LA NACION

El sueño en el espejo

- Pablo Gianera

Hay pasiones y fervores que pasan errantes del arte a la vida y también, en dirección contraria, de la vida al arte. Puede pasar además que pasen de un artista a otro artista, e incluso de un arte a otra arte. Decía Chesterton que si alguien objetaba las pinturas de Dante Gabriel Rossetti porque representa­ban sueños diurnos tristes y sensuales objetaba sin más la existencia completa de esa pintura.

La pintura de Rossetti le debe casi todo a Dante Alighieri. La pintura de Rossetti y la poesía de Rossetti, para ser claros, y esa pintura y esa poesía mantienen por su lado deudas recíprocas.

Rossetti, inglés de sangre italiana que había heredado una exclusiva pasión dantesca (hay una edición de la Divina Comedia anotada por él), dedicó innumerabl­es poemas a Dante (“Dante at Verona”, “Francesca da Rimini”, “Dantis Tenebrae”, dedicado precisamen­te a la memoria de su padre”, y hay más). no fueron menos las pinturas y dibujos: entre 1849 y 1881, el año anterior a su muerte, hizo no menos de cuarenta y tres, y treinta de ellos sobre la Vita Nuova. Uno es “El sueño de Dante”. Vemos a Beatrice (una Beatrice pelirroja, como siempre las mujeres de Rossetti, arquetipo de la mujer prerrafael­ista) asistida en el trance por otras mujeres (también pelirrojas) y contemplad­a por el poeta.

Durante largo tiempo, la pintura de Rossetti padeció por su poesía, y la poesía por su pintura. Como hacía muy bien las dos cosas, nadie sabía en qué términos juzgarlo. Podía legítimame­nte concebir una pintura para un poema, y esa pintura, como pasa con “El sueño de Dante”, tiene ya vida propia. El óleo concluido, en su gloria, no anula la fascinació­n de los trabajos preparator­ios.

Dejó constancia el hermano de Rossetti, en 1853: “Él [Gabriel] está obsesionad­o con la idea de publicar su traducción de la Vita Nuova revisada e ilustrada”. El poema que está en el origen de la pintura “El sueño de Dante” procede en este caso de la Vita Nuova, que él mismo tradujo al inglés. Es parte de la canzone del capítulo XXIII: “Allor diceva Amor: −Più nol ti celo;/ vieni a veder nostra donna che giace−./ Lo imaginar fallace/ mi condussea veder madonna morta;/ e quand’io l’avea scorta,/ vedea que donne la covrian d’un velo;/ ed avea seco umilità verace,/ che parea che dicesse: −Io sono in pace”. En la traducción de nuestro poeta Roberto Raschella, que conserva hábilmente la madonna del original: “Entonces Amor decía: −no te oculto ya nada:/ ven a ver a nuestra dama que yace−./ El falaz imaginar/ me llevó a ver a madonna muerta;/ y cuando la había descubiert­o,/ veía que mujeres la cubrían con su velo;/ y ella tenía en sí humildad tan verdadera,/ que parecía decir: −Estoy en paz”.

La traducción al inglés de Rossetti daría lugar a una considerac­ión que excede estas líneas periodísti­cas. Importa, sin embargo, señalar que Rossetti estuvo más cerca del original en otro poema suyo, más cerca aun de lo que estuvo en su admirable representa­ción visual.

Es uno de los poemas que Rossetti inhumó con el cadáver de su esposa (Elizabeth Siddal se había suicidado con una sobredosis de láudano) y que decidió después exhumar. no aparece en las ediciones primeras de sus poemas porque se juzgó, muy inexactame­nte, que lastimaba el decoro. Se llama “nuptial Sleep”. Simula hablar (y la simulación tiene algo de cierto) del cansancio que sobreviene después del coito, pero no es más que una alegoría. Dice : “Sleep sank them lower than the tide of dreams” (El dormir los hundió más abajo de la marea de los sueños”. Los sueños, separados de ellos, los miran hundirse. Esta observació­n milagrosa conduce al milagro del último verso: “He woke and wondered more: for there she lay” (Él se despertó y se maravilló aún más, porque ahí estaba ella). Es una variación del final de la canción de Dante: “Beato, anima bella, chi te vede!”

Dante Gabriel Rossetti, inglés de sangre italiana, había heredado del padre la pasión dantesca

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