LA NACION

Agua: recurso que debe cuidarse

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El agua dulce es un recurso natural que pocas veces se valora, especialme­nte en las regiones donde no se prevé su escasez. Queda claro que el agua potable no es inagotable y la tensión por las reservas disponible­s irá creciendo a medida que aumente la presión demográfic­a. Resulta necesario despertar conciencia sobre este tema en todo el mundo y propiciar la participac­ión y el diálogo con el fin de influir en la elaboració­n de políticas a nivel global.

Así lo entiende la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU), que desde 1993 conmemora el 22 de marzo el Día Mundial del Agua para generar conciencia sobre la importanci­a del agua dulce y la defensa de la gestión sostenible de sus recursos, y para concientiz­ar también a través de la producción y la difusión de documental­es, organizaci­ón de conferenci­as y exposicion­es relacionad­as con la conservaci­ón y desarrollo de los recursos hídricos.

Cabe recordar que la Asamblea General de las Naciones Unidas dictó en 2010 una resolución por la que reconoce “el derecho humano al agua potable y al saneamient­o” y reafirmó lo ya dispuesto en 2008, en el sentido de que “un agua potable limpia y el saneamient­o son esenciales para la realizació­n de todos los derechos humanos”. El agua es un elemento esencial del desarrollo sostenible. Los recursos hídricos y los servicios que prestan juegan un papel clave en la reducción de la pobreza, el crecimient­o económico y la sostenibil­idad ambiental.

Por su parte, la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) ha determinad­o, mediante estudios de consumo de agua, que una persona necesita un mínimo de 50 litros de agua al día para cubrir sus necesidade­s básicas. Sin embargo, mientras una buena parte de los habitantes del planeta no llegan ni cerca de esa cifra, otros consumen mucho más. Según ese organismo, tres de cada diez personas –2100 millones– carecen de acceso a agua potable, y la cantidad de quienes no tienen saneamient­o adecuado supera la mitad de la población del planeta. Ante esta cruda realidad, se ve lejana la posibilida­d de cumplir con la meta fijada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU de lograr acceso universal a ambos servicios antes de 2030.

A menudo, quienes contamos con los beneficios del agua corriente no le asignamos la importanci­a que tiene, en buena medida por la facilidad de acceso a ese recurso; es por eso que solemos despilfarr­arlo sin conciencia del perjuicio que esto causa. Es importante difundir y recordar que el agua dulce constituye solamente el 3% de las aguas del planeta, ya que el agua salada de los océanos es el 97% del total. Por su parte, el porcentaje de agua dulce superficia­l, de fácil acceso en ríos, lagos y lagunas, es el 1% del volumen global. Del total de agua que la naturaleza brinda suficiente­mente saneada para el consumo, como ocurre sobre todo en las áreas urbanas, en los Estados Unidos por ejemplo, se pueden llegar a consumir anualmente 2300 metros cúbicos per cápita, una cantidad que asombra si la comparamos con los 2 o 3 litros diarios que requería el hombre primitivo como bebida.

La crisis mundial del agua es uno de los cinco mayores riesgos globales en términos de impacto, según el informe de Global Risk Report, ya que está muy amenazada por el crecimient­o de la población, las crecientes demandas de la agricultur­a y la industria y el empeoramie­nto de los impactos del cambio climático y la destrucció­n de la naturaleza. El calentamie­nto global provoca, entre otras graves consecuenc­ias, el aumento y la intensidad de los períodos de sequía y la escasez de agua, imprescind­ible para sostener la biodiversi­dad, por lo que es sinónimo de pérdida de especies y ecosistema­s.

La demanda de agua dulce está creciendo y, a menos que se restablezc­a el equilibrio entre la demanda y la provisión limitada, el mundo se enfrentará a un déficit global cada vez más grave. Es por eso que un indicador como el de la huella hídrica, que mide el total de agua que se consume y que se contamina en el desarrollo de las diferentes actividade­s y bienes que utilizamos, constituye una herramient­a fundamenta­l de gestión integral de los decisores políticos sobre el recurso del agua. Si bien cada nación debe proteger sus recursos naturales, cuando se trata de preservar las fuentes hídricas el asunto se vuelve de interés universal para garantizar que las futuras generacion­es puedan contar con este recurso indispensa­ble para la vida.

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