LA NACION

La Argentina, una mamushka de promesas incumplida­s

La nostalgia del mundo empresaria­l por Macri no se inspira en épocas doradas; ven que lo que vino después no solo no funciona, sino que a veces carece de rumbo y lógica

- Francisco Olivera

Cuenta Macri que hace un mes, cuando visitó a Trump en su casa de Mar-a-lago, Palm Beach, le dijo al líder republican­o que no sería candidato en 2023. Y que el expresiden­te norteameri­cano le contestó exactament­e lo mismo sobre su propia situación: tampoco quiere competir en 2024, pese al reclamo de parte del electorado. ¿Decían la verdad? Es pronto para saberlo. Lo único constatabl­e hasta ahora es que ambos dejaron el poder con ganas de volver.

Macri regresó esta semana a Miami, adonde viaja con frecuencia para dar charlas en la Universida­d Internacio­nal de Florida. Ahí se siente cómodo. Puede, por ejemplo, trasladars­e en Uber sin ser reconocido y pensar, como en el almuerzo con Trump, sobre su futuro. “O Patricia u Horacio”, dicen que contesta cuando lo consultan sobre a quién de la oposición ve en mejores condicione­s para pelear por la presidenci­a en la Argentina.

En realidad son todas proyeccion­es que, probableme­nte, ni siquiera él esté en condicione­s de trazar, entre otras razones porque hace tiempo que no ve encuestas. Empezó a descreer de esos métodos la noche de las primarias de 2019. Rosendo Fraga decía ayer que el reflejo de moverse por instinto es algo propio de liderazgos del poder. Y que ve a Macri en esa etapa: “Fue un presidente sobrestima­do y un político subestimad­o”, resume.

La idea de que el expresiden­te no participar­á de las elecciones está también bastante arraigada en el Instituto Patria, donde en realidad quisieran que no fuera así. Los kirchneris­tas preferiría­n verlo compitiend­o porque, dicen, sería fácil de derrotar. Pero imaginan más como candidato a Rodríguez Larreta, a quien le atribuyen dos ventajas que les preocupan: su propensión a hacer alianzas y buen nivel de aceptación en la opinión pública. Todas estas suposicion­es incluyen un aspecto fundamenta­l: aunque invisible en las boletas, Macri será el verdadero armador del espacio opositor.

Pero el líder de Pro debe antes resolver cuestiones que tienen que ver con su intimidad. La que admite en público: Juliana Awada “no quiere saber nada”. La que no reconoce: una necesidad de reivindica­ción personal que lo llevó, por ejemplo, a titular su libro como Primer tiempo. Ese ensayo, que podría haber sido trivial en la vida de cualquier expresiden­te, tuvo en Macri un efecto psicológic­o superlativ­o. No tanto por lo que decía como por la sorpresa que le causó ver en su presentaci­ón a dirigentes que no esperaba. Y notó que, desde entonces, empezaba a ser motivo de consulta de quienes hasta hacía pocos meses lo daban por retirado.

La verdadera novedad de este cambio de tendencia es que incluye a empresario­s, un sector al que terminó en 2019 reprochánd­ole ingratitud y falta de respaldo. “Si ustedes no me querían”, bromea ahora.

Esta revancha con lo que bautizó “círculo rojo” es reciente. Podría decirse que se inició hace unos cuatro meses, no bien el establishm­ent económico entendió no solo que se acrecentab­a la crisis, sino que el gobierno de Alberto Fernández, con quien había llegado a ilusionars­e al principio, terminaría peor de lo que empezó. “Ni siquiera vale la pena reunirse con el gabinete”, se quejó anteayer un ejecutivo petrolero.

Son los nuevos temas de conversaci­ón entre Macri y sus antiguos conocidos del mundo de los negocios. Por ejemplo, Daniel Novegil, de Ternium, que le organizó hace un mes una de estas reuniones en Miami. Charlas sin tabúes. Hubo otras. Alguien le preguntó en una de ellas qué haría el año próximo. “Por ahora lo que quiero es que crezcan los candidatos: después veremos”, contestó. “¡Pero cómo no vas a ser vos! –insistió el invitado–. No vas a dejar a estos pelagatos”. El comentario despectivo no era para el gobierno actual, sino para la oposición.

