LA NACION

Hace cinco años que los técnicos desfilan por un san lorenzo que no soluciona su daño estructura­l

La salida de Montero es solo una muestra más del desconcier­to que gobierna al Ciclón, con duros cuestionam­ientos en su vida política interna, además del fastidio popular; Lammens y Tinelli, la conducción fantasma e intermiten­te

- Fernando Vergara

San Lorenzo se parece a esa película de Bill Murray “Atrapado en el tiempo” o “El Día de la Marmota” en su denominaci­ón original. La comedia es un clásico de principios de los noventa y tiene como protagonis­ta a un hombre que se levanta siempre en el mismo día sin poder romper el ciclo del tiempo. Y es así como cada mañana se reiteran los mismos sucesos. De este modo se encuentra el Ciclón desde hace varios años. Como un club que no puede dejar de estar en crisis. Como un club que no encuentra la famosa luz en el final del túnel. El último en ver la puerta de salida resultó el director técnico Paolo Montero, tras un ciclo de apenas 17 encuentros. Y todo esto sucede a un puñado de días del clásico contra Huracán, el rival de siempre.

Desde el 2016 en adelante, el promedio de los técnicos en el Ciclón es de aproximada­mente siete meses en el cargo. Han pasado Pablo Guede, Diego Aguirre, Claudio Biaggio, Jorge Almirón, Juan Antonio Pizzi, Diego Monarriz, Mariano Soso, Diego Dabove y Montero. También algunos interinato­s entre el propio Monarriz, Leandro Romagnoli y Hugo Tocalli. San Lorenzo es una auténtica picadora de carne y atraviesa un problema coyuntural, más allá de la reciente salida del ex marcador central uruguayo.

Los datos son elocuentes: quien asuma próximamen­te como nuevo técnico azulgrana será el sexto en sentarse en el banco en lo que va de 2021, tras Soso, Dabove y Montero. En mayo, “Pipi” Romagnoli había tomado la conducción de manera interina. Así, en los 17 partidos dirigidos, el DT uruguayo tuvo apenas una efectivida­d del 33,3%, la más baja desde el ciclo de Omar Asad (31,48 %). Su estadístic­a se resume en 4 victorias, 5 empates y 8 derrotas con 15 goles a favor y 23 en contra. Le costó acentuar una idea de juego, aunque también es cierto que trabajó en un contexto rodeado de incertidum­bre. A ellos habrá que sumarles a Diego Monarriz, en otro interinato, y al próximo DT designado.

Tras la caída contra Lanús (la tercera al hilo), el ciclo de Montero apenas se estiró durante una noche. Fueron horas movidas y muy tensas, ya que los simpatizan­tes del Ciclón apuntaron sus insultos a los dirigentes y al propio entrenador. Se dispararon los rumores, se conversó con el manager Mauro Cetto y se creyó que el uruguayo iba a dirigir frente al Globo, pero hubo un cambio de planes. Ayer por la mañana se dio una charla entre las cabezas más visibles de la cúpula dirigencia­l. Al cabo, los encargados de tomar las decisiones de peso: Marcelo Tinelli (hoy de licencia), Matías Lammens (Ministro de Turismo y Deporte y vicepresid­ente segundo del Ciclón) y Horacio Arreceygor (el presidente actual). A partir de ahí decidieron comunicarl­e a Montero que su ciclo estaba acabado.

El DT de 50 años recogió sus cosas, saludó a los jugadores y se marchó. Monarriz y José Di Leo –ex ayudante de campo de Edgardo Bauza– asumirán de manera interina. El “Camello” arribó a Boedo a mediados de 2021, después de que Cetto le propusiera añadirse a su equipo de trabajo.

Hoy, el Ciclón luce como un club desprotegi­do y sin soluciones a la vista. Agobiado por las deudas y con conflictos en varios frentes, el club enfrenta un durísimo presente. Sus problemas se podrían explicar en varios puntos: la extensa crisis futbolísti­ca, los problemas económicos, los mercados de pases infructífe­ros, el recambio permanente de entrenador­es y las decisiones dirigencia­les que cada vez son más cuestionad­as. También, la interna política de San Lorenzo está resquebraj­ada. Y dentro de la confusión general, en las interpreta­ciones y las miradas que van y vienen, aparece la vista obnubilada por el árbol que tapa el bosque.

A la hora de pensar en el futuro, se supo que los dirigentes sondearon a Hernán Crespo, que recienteme­nte se alejó de San Pablo, en Brasil. Sin embargo, el ex entrenador de Defensa y Justicia –allí ganó la Copa Sudamerica­na– en un principio dijo que no. También surgió el nombre de Gabriel Heinze, quien ya en 2017 contó con una oportunida­d de llegar al Ciclón. Aquella vez, la salida del cargo había sido de otro uruguayo, Aguirre. Heinze había ascendido con Argentinos a la primera división. Se reunió con Lammens y Tinelli, aunque finalmente no llegaron a un acuerdo.

Hoy, San Lorenzo marcha vigésimo en un torneo de 26 equipos (suma 17 unidades). El presente es muy sombrío: se ubica a 14 puntos de la zona de la Copa Libertador­es y a seis de ingresar a la Sudamerica­na, aunque

tiene a varios clubes por encima. El domingo, desde las 18, se jugará una parada importante en Parque de los Patricios ante el rival de toda la vida, que llega entonado luego de la goleada por 4-1 sobre Banfield. En el banco azulgrana estarán sentados Monarriz –quien siempre pone la cara en los interinato­s– y Di Leo.

San Lorenzo profundiza su crisis. No se encuentra un equilibrio, tampoco un rumbo. En la búsqueda de soluciones mágicas, la presión aumenta. Y esto, se sabe, es algo que no siempre sale bien. ¿La responsabi­lidad es sólo de los entrenador­es y los jugadores? Ni por asomo. Apenas conforman un eslabón más en una cadena que arrastra años de frustracio­nes. Los hinchas (contra Colón y Lanús) ya se expresaron en el Nuevo Gasómetro y señalaron con dureza a los dirigentes: “¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”. El Ciclón, otra vez, está contra las cuerdas.

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se esconde el sol en el bajo Flores, una alegoría de san lorenzo cubierto de sombras desde hace mucho tiempo
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