Pérez-Reverte: “Los escritores que repiten fórmulas están muertos”
En una conferencia de prensa virtual, el autor español presentó El italiano (Alfaguara), su nueva novela; “no quiero mejorar el mundo ni creo que sea la función de un novelista”, dijo
“Sigo siendo un escritor feliz y creo que se debe a que no he perdido la capacidad de jugar. Soy un niño que juega y eso me mantiene vivo. Hay muchos escritores que han dejado de jugar y solo se limitan a repetir una fórmula. Esos escritores están muertos, pero no lo saben”. Así, con su habitual estilo y sin vueltas, Arturo Pérez-Reverte explicó en una conferencia de prensa virtual con unos 150 periodistas hispanos qué lo motiva a escribir ficción. Fue en el marco de la presentación a la distancia de su nueva novela, El italiano (Alfaguara), “una historia de amor, mar y guerra”, como dice el subtítulo.
Aunque no hubo chance de preguntarle a quién se refería cuando habló de autores “muertos”, el escritor español no se guardó opiniones contundentes sobre el estado del mundo y la vida actual. Ante una pregunta sobre los migrantes y su inserción en las sociedades europeas, se sobresaltó: “Es una realidad que vivo con dolor. He vivido en África y conozco bien de qué huyen. Pero también sé lo que esperan y no es lo que van a encontrar. Es una tragedia enorme e inevitable. Pero lo que me genera un gran desprecio es la actitud de los políticos canallas y oportunistas que forman parte del sistema que los explota. Fingen que se ponen de su lado, pero se aprovechan de su desesperación. Se muestran como padres bondadosos, pero cambian de bando con rapidez y naturalidad. Los he visto”.
Saco azul oscuro, camisa clara, corbata a tono, el integrante de la Academia Real Española habla rápido y sin eufemismos. En diálogo con la editora española Pilar Reyes, desde la oficina de Alfaguara en Madrid, dijo: “Yo tenía veintipico cuando fui a la guerra, y aprendí mucho. Más que nada a observar al ser humano: cómo en las situaciones extremas brota lo elemental, sobrevivir y alimentarse”. En El italiano confluyen su experiencia en la guerra y en las profundidades del mar, ya que hizo curso de buceo en la Marina a los 18 años. La trama, basada en hechos reales, está narrada en dos tiempos: entre 1942 y 1943, con la Segunda Guerra Mundial de fondo en Gibraltar, y en la década de 1980, cuando un reportero español conoce a una librera en Venecia, que le cuenta una historia que lo moviliza.
Entusiasmado con la relectura de los clásicos latinos, se definió a sí mismo como “un pesimista histórico y un optimista cultural”: “Ahora que soy mayor, en unas semanas cumpliré 70, me di cuenta de lo importante que es releer los clásicos, porque es como encontrar de nuevo, ya cerca del final, la justificación de todo aquello que nos ha formado. Permiten identificar los problemas actuales y comprender el mundo, no cambiarlo, porque sé qué es imposible, pero nos ayudan a soportarlo”.
Además de su fascinación por la cultura mediterránea y de su rescate de la figura de un héroe clásico como Ulises, El italiano surgió de una anécdota que le contó su padre en la infancia. “A mis ocho años, a la salida del cine, mi padre me habló de los ataques a la base naval británica de Gibraltar por parte de buzos italianos durante la Segunda Guerra Mundial y quedé asombrado”. Hacía cuarenta años que el creador de
Falcó quería escribir esa historia. Cuando se decidió a hacerlo reunió aquel caso con una historia de amor que, a diferencia de otras que ha narrado, tiene un final feliz. Ese es un dato que el lector sabe desde las primeras páginas. Elena Arbués, una librera española que queda viuda de joven, encuentra una tarde de 1942 en la orilla del mar a un buzo italiano herido, Teseo Lombardo. “La novela debería llamarse La librera. Ella es la verdadera protagonista. Él es un hombre común, un soldado. Ella, en cambio, es culta, ha leído y proyecta sus lecturas en Teseo. Lo convierte en héroe”, cuenta el autor. Así que El italiano es mucho más que una historia de amor y de aventuras durante la guerra: es, también, una historia de lealtades, de pasiones, de lucha, con muchos grises. “Intento que mis personajes tengan valores como lealtad, respeto, dignidad. No quiero mejorar el mundo y tampoco creo que esa sea la función de un novelista. No soy un apóstol, solo quiero contar buenas historias”.