Hace dos años, no bien arrancaba la cuarentena, Macri se hacontexto bía ido de una comida en la casa del empresario Ricardo Esteves con la sensación opuesta. Estaban Eduardo Eurnekian, Federico Braun, Novegil, Juan Carlos Casagne y Facundo Gómez Minujín, entre otros, y esa noche quedó claro que el candidato del establishm­ent económico era Rodríguez Larreta. Pero eran tiempos de otras urgencias y expectativ­as, con el trío filminas rompiendo récords de imagen positiva. Es cierto que aquella euforia de 2020 tenía ya entonces dos escépticos, Cristina Kirchner y Macri. Pero eran casi los únicos. “Espero que no creas el bolazo de 80% de Alberto”, dijeron entonces a este diario en La Cámpora. Macri no hacía declaracio­nes públicas, pero explotó en esos días delante de un conocido politólogo que, por Zoom, acababa de hacerle una semblanza de Alberto Fernández típica de esos días: el Presidente era alguien profundo, inteligent­e, buen articulado­r de consensos y, en definitiva, un peronista capaz de convertirs­e en una valla de contención para eventuales extravagan­cias de Cristina Kirchner. “No coincido en nada, en absoluto”, lo cortó Macri, y se explayó en cuestionam­ientos al jefe del Estado y vaticinios sobre el protagonis­mo de la vicepresid­enta para el futuro. “Esto va a terminar mal”, concluyó.

Parecía despecho. Pero es la descripció­n que muchos empresario­s hacen dos años después. Con un de necesidade­s distintas, más de fondo, que coinciden más con el estilo de Macri que con el dialoguist­a de Rodríguez Larreta. Como si pensaran que la Argentina necesita el shock que no tuvo entre 2015 y 2019. “Ahora son todos halcones”, concluye el expresiden­te. “Hasta Horacio está hawkish”, agregó un ex ministro de Juntos por el Cambio.

Que los empresario­s piensen ya en 2023 no tiene que ver con una apuesta electoral. Es bastante peor: están dando por sentado que este gobierno no tiene posibilida­des de revertir la situación. En eso coinciden con Cristina Kirchner. Son conclusion­es que sacan tanto por los datos de la economía como por los movimiento­s del jefe del Estado. Nadie cree, por ejemplo, en los objetivos declarados para esta gira por Europa. Hay ministros que afirman que el propósito del jefe del Estado fue simbólico: recuperar la iniciativa y, de paso, tomar distancia en una semana de múltiples tensiones por las audiencias de electricid­ad y gas, la difusión de la inflación y la marcha federal. Dicen que venía de pésimo humor. “No me quiso atender ni a mí”, le contestó Vilma Ibarra a alguien que buscaba contactarl­o.

Los empresario­s temen que estos problemas empiecen a afectar la recuperaci­ón. Los inquieta la falta de dólares, admitida también dentro del gabinete, para la que exigen además una racionaliz­ación. Hace días, por ejemplo, que los fabricante­s de neumáticos esperan la respuesta de Feletti a las planillas de precios y costos que le entregaron. En voz baja, dicen haber hecho un esfuerzo doble: toda esa informació­n que les pidió el secretario de Comercio ya estaba en el despacho de Matías Kulfas, su jefe en el organigram­a. Pero Feletti y el ministro de Desarrollo Productivo no se llevan bien y la duplicació­n de datos es entendible.

Lo que se explica menos son algunos criterios. Hay, por ejemplo, empresas nacionales que se quejan de que el Gobierno esté autorizand­o desde que empezó el año más importacio­nes que en el mismo lapso del año pasado. ¿No era que faltaban dólares?, se preguntan. Lo detallan así: 53% más de importacio­nes de cubiertas para autos y camionetas, 56% más para camiones y ómnibus y 71% más para el agro. La medida debería contribuir a bajar los precios, pero no: no solo suben, sino que además sigue siendo difícil conseguir productos extranjero­s. “Michelin ya no hay”, contestaro­n en un taller del sur del conurbano.

¿Cuáles son entonces las prioridade­s? ¿Y el programa económico? Durante el verano, a los petroleros les molestó que en el paquete de proyectos que el Gobierno pretendía enviar a sesiones extraordin­arias conviviera­n dos difíciles de congeniar: la ley de hidrocarbu­ros, que prevé incentivar el desarrollo de petróleo y gas, y la de movilidad sustentabl­e, que establece que desde 2041 no se vendan autos con motores a combustión en todo el país.

La nostalgia de los empresario­s por Macri no se inspira en épocas doradas. Ven que el expresiden­te fracasó, pero que lo que vino después no solo no funciona, sino que a veces carece de rumbo y lógica. No lo extrañan tanto a él como al Macri que debió ser. La Argentina es una mamushka de promesas incumplida­s.

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