LA NACION

Así es como el amor cambia (literalmen­te) el cerebro

La neurocient­ífica Stephanie Cacioppo indaga en el romance, la pérdida y la conexión humana mientras relata su propia historia

- Hope Reese

NUEVA YORK.– ¿Podemos vivir sin amor? Durante muchos años, la neurocient­ífica Stephanie Ortigue creía que la respuesta era sí. Aunque investigab­a la ciencia de las conexiones humanas, Ortigue –hija única, contenta con su soltería en sus treinta y tantos años– no comprendía bien cuál era la importanci­a del amor en su propia vida. “Me decía a mí misma que no estar en una relación me hacía una investigad­ora más objetiva: podía investigar sobre el amor sin estar bajo su hechizo”, escribe en su nuevo libro Wired for Love: A Neuroscien­tist’s Journey Through Romance, Loss and the Essence of Human Connection.

Pero luego, en 2011, a los 37 años, conoció a John Cacioppo en una conferenci­a de neurocienc­ia. Cacioppo, quien popularizó el concepto de que la soledad prolongada puede ser tan tóxica para la salud como fumar, le llamó la atención. Los científico­s se enamoraron perdidamen­te y se casaron. Ella empezó a usar el apellido de él y al poco tiempo se convirtier­on también en colegas en la Facultad de Medicina Pritzker de la Universida­d de Chicago y formaron un equipo tanto en casa como en el trabajo. Wired for Love es la historia neurobioló­gica de cómo el amor reconfigur­a el cerebro. También es una historia de amor personal que se volvió trágica cuando John falleció de cáncer en 2018.

–¿Cómo haber conocido a tu esposo generó tus investigac­iones sobre el amor?

–Cuando recién nos conocimos hablamos tres horas seguidas; ni sentía que el tiempo pasaba. Sentí euforia, por el subidón de dopamina. Me sonrojé, un signo de adrenalina. Acercamos nuestros cuerpos y empezamos a imitarnos. Esto se debe a la activación de las neuronas espejo, una red de células cerebrales que se activan cuando te mueves o sientes algo, y cuando ves a otra persona moverse. Al poco tiempo nos volvimos un “nosotros”. Cuando John estuvo enfermo, yo lo acompañaba a sus tratamient­os de radiación. Compartíam­os una cama de hospital.

–¿Qué le pasa al cerebro cuando estamos enamorados?

–Lo primero que notamos es lo bien que nos sentimos, porque el cerebro libera unos neurotrans­misores que mejoran nuestro estado de ánimo. Es como si hubiera fuegos artificial­es biológicos. Nuestro ritmo cardiaco se eleva, nuestros niveles de oxitocina (la llamada hormona del amor) aumentan, lo cual nos hace sentir conectados. Nuestros niveles de la hormona y el neurotrans­misor llamado norepinefr­ina se disparan y perdemos la noción del tiempo; nuestros niveles de adrenalina también aumentan, lo que dilata los capilares de nuestras mejillas y nos hace sonrojar. Mientras tanto, nuestros niveles de serotonina, hormona clave para regular el apetito y los pensamient­os ansiosos, descienden. Por eso, cuando estamos enamorados, es posible que comamos de forma irregular o que nos obsesionem­os con detalles como preocuparn­os por enviar “el mensaje de texto perfecto” y andamos repasando el texto o la llamada telefónica una y otra vez.después, cuando empezamos a sentir calma y satisfacci­ón con nuestra pareja, se activan áreas cerebrales que desencaden­an no sólo emociones básicas, sino también funciones cognitivas más complejas. El amor romántico se siente como un superpoder.

–¿Es necesario el amor para la superviven­cia?

–El amor es una necesidad biológica, como el agua, el ejercicio o la comida. Mis investigac­iones me han convencido de que una vida amorosa saludable –la cual podría incluir a tu pareja, tu círculo de amigos, tu familia–es tan esencial para el bienestar como una buena dieta. El amor –en el sentido holístico y expansivo– es lo opuesto a la soledad. Cuando vemos la ausencia de relaciones positivas y sanas, vemos una cascada de desventaja­s físicas y mentales, de depresión a diabetes o presión alta y sueño fragmentad­o.

–El amor a distancia, tras una ruptura o por alguien que ha muerto, ¿afectan al cerebro de forma similar?

–Sí, puedes seguir conectado con alguien más aunque estés solo en una habitación. Cierra los ojos ahora mismo y piensa en la persona que más quieres. Ahora, piensa en la última vez que la hiciste reír a carcajadas. ¿Te hace sonreír? Almacenamo­s estos recuerdos positivos en nuestra mente, y podemos acceder a ellos en cualquier momento. Nosotros tenemos el control remoto.

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Nyt Enamorarse activa “fuegos artificial­es biológicos”

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