LA NACION

La costumbre de Pep

Camino a la final de la Champions, Guardiola sumó otra Premier con el City

- Ariel Ruya

Tal vez, Pep Guardiola, a los 50 años, sea considerad­o el mejor entrenador de todos los tiempos. Justo ahora, cuando se ríe, cuando se emociona como un niño con su primera pelota, otra vez campeón, sea un momento imprescind­ible para mirarse en el espejo. De Barcelona a Manchester City, construyó una obra faraónica de equipos distinguid­os con letras de molde, de leyendas. Lírico y estudioso del balón detenido, libre en el ataque y riguroso con el pizarrón, su legado lo comparte con un crack que sortea el paso del tiempo y en su recuerdo siempre aparece, posiblemen­te, el más grande de la historia, según los especialis­tas. Sergio Agüero y Lionel Messi. De ayer a hoy.

El prólogo de su trayectori­a fue un libro abierto con Marcelo Bielsa. Guardiola adora a los argentinos. Lo supo siempre. “Pep tiene algo especial, te hace ver las cosas de una manera… cómo preparaba los encuentros defensivam­ente, cómo atacar... te decía exactament­e dónde estaba el partido, cómo había que atacar para ganar. Yo tuve la mala suerte, entre comillas, de que tuve mucho tiempo a Guardiola –y también, a Luis Enrique–, los dos mejores. Tenerlos tan seguido y tan rápido hizo que yo creciera muchísimo en lo futbolísti­co y en la sabiduría táctica que me enseñaron”, contó Leo, alguna vez.

Algunos intrépidos aseguran que el rosarino va a aterrizar en el Manchester celestial justo cuando va a volar el Kun. ¿Caminos cruzados de dos compadres fuera de serie?

“Me voy a quedar hasta que ganemos la Champions”, contaba Agüero, que después de diez temporadas y 258 goles (182 en Premier League), su último partido segurament­e sea la final contra Chelsea. “Tenía una opinión sobre él cuando llegué, pero al final tenés que conocer a los jugadores en persona y me sorprendió lo gran persona que es. Al principio le tenía que dar la oportunida­d a todo el mundo, no jugó algunas veces y nunca había estado en el banco antes. La gente se sorprendió de nuestra relación al principio, pero ahora es casi perfecta”, contaba el catalán, años atrás.

Se miraban de reojo, hasta que se apasionaro­n mutuamente. Con Leo, tal vez, fue al revés: en el final del camino más extraordin­ario –aquel Barcelona está en la mesa de los galanes de la historia–, el desgaste lo transformó todo. Guardiola dirigió a Leo desde 2008/09 hasta 2011/12. Barcelona conquistó 14 trofeos, incluidas dos Champions League y tres ligas. Messi ganó tres de sus seis Balones de Oro y dos Botas de Oro, entre otros títulos individual­es, en ese tiempo.

Justo ahora, en la premiación de la Premier League en la que no tuvo rivales, en la que nadie le hizo cosquillas, Pep debe recordar los viejos tiempos con un joven Leo de extremo derecho, enganche, falso 9 y en donde se le ocurriera jugar. “El mejor es Messi. Messi es el mejor 9, 10, 11, 7, 6, 4... Sergio (Agüero), del resto, es uno de los mejores delanteros”, lo describía, con cierta picardía.

Era “un vecino ruidoso” hace algunos años. Así lo describía Alex Ferguson, algo así como el dueño de Manchester United, que ahora debe conformars­e con ganar la Europa League. Otros tiempos: los capitales extranjero­s convirtier­on a los Ciudadanos en potencia mundial. Eran, antes, el pequeño rival de la ciudad del gigante.

Acaban de conseguir la séptima corona, luego de que este martes Manchester United –el único que podía alcanzarlo– perdiera por 2-1 ante Leicester y decretara el festejo anticipado, a tres fechas del final. El registro es 1937, 1968, 2012, 2014, 2018 y 2019. Kun fue indispensa­ble –jamás fue un actor de reparto, como ahora– en las últimas cinco vueltas olímpicas. Su faena se acaba el 30 de junio, un ciclo dorado en el que acumula 13 títulos locales, 5 Premiers League, 1 FA Cup, 5 Copas de Liga y 3 Community Shield. Falta el último suspiro.

En 2016, Guardiola fue contratado para convertir a Manchester City en el rey de Europa. Está a un paso de conseguirl­o, luego de una eternidad de resbalones, como le sucedió en Bayern Munich. Se convirtió en el monarca local, le dolía el cuerpo en el plano internacio­nal. “Siempre he dicho que la Premier League es el título más importante. La Champions League es muy especial y bonita, pero la Premier significa consistenc­ia y muchas otras cosas”, cuenta, ahora, el entrenador que se inclina por la audacia en el largo plazo de los campeonato­s y, desde hace una temporada, por el cerrojo y “el contraataq­ue ofensivo” en la Champions. Toda una declaració­n: al fin y al cabo, nada tiene un gusto tan sabroso como el paladar de la victoria.

Pep ama el triunfo, la estética y a los fuera de serie. Como Leo, como Sergio. “Kun es un jugador de leyenda y cada día es más grande. Un chico increíble, uno de los mejores jugadores que he visto en esta liga”, expresaba, tiempo atrás. Agüero, sin embargo, fue menos Agüero esta temporada: más juegos en línea que partidos, más pandemia y lesiones, cada vez menos gambetas.

Por eso, cuando convirtió el primer gol del 2 a 0 sobre Cristal Palace, Guardiola rompió el hechizo. Se pareció a un padre con su hijo en el campito, celebrando juntos el primer gol de un clásico vecinal. Una imagen única. “Yo diría que ese es el gesto de la historia de este club. Ni la Champions, nada se puede comparar a ese momento. Y esta vez de nuevo, con el 0-0, el pase de Mendy fue excepciona­l. Y tras ello, el control y la acción. Ha vuelto a demostrar lo que ha demostrado a lo largo de su carrera tantas veces. ¡Qué jugador, qué gol, qué hombre! Increíble, la luz ha vuelto...”.

“Estuvo lesionado mucho tiempo. Ha entrenado muy bien en las últimas semanas. Es otra arma que tenemos. Y va a disfrutar de los últimos partidos. Mostró con su gol lo que ha sido y lo que es. Estoy enamorado como persona, ya que es un tipo increíble. En esas circunstan­cias, a los jugadores con menos calidad que él a veces nos resulta más incómodo que a los grandes... como él. ¡Qué gol!”.

Ahora están juntos, abrazados, una excepción en la pandemia eterna. Guardiola fue el padre futbolero de Messi, a Kun lo agarró de grande, más analítico, cerebral. De Barcelona a Manchester, con el afecto de un genio y un crack, en la carretera. Guardiola, de Messi a Agüero. Siempre campeón. Y un solo corazón.

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Afp Guardiola y Agüero, admiración mutua en Manchester

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