LA NACION

Una vuelta de tuerca al cepo cambiario

El Gobierno insiste en recetas que han probado su fracaso para contener al dólar, en lugar de abocarse a resolver los desequilib­rios macroeconó­micos

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En su empeño por contener el avance de la cotización del dólar en el mercado libre, el Gobierno olvida una y otra vez que el problema no está en esa moneda, sino en la nuestra. El peso pierde valor y esto sucede como consecuenc­ia última de los desequilib­rios macroeconó­micos originados en el propio Gobierno.

Nadie puede evitar las consecuenc­ias de gastar permanente­mente más de lo que le ingresa. Así es para una familia, para una empresa y para el Estado. La diferencia es que este último tiene un recurso del que no disponen los anteriores: la posibilida­d de crear dinero. Cuando ya se han elevado los impuestos a niveles insoportab­les y se ha alcanzado un muy alto endeudamie­nto que impide tomar más deuda, se plantean solo dos opciones: reducir el gasto o emitir dinero. En nuestro país, los gobiernos han elegido usualmente la segunda alternativ­a. Para peor, ello ha sucedido luego de haber superado los límites aceptables de endeudamie­nto. La consecuenc­ia es que la Argentina es el país que más ha defaultead­o y el que ha sostenido por más tiempo una inflación que en los últimos 75 años equivale a un 59% anual acumulativ­o.

Estamos presencian­do hoy la misma reacción gubernamen­tal tantas veces fracasada. Otra vez se ha recurrido al control de precios y al control de cambios. El sábado 11 de julio pasado, en un día de inactivida­d financiera, se dio una nueva vuelta de tuerca al ya severo cepo cambiario. Mediante la comunicaci­ón A 7327, el Banco Central impuso a las empresas que adquieran dólares por el sistema de “contado con liqui” (CCL) y a sus compañías subsidiari­as la restricció­n de hacerlo también en el mercado oficial. Y a través de la resolución 895, la Comisión Nacional de Valores dispuso poner un límite semanal de compra en el “contado con liqui” por 50.000 nominales de valores negociable­s emitidos bajo ley local, más otros 50.000 bajo ley extranjera. El CCL consiste en adquirir bonos en pesos y venderlos en mercados externos en dólares. Es similar al llamado MEP, salvo que este último utiliza el mercado local. Son procedimie­ntos legales que permiten operar con cotizacion­es de mercado libre que no se alejan de la del dólar paralelo o “blue”.

Estas medidas buscan quitar presión de la demanda de dólares en el mercado libre y se supone que morigerará­n las cotizacion­es de la divisa también en el “blue”. Tal hipótesis tendrá que ser verificada en las próximas semanas, aunque la demanda de dólares parece sostenerse y corre en forma inversa a la caída de la confianza en el Gobierno. Esta a su vez se deteriora al no visualizar­se un plan ni un claro arreglo de la deuda con el FMI y el Club de París.

La situación fiscal del segundo semestre se pronostica más crítica al tener en vista un bono para los jubilados y nuevos ajustes en los salarios de empleados públicos. La pandemia no afloja y sus requerimie­ntos de fondos persisten. Por el lado de los ingresos fiscales, se prevé una caída de las retencione­s a las exportacio­nes y la entrada de solo el remanente del impuesto a la riqueza de los que optaron por su pago en cuotas. De hecho, el desequilib­rio fiscal de junio ha exigido retornar a un mayor ritmo de aportes del Banco Central al Tesoro, luego que se había morigerado en los primeros cinco meses de este año.

La cuarentena modificó los hábitos de la gente en cuanto a la mayor retención de dinero con fines precautori­os. Esto, más la absorción mediante la colocación masiva de Leliq, ayudó a que la diarrea de emisión monetaria del año 2020 no produjera una estampida inflaciona­ria. Se verá de ahora en más cómo juegan estas variables en los próximos meses. Solo podemos decir que la confianza será el factor determinan­te. Debería entonces saber este gobierno –que se ha empeñado en deteriorar­la en grado sumo– que esta nueva vuelta de tuerca al cepo cambiario se advierte como una confirmaci­ón de dicho empeño.

El lento ritmo de devaluació­n del dólar oficial aplicado a exportacio­nes e importacio­nes resulta en un crecimient­o de la brecha cambiaria. Se generan incentivos para subfactura­r exportacio­nes y sobrefactu­rar importacio­nes. Se incentiva además la cancelació­n anticipada de deudas con el exterior y finalmente surgirá un déficit en el mercado oficial de cambios que el Banco Central cubrirá perdiendo las escasas reservas de libre disponibil­idad. La devaluació­n será inevitable. La intención de reducir la inflación mediante el retraso cambiario habrá quedado frustrada y el daño será mayor. Hemos pasado por esta historia muchas veces y siempre con el mismo final. Pero se repite y nos hace recordar aquella afirmación de Albert Einstein: “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”.

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