LA NACION

Cada detalle cuenta en un camino que despeja dudas e incertidum­bre

El norirlandé­s realizó cambios en su juego y logró un título después de un año, seis meses y seis días; llega de la mejor manera para el PGA Championsh­ip, el segundo major de la temporada, que se disputará la semana próxima

- Gastón Saiz

Jugar a la mañana, jugar a la tarde. A veces, arrancar en determinad­a franja horaria es decisivo para el destino de un jugador en un torneo de golf. El golfista puede rebosar de confianza y atravesar un gran momento, pero si arrecian las malas condicione­s climáticas, cualquier impulso de inspiració­n puede quedar sepultado entre la lluvia, el viento y barro. Y también puede ocurrir lo de Rory Mcilroy, guiado por la buena estrella…

Todo se confabuló en la última semana para que el norirlandé­s triunfara en el PGA Tour después de un año, seis meses y seis días. Fue un largo camino de dudas e incertidum­bre, pero finalmente, el regreso al éxito de este grande del golf mundial –el primero como padre, y en el Día de la Madre– se concretó en Quail Hollow, allí donde se había consagrado en dos ocasiones anteriores. Y todo comenzó a partir del afortunado “tee time” que le tocó el jueves, un horario vespertino que lo benefició notablemen­te. Si hubiese tenido que pegar a la mañana en esa primera vuelta, directamen­te se habría visto obligado a retirarse antes de ejecutar el primer tiro… Sucedía que por aquellas horas, no era capaz de hacer el backswing completo debido a un fuerte tirón en el cuello sufrido el miércoles por la tarde, en la última sesión de práctica.

“Fue justo después de pegar un hierro 3. Sentí un intenso dolor en el cuello y se me quedó bloqueado. Me vieron los fisioterap­eutas, me sometí al tratamient­o y el jueves por la mañana no estaba en condicione­s de jugar. Si mi salida no hubiera sido por la tarde, me habría tenido que retirar y ahora no estaría aquí con el trofeo de campeón”, suspiró el norirlandé­s, feliz por su primera victoria después de más de 500 días. Y mientras sonreía al lado de su mujer, Erica, y su pequeña hija Poppy, agregó: “Es increíble cómo pueden influir hasta los detalles más pequeños”.

Despejada esa contingenc­ia, su golf fluyó para que volviera a celebrar en Charlotte, el mismo escenario de su primera conquista en el circuito norteameri­cano: aquel 2 de mayo de 2010, un desgarbado y enrulado Rory de casi 21 años empezaba a escribir su gran historia en el golf al vencer por cuatro golpes a Phil Mickelson. Hoy, después de muchas batallas a cuestas, acaba de igualar el palmarés del veterano sudafrican­o Ernie Els en el PGA Tour: 19 títulos, cuatro de ellos, majors. De pronto, a Rory se le alinearon los planetas: “Siento alivio porque la temporada no iba como yo quería y satisfacci­ón porque estamos en el camino correcto. He trabajado mucho y muy duro en los dos últimos meses. He agachado la cabeza y me entrené duro. Ha habido momentos en los que parecía que el trabajo no daba sus frutos y ha sido precisamen­te esta semana, cuando parecía que no iba a jugar por el cuello. Todo es muy curioso”.

Mcilroy tuvo vacíos de victorias en solo tres años durante su trayectori­a en los Estados Unidos: 2013, 2017 y 2020. No se trató ésta de su racha más larga sin triunfos: entre el BMW Championsh­ip de 2012 y el Open Championsh­ip de 2014, llegó a permanecer un año, 10 meses y 11 días fuera del primer plano. Ahora, este éxito le permite volver al top ten (del 15º al 7º del ranking mundial). Pero no solo eso: lo reimpulsa para encarar el segundo major de la temporada, el PGA Championsh­ip, que se jugará la semana próxima en Kiawah Island. Justamente en esta sede, pero en 2012, Rory consiguió su segundo torneo grande (el primero había sido el US Open 2011) al imponerse con un margen de ocho golpes.

“Mi triunfo en Charlotte llega en un gran momento porque el PGA Championsh­ip está a la vuelta de la esquina y se juega en un campo del que guardo un buen recuerdo. Esta victoria es la confirmaci­ón de que vamos bien y me da mucha confianza”. Si Mcilroy revisa sus últimos números, tomará nota de varias estadístic­as favorables, pero también de algunas que lo pueden preocupar. En Quail Hollow terminó entre los tres mejores en cuatro ítems: distancia con el driver (54 de 56 drives por encima de las 300 yardas), greenes en regulación (75%), recuperaci­ones (14 de 18) y golpes ganados con el putter. Pero en el debe figuran sus apenas 19 fairways acertados en todo el certamen. Los estadígraf­os debieron remontarse a 1988 para encontrar un dato similar para un campeón: Tom Sieckmann fue capaz de ganar en el PGA Tour “cazando” apenas 19 fairways en 72 hoyos.

El jugador nacido en Holywood, Irlanda del Norte, empieza a sacar dividendos del trabajo en equipo. Pete Cowen, su nuevo entrenador oficial, recordó cómo venía repercutie­ndo el entorno, entre los resultados deficiente­s y los volantazos: “La presión sobre Rory es ‘a nivel Tiger’. Es injusto”. Ahora, el flamante coach quiere seguir ahondando en su filosofía, que se basa en un ejercicio que él llama “escalera de caracol”. Consiste en que el golfista se concentre en cómo debe balancear su peso alrededor del cuerpo durante el swing, desde la preparació­n hasta el finish. Una manera de enrollarse y desenrolla­rse de manera secuencial. “En las últimas semanas trabajé mucho con Pete, sobre todo en un swing bajo presión, y es muy agradable ver que funcionó y de manera rápida. Pero esto es sólo el principio, quiero ganar mucho más”, jura.

Las otras dos patas son Michael Bannon, su instructor de siempre, y Bob Rotella, el gurú mental al que recurrió en los últimos tiempos. Igual, más allá de los trucos del cerebro, Mcilroy sabe cuáles son las prioridade­s: “Está bien decirte a tí mismo que debes ser fuerte mentalment­e y jugar con libertad, pero si sabes que no eres capaz de hacer un swing y acertar un fairway, entonces necesitas corregir primero la parte técnica, para luego profundiza­r en lo mental”, evaluó. Dentro del staff podría incluirse a un cuarto pilar, su caddie y amigo Harry Diamond, muchas veces en el ojo de la tormenta durante los malos momentos. “Harry estuvo espectacul­ar durante el último torneo, especialme­nte en la decisión del último hoyo: fue él quien tomó la decisión de dropear la pelota y pegar un tercer golpe muy bueno al green. Es la sexta victoria con Harry y, probableme­nte, ésta es la mejor. También fue importante la de Bay Hill, pero ésta es mejor porque ha estado conmigo en todos los malos momentos en los últimos meses”.

 ?? Getty images ?? Mcilroy, que modificó su juego y filosofía, recuperó la buena estrella cerca de otro gran reto; “La presión sobre él es a nivel Tiger”, sostiene su coach, Pete Cowen
Getty images Mcilroy, que modificó su juego y filosofía, recuperó la buena estrella cerca de otro gran reto; “La presión sobre él es a nivel Tiger”, sostiene su coach, Pete Cowen

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