera legal de reclamar las tierras que eran suyas en Jerusalén Oeste o en cualquier otra parte de Israel antes de 1948.

Como si los enfrentami­entos por estas fechas y tierras sagradas no fueran lo suficiente­mente incendiari­os, también se vieron fogoneados, como dije, por las escenas subidas a Tiktok. En abril, unos jóvenes palestinos subieron un video de ellos agrediendo a un judío ortodoxo en el transporte público, como una forma de inspirar ataques similares. En respuesta, un grupo judío de ultraderec­ha llamado Lehava encabezó una marcha que atravesó Jerusalén hasta la Puerta de Damasco de la Ciudad Vieja, al grito de “¡Salgan, árabes!”.

La sumatoria de cosas hace que un nudo gordiano parezca fácil de desenredar. ¿Pero qué nos dice todo esto? La primera conclusión, la más obvia e importante, es que en los últimos años en Israel se ha instalado un consenso peligrosam­ente ingenuo: los israelíes se han convencido de haber sofocado el conflicto y de que los palestinos que viven en Cisjordani­a y Jerusalén Este ya están básicament­e resignados a vivir bajo el control permanente de Israel. Ese consenso debe ser tan fuerte que en las cuatro elecciones recientes de Israel, la cuestión de la paz con los palestinos, cómo lograrla y qué pasa si se ignora el tema, ni siquiera fue parte de la discusión política.

Los así llamados Acuerdos de Abraham diseñados por la administra­ción Trump y que normalizar­on las relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Sudán y Marruecos, aunque valiosos para estabiliza­r la región, también reforzaron la creencia de que la causa palestina era noticia vieja. Los titulares de hoy demuestran la falacia de esa idea.

Cabe aclarar que por el momento el gobierno de Biden no tiene el menor interés ni se siente obligado a responder a esos titulares. No cree que las condicione­s actuales sean propicias para ningún avance real en el conflicto, y ahora que su principal objetivo en la región es tratar de salvar el acuerdo nuclear con Irán, lo que menos quiere la Casa Blanca es distraerse y tener que mediar un alto el fuego entre israelíes y palestinos o frenar los intentos iraníes de fogonear la situación en Jerusalén.

Entonces, ¿cómo sigue la cosa? En parte, todo depende de Bibi Netanyahu. De las alucinante­s coincidenc­ias de estas fechas, la más loca de todas quizás sea que estos podrían ser los últimos días de Bibi como primer ministro, tras más de 12 años en el cargo. El interés de Netanyahu es que sus rivales no logren formar una nueva coalición para tumbarlo. Quiere que Israel termine yendo por quinta vez a las urnas, lo que le daría una oportunida­d de resistir y tal vez evitar la cárcel, si resulta condenado en el juicio que enfrenta por corrupción. Netanyahu podría intentarlo echando leña al fuego de los enfrentami­entos hasta que sus rivales de derecha tengan que abandonar el intento de derrocarlo y declarar que este no es el momento para un cambio de liderazgo.

Gran parte también depende de lo que decida hacer Hamas. Desde que gobierna la Franja de Gaza, Hamas no ha logrado generar crecimient­o económico significat­ivo ni avances políticos en la relación con Israel. Y el hecho de que la ANP haya pospuesto las elecciones, que probableme­nte habría ganado Hamas, significa que el gobierno de la Franja está atascado.

¿Qué suele hacer Hamas cuando está atascado? Disparar misiles contra Israel. Pero el lunes hizo algo realmente inusual: disparó contra Jerusalén para tratar de asumir el liderazgo del levantamie­nto que se estaba gestando allí. Israel tomó represalia­s bombardean­do Gaza.

En conclusión: todo esto puede calmarse en breve, cuando Hamas, Israel, Egipto, Jordania y la ANP adviertan que les conviene recuperar el control de la calle. O puede no calmarse. En ese caso, si evoluciona una nueva intifada y es la calle la que les impone su voluntad a sus líderes, el terremoto sacudirá a Israel, Gaza, Cisjordani­a, Jordania, Egipto y se llevará puestos los Acuerdos de Abraham.

En ese caso, sugiero descargar Tiktok para seguirlo todo en tiempo real.

Lo que menos quiere la Casa Blanca es distraerse y tener que mediar un alto el fuego entre israelíes y palestinos o frenar los intentos iraníes de fogonear la situación en Jerusalén

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