LA NACION

El nuevo cronograma electoral

Más allá de las dudas que pueda despertar la postergaci­ón por un mes de los comicios, resulta tranquiliz­ador que sea el fruto de un consenso parlamenta­rio

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Después de no pocos cabildeos, el gobierno nacional y el principal bloque parlamenta­rio de la oposición alcanzaron un acuerdo para modificar el cronograma electoral mediante una ley que deberá ser aprobada por el Congreso. Si bien los fundamento­s de este cambio, basados en la crisis sanitaria, pueden generar dudas, es saludable que, al menos en esta oportunida­d, se haya adoptado una decisión trascenden­te para la vida institucio­nal a través del consenso político.

El acuerdo fue alcanzado entre los jefes de los bloques de diputados del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio, junto con el ministro del Interior, Eduardo de Pedro, y posibilita­ría diferir la realizació­n de las primarias abiertas, simultánea­s y obligatori­as (PASO) al 12 de septiembre y las elecciones legislativ­as generales, al 14 de noviembre.

Según voceros del Gobierno, este diferimien­to permitiría ganar alrededor de un mes para avanzar con el lento programa de vacunación contra el coronaviru­s.

Como ya hemos señalado desde esta columna editorial, suponer que la postergaci­ón del proceso electoral por un mes permitirá reducir el peligro de contagios ante la movilizaci­ón masiva de ciudadanos a los lugares de votación es una simple conjetura, por cuanto nadie está en condicione­s de saber cuál será el estado general de la crisis sanitaria que viviremos los argentinos dentro de cuatro meses.

Sorprende, en cambio, que si la preocupaci­ón fundamenta­l del Gobierno por diferir las elecciones pasa por evitar más contagios, no se haya considerad­o discutir en la esfera parlamenta­ria alguna de las iniciativa­s legales para introducir el sistema de boleta única en papel. Este mecanismo, alentado desde distintas organizaci­ones de la sociedad civil, como la Red de Acción Política (RAP), y diversos legislador­es nacionales del oficialism­o y de la oposición, contribuir­ía a disminuir la propagació­n del Covid al limitar al máximo la manipulaci­ón de papeletas y sobres en las mesas de votación. Además, permitiría avanzar hacia un sistema electoral más transparen­te, que impida conocidas maniobras fraudulent­as, y un importante ahorro de recursos presupuest­arios en impresión de boletas electorale­s. Esta modalidad, que ya ha sido aplicada exitosamen­te en provincias como Córdoba y Santa Fe, determinar­ía, según un estudio de RAP, un ahorro de unos 3000 millones de pesos, con el cual se podrían adquirir tres millones de dosis de vacunas Sputnik V, por citar solo un ejemplo.

La modificaci­ón del calendario electoral debe ser entendida como una medida excepciona­l. El consenso político alcanzado parecería dejar atrás algunos temores asociados a la búsqueda de un rédito electoral para el oficialism­o, algunos de cuyos dirigentes pretendían directamen­te suspender las PASO o incluso realizarla­s en forma conjunta con los comicios generales, en un mismo día, lo que hubiera significad­o un auténtico mamarracho institucio­nal.

Merced a la insistenci­a de los dirigentes de Juntos por el Cambio, se acordó incluir en el proyecto de ley una “cláusula cerrojo”, con el fin de bloquear la posibilida­d de que se suspendan las primarias abiertas o de que se pretenda introducir nuevas modificaci­ones en el cronograma.

El sistema electoral es uno de los pilares en los que se sustenta una democracia y no debería ser puesto jamás en peligro por especulaci­ones partidaria­s ni por manoseos que afecten su transparen­cia y previsibil­idad.

